Ayer fue uno de los días más tristes de la Iglesia católica, una mezcla de orfandad, vacío, duelo y profundo desconsuelo. Así lo vivieron las cerca de 400.000 personas que presenciaron el sepelio del papa Francisco y los millones más que siguieron la transmisión de televisión.
En la ceremonia, el cardenal decano Giovanni Battista Re destacó sus “innumerables” esfuerzos en defensa de migrantes y refugiados, del Mediterráneo a México.
Tras la misa fúnebre, el féretro del papa Francisco llegó a bordo del papamóvil a su última morada, la basílica de Santa María la Mayor de Roma, recorriendo lugares emblemáticos como el Coliseo y los Foros Imperiales.
La inhumación fue una ceremonia íntima presidida por el cardenal camarlengo Kevin Farrell, en presencia de familiares, según precisó el Vaticano.
Su entierro, el primero de un papa fuera de los muros del Vaticano desde León XIII en 1903, puso fin a 12 años de un pontificado marcado por la defensa de los migrantes, el medioambiente y la justicia social. ¿Qué sigue ahora?
Todo listo para el cónclave
Aún sin fecha precisa de esta vital reunión para la Iglesia católica, los cardenales ya están reunidos en las llamadas Congregaciones Generales que son encuentros a puerta cerrada que preceden al cónclave, en la que ellos debaten sobre el perfil del próximo papa, entre otros asuntos.
Cuando ya se define la fecha se da inicio, de una manera bastante protocolaria, al cónclave, una elección que está regida por la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II en 1996.
Para la elección de este año serán en total 135 cardenales, con una media de 70 años y nombrados en su mayoría por el papa Francisco, los que elegirán al próximo pontífice. Ellos estarán alojados en la residencia de Santa Marta en el Vaticano, durante todo el cónclave.
Cabe anotar que, como el límite de edad para ser convocado al cónclave es de 80 años, hay 117 cardenales más que no participarán en la elección del próximo líder de la Iglesia católica.
Protocolo y solemnidad
El primer día de votaciones todo comienza con una misa bajo las molduras doradas y los mármoles preciosos de la basílica de San Pedro, la iglesia más grande del mundo, con una superficie de 2,3 hectáreas, obra de arquitectos como Bramante, Miguel Ángel y Bernini, y que se construyó entre 1506 y 1626.
Después del oficio, los cardenales electores se reúnen en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico y se trasladan en procesión hasta la Capilla Sixtina, cantando el Veni Creator, un himno cristiano en latín que invoca al Espíritu Santo y cuyos orígenes datan del siglo IX.
Durante el cónclave, los cardenales se sientan en sillas de madera de cerezo con su nombre grabado, frente a unas mesas cubiertas con manteles beige y granate. Al fondo hay una urna con la tapa adornada con dos figuras que representan corderos, en la que se depositan las papeletas de voto.
En el centro –bajo la bóveda pintada por Miguel Ángel– hay un atril con un Evangelio abierto ante el cual los cardenales juran mantener el secreto de todo lo que allí se diga.
Según un ritual heredado de la Edad Media, el maestro de ceremonia pronuncia la frase extra omnes (todos fuera). Las personas que no participan en la elección abandonan la sala y, a continuación, se cierran las puertas. El objetivo es que los cardenales eviten las influencias exteriores. “Cualquier contacto con el exterior, ya sea a través de teléfonos, internet o de los periódicos, está estrictamente prohibido, salvo en casos muy excepcionales”, detallan.
Comienza entonces el proceso de elección del próximo jerarca de la Iglesia católica.
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¿Cómo votan los cardenales?
Por sorteo, tres cardenales son designados “escrutadores”, otros tres “infirmarii” como encargados de recoger el voto de los purpurados enfermos y tres más como revisores para comprobar el recuento.
Sentados juntos, los cardenales reciben papeletas rectangulares con la inscripción Eligo in Summum Pontificem que en español significa: “Elijo como Sumo Pontífice” y un espacio en blanco debajo. Los votantes escriben el nombre de su candidato a mano, “con caligrafía lo más clara posible”, y doblan la papeleta. En teoría, está prohibido que un cardenal emita el voto por sí mismo.
Cuando ya cada cardenal haya escrito su voto, llega la hora de dirigirse por turnos al altar, “sosteniendo su papeleta en el aire para que sea bien visible y pronuncia en voz alta el siguiente juramento en latín: ‘Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido’”, detallan desde AFP.
Acto seguido, deposita su papeleta en un plato y la desliza en la urna frente a los escrutadores, se inclina ante el altar y vuelve a su silla.
Una vez recogidas todas las papeletas, un escrutador agita la urna para mezclarlas, las transfiere a un segundo recipiente y luego otro las cuenta.
Dos escrutadores anotan los nombres, mientras que un tercero los lee en voz alta y perfora las papeletas con una aguja en el punto en el que se encuentra la palabra “Elijo”. Los revisores verifican que no haya errores.
Ahora a los números
Si ningún cardenal obtuvo la mayoría de votos, los electores proceden a una nueva votación. Salvo el primer día, se prevén dos por la mañana y dos por la tarde hasta la proclamación de un papa.
Las papeletas y las notas tomadas por los cardenales se queman en una estufa cada dos rondas de votación. Recordemos que todo esto pasa en la Capilla Sixtina. Entonces, la capilla cuenta con dos estufas conectadas a la misma chimenea de la que sale la única indicación de lo que ocurre en el interior.
En una estufa, la más antigua, se queman las papeletas de votación y las notas de los cardenales. La otra, más moderna, sirve para anunciar el resultado de la votación. De esta última, con ayuda de productos químicos, sale humo negro (si los cardenales no llegan a un acuerdo) o blanco, cuando se ha elegido a un nuevo papa. La chimenea es visible por los fieles desde la plaza de San Pedro.
Si han pasado tres días y no se ha logrado el nombramiento de un pontífice, la votación se suspende para un día de oración.
Vale la pena recordar que el cónclave que eligió a Juan Pablo II empezó el 14 de octubre de 1978 y finalizó dos días después, el 16 de octubre cuando pasaron ocho rondas de votación. La de Benedicto XVI fueron cuatro rondas de votación en un cónclave que comenzó el 18 de abril y terminó el 19 de abril de 2005.
El que eligió a Francisco, tuvo cinco rondas de votación, empezó el 12 de marzo y terminó al día siguiente, en 2013. Quien gane lo debe hacer por una mayoría de dos tercios más uno.
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Por ejemplo, cuando Joseph Ratzinger fue elegido como Benedicto XVI ganó con 84 votos de 115 posibles y en una cuarta ronda de votación. En este caso, quien gane, deberá sacar 91 o más votos.
Cuando haya entonces un candidato que alcance esa cifra de votación, el cardenal elegido deberá responder a dos preguntas del decano: “¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?” y “¿Cómo quieres ser llamado?”. Si responde sí a la primera, se convierte en papa y obispo de Roma.
Después de ser elegido, y antes de entrar en la logia de San Pedro para su primera aparición pública, el nuevo papa reza una oración breve, personal y en silencio, frente al Santo Sacramento, dentro de la capilla Paulina, tras terminar su oración van pasando los cardenales, uno por uno, a expresar un gesto de respeto y obediencia al nuevo papa, antes del anuncio a los fieles.
Para el anuncio vuelve todo el recorrido protocolario hacia la Basílica de San Pedro y es allí donde termina oficialmente el cónclave, con la proclamación del nuevo papa y la famosa frase Habemus papam, que en español significa “Tenemos Papa”.
Y ahí, en ese instante, el nuevo Papa sale al balcón de la basílica de San Pedro para impartir su bendición urbi et orbi (a la ciudad y al mundo).
Lo que se dice de este cónclave
Desde hace varios días las cuentas y los números preocupan a algunos. Por ejemplo, la representación europea aún domina, pero menos que en la última elección.
Entre los cardenales electores, los del Viejo Continente serán los más numerosos con 53 representantes, es decir, el 39%.
Tras los cardenales europeos le siguen este año los de Asia (23), América del Sur y Central (21), África (18), América del Norte (16) y Oceanía (4), según datos entregados por el Vaticano.
Italia volverá a ser el país más representado en las deliberaciones, con 17 participantes, aunque este número es inferior a los 28 de 2013.
Estados Unidos con 10 y Brasil con siete, completan el podio de países con más cardenales participantes en el cónclave. Francia y España cuentan con cinco cada uno.
Argentina, el país natal de Francisco, tendrá cuatro representantes, al igual que Canadá, India, Polonia y Portugal.
Costa de Marfil, con dos cardenales electores, será el único país africano que contará con más de un cardenal en el cónclave.
Los nombres y particularidades
Carlos Osoro Sierra, nombrado arzobispo de Madrid (España) en 2014 por el papa Francisco es el mayor de los cardenales electores, tiene 79 años y aunque cumplirá 80 el 16 de mayo tendrá derecho a elegir papa, según reza el artículo 33 de la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis.
El más joven es el arzobispo de Melbourne (Australia), Mykola Bychok, de 45 años, 2 meses y 69 días, elevado a la púrpura cardenalicia en diciembre de 2024.
De los 135 cardenales convocados al cónclave, 108 fueron nombrados por el papa Francisco: 40 en Europa, 20 en Asia, 19 en América Central y del Sur, 15 en África, 10 en América del Norte y 4 en Oceanía. Benedicto XVI nombró a 22 y Juan Pablo II a cinco.
Algunos de los cardenales ya han expresado, en declaraciones, que recoge la agencia AFP, que afrontan esta misión con “aprensión”, “responsabilidad” y “esperanza”, al tiempo que comenzaron a esbozar el perfil del futuro papa: un “unificador”.
Hay medios de comunicación y hasta un libro escrito en 2020, de Edward Pentin, llamado El próximo papa: Los principales candidatos cardenales, en los que se vienen barajando nombres para llegar al máximo puesto de la Iglesia.
Desde África piden un papa negro. El cardenal ghanés Peter Turkson dijo en 2010 que no estaba preparado para convertirse en papa y que, tal vez, la Iglesia católica tampoco estaba lista. “Pero más de 15 años después, este influyente prelado africano se perfila como uno de los favoritos”, según AFP.
Otro nombre que se baraja en medios como en The Washington Post es el del cardenal sueco Anders Arborelius (75 años), considerado uno de los favoritos. Justo esta semana, Arborelius habló para la televisión sueca y dijo que no espera ser elegido en el próximo cónclave.
Charles Maung Bo (Birmania), arzobispo de Rangún, es a sus 76 años otro nombre que resuena. Fue nombrado cardenal en 2015 y se convirtió en el primer y único purpurado de su país. La BBC y el diario The Independent ubican de primero en su listado al italiano Pietro Parolin, de 70 años, un diplomático de gran experiencia que ejerció como secretario de Estado –Nº 2 del Vaticano– durante casi todo el pontificado de Francisco y es un hombre de primer plano en la escena internacional.
Y The New York Times destaca a Pierbattista Pizzaballa, de 60 años, franciscano y teólogo italiano que habla hebreo e inglés, y llegó a Jerusalén en 1999. Otro nombre que suena fuerte es el del asiático Antonio Tagle, de Filipinas, que por sus acciones se ha ganado el apodo del “Francisco asiático”.
En otra entrevista, el purpurado luxemburgués Jean-Claude Hollerich respondió “¿Por qué no?” a la pregunta de si podrán elegir un papa africano o asiático. “Más que la región geográfica, hay que fijarse en las competencias y las personalidades, ya que un papa es siempre un unificador”, agregó Hollerich.
En definitiva, y sea quien sea el elegido, no tiene una tarea fácil tras los doce años de pontificado del primer papa latinoamericano, que estuvieron marcados por las reformas y un estilo sencillo.