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Juegos Indígenas de Antioquia 2025: Un encuentro de fuerza, tradición y herencia cultural

El certamen que se realizó en Mutatá puso en escena el deporte ancestral. Participaron 600 deportistas.

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hace 35 minutos
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Mutatá se convirtió en territorio sagrado del deporte ancestral. Allí, durante los Juegos Deportivos Indígenas de Antioquia 2025, más de 600 participantes de los pueblos Gunadule, Embera Eyábida, Embera Chamí y Zenú, provenientes de 12 municipios del Occidente y Urabá antioqueño, hicieron del encuentro un acto de resistencia, unidad y celebración. Las delegaciones no solo se enfrentaron en disciplinas convencionales, sino que también honraron sus raíces con pruebas propias de su herencia.

La delegación de Mutatá se consolidó como la más ganadora, al conquistar los títulos de billar, lucha libre indígena, resistencia en el agua y tiro con cerbatana. San Pedro de Urabá brilló en fútbol masculino y fútbol de salón femenino, mientras que Apartadó, Chigorodó y Frontino se llevaron victorias en carrera de velocidad, trepada al árbol y carrera en costal, respectivamente. Pero más allá del cuadro de medallería, cada deporte ancestral contó una historia.

Una prueba de determinación

En las aguas del río Mutatá se respiró historia. La prueba de resistencia en el agua fue una evocación de la pesca de los pueblos indígenas. Ocho competidores se lanzaron al reto. Entre ellos, Dilson Bailarín, de la comunidad Cañaduzales de Mutatá, quien se convirtió en campeón al mantenerse bajo el agua durante un minuto y 58 segundos. “Este talento viene desde mis abuelos. Ellos también lo hacían para atrapar peces”, dijo con orgullo.

Pero no solo Dilson se destacó: también lo hicieron Yaseny Bailarín, de la comunidad Las Playas de Apartadó, y Diana Domicó, de La Arenera de Turbo. Ambas decidieron enfrentar el río con valentía para romper esquemas en esta prueba tradicionalmente practicada por hombres.

Yaseny, de 15 años, confesó que su motivación era clara: “Quería mostrar que nosotras también podemos resistir. Además, este río es muy bonito”. Diana, por su parte, improvisó su participación. “Aproveché que estaba acompañando a mi comunidad y me animé. El pelo me molestaba, pero aguanté un rato”, comentó entre risas.

Precisión y herencia cultural

En uno de los costados del estadio municipal se construyó una diana de icopor pintada a mano. Allí, el tiro con cerbatana recordó esta habilidad milenaria. Con tres metros de largo y hecha de palma barrigona, dicha herramienta representa no solo un arma de caza, sino un símbolo de identidad.

Eladio Guaceruca, de la comunidad Jaikerazabi de Mutatá, fue quien más se acercó al blanco tras tres lanzamientos desde diez metros. “Desde niño lo practico. Aprendí de mi papá. Esto es más que puntería, es concentración y respeto por nuestra cultura”, aseguró. Además, portaba su bastón de mando como guardia indígena, símbolo de su autoridad y compromiso.

Destreza en cada salto

En la carrera en costal se vivió una competencia cargada de risas y energía. Sobre una pista de sesenta metros improvisada con conos en el césped sintético de la cancha de fútbol, los participantes avanzaron a saltos, a veces lentos, otras veces certeros. El más hábil fue José Bailarín, de la comunidad Llano Río Verde de Frontino.

“En mi escuela nos enseñaban a brincar. Este momento me hace feliz y quiero agradecer a mi familia por el apoyo”, dijo. Pero José no solo salta: también toca el güiro y sueña con ser músico profesional.

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Agilidad en lo más alto

La trepada al árbol cambió la mañana en el parque principal de Mutatá. Subir hasta una marca en la cima y descender con rapidez fue el reto para ocho participantes. Milton Bailarín Domicó, de la comunidad Juradó de Chigorodó, logró detener el cronómetro en 29.2 segundos y se coronó campeón.

“Desde pequeño trepo árboles, sobre todo para coger mangos. Es una costumbre que nos enseñan los abuelos”, relató Milton, evocando la conexión profunda con la naturaleza. Aunque lo hizo con agilidad, confesó que lo más difícil era cuando el árbol estaba mojado.

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Fuerza, mente y tradición

En medio de la cancha de fútbol se instaló el círculo de combate. Allí, la lucha libre indígena convocó a las comunidades para presenciar un ritual de fuerza y estrategia. Cada combate evocó antiguas formas de defensa y honor. En la final, César Domicó, de Jaikerazabi de Mutatá, derrotó a Emiliano Domicó, de Llanogordo de Dabeiba, en una pelea tensa y aguerrida.

“He competido varias veces, pero esta fue especial: estaba en casa, con mi gente alentándome”, expresó César con orgullo, quien además comentó que más que la fuerza, fue su mentalidad de ganador la que lo llevó a la victoria.

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Velocidad pura

Sobre noventa metros, el fervor del público acompañó cada zancada de los nueve corredores que enfrentaron la prueba de velocidad. Aquí lo único que importaba era cruzar la meta en primer lugar, y eso lo hizo Juan Camilo García, de la comunidad Las Palmas de Apartadó. “Desde niño me gusta correr. Es algo que me llena, pero tengo que combinarlo con mi trabajo como ayudante de construcción y en finca bananera. Aun así, siempre estoy activo”, compartió.

Los Juegos Indígenas de Antioquia 2025, realizados por la Organización Indígena de Antioquia (OIA), con el respaldo de Indeportes Antioquia y la Gerencia Indígena de la Gobernación de Antioquia, cerraron esta fase dejando algo más profundo que medallas y trofeos: un mensaje claro de orgullo, memoria e identidad de los pueblos indígenas.

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