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De Turbo a Tumaco: los rincones donde nació el talento de la Colombia que terminó tercera en el Mundial Sub-20

Del Caribe al Pacífico, del Eje Cafetero a los Llanos, la Colombia Sub-20 es el reflejo de un país que sigue encontrando en el fútbol su manera más pura de soñar.

  • De Turbo a Tumaco: los rincones donde nació el talento de la Colombia que terminó tercera en el Mundial Sub-20
  • El técnico César Torres sigue a cargo de las Selecciones Sub-20 y una de sus labores es la de identificar nuevos talentos. FOTO getty
    El técnico César Torres sigue a cargo de las Selecciones Sub-20 y una de sus labores es la de identificar nuevos talentos. FOTO getty
hace 16 minutos
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En el rostro de cada jugador de la Selección Colombia Sub-20 que alcanzó la tercera posición mundial, hay una historia que se extiende mucho más allá del fútbol. Cada pase, cada carrera y cada gol llevan consigo un acento distinto, un paisaje, una manera de entender el juego. Porque si algo reveló esta camada es que el talento colombiano sigue brotando desde los rincones más diversos del país, desde los barrios polvorientos del Caribe hasta las riberas del Atrato o las montañas antioqueñas. El fútbol, una vez más, es el hilo que cose a un país fragmentado por geografías, pero unido por la pelota.

Antioquia, tierra de tradición formadora, volvió a ser un epicentro de talento. Luis Mena, nacido en Turbo, y Weimar Vivas, oriundo de Vigía del Fuerte, son producto de esa Antioquia profunda, la que no se limita al brillo de Medellín, sino que se expande hacia las zonas ribereñas del Atrato, donde la pasión por el balón se mezcla con la vida comunitaria. De allí, de canchas que muchas veces son de tierra o cemento, surgen defensores y volantes con carácter, moldeados por la competencia constante y el empuje que históricamente ha caracterizado a los jugadores antioqueños. Junto a ellos aparece Emilio Aristizábal, nacido en Medellín, representante de una escuela más estructurada, nutrida por el trabajo de instituciones como Atlético Nacional, y por el legado de formadores como Carlos “Piscis” Restrepo y Alejandro Restrepo, quienes han hecho de la pedagogía futbolística un arte.

Sin embargo, el mapa se amplía hacia el Eje Cafetero, donde Pereira se consolida como un foco creciente de talento. De allí provienen Óscar Perea y Julián Bazán, dos nombres que confirman el renacimiento de una región que ha brillado con figuras como Juan Camilo “Cucho” Hernández o antes Rubén Darío Hernández. En los últimos años, la escuela pereirana ha sabido combinar trabajo técnico con proyección humana, y ha logrado abrir puertas a jóvenes que mezclan garra, disciplina y sensibilidad táctica. El éxito de sus canteranos es, también, la recompensa a años de esfuerzos silenciosos de entrenadores como Héctor Fabio Ospina y los programas de formación locales.

Más al sur, el talento del Pacífico mantiene su voz inconfundible. Desde Istmina (Yeimar Mosquera) y Bojayá (Jhon Rentería), en el Chocó, hasta Tumaco (Luis Landázuri y Néiser Villarreal) y El Charco (Juan Arizala), en Nariño, se dibuja una línea de oro que explica por qué el fútbol es mucho más que un deporte en estas zonas: es una vía de escape, una esperanza. En estas tierras golpeadas por el olvido y la violencia, el balón se convierte en símbolo de resistencia. Los niños crecen jugando en playas o calles húmedas, con el mar y la selva como telón de fondo, desarrollando una técnica natural, una cadencia diferente. En Tumaco, la Escuela Los Traviesos y el Club La Dorada son semilleros reconocidos; en Istmina, la labor de entrenadores como Julio Mosquera y Carlos Angulo ha sido vital para que jóvenes de origen humilde encuentren en el fútbol una salida digna. La Sub-20, con varios de ellos en su nómina, es un espejo donde se refleja la tenacidad de esa Colombia que rara vez ocupa titulares, pero siempre deja huella en la cancha.

El Caribe, por su parte, sigue siendo una cantera inagotable de talento ofensivo y carisma. Jordan Barrera (Soledad, Atlántico), Joel Canchimbo (Malambo, Atlántico), Carlos Sarabia (Cartagena) y Royner Benítez (Turbaco) representan esa escuela alegre y creativa que ha dado al país a figuras como Carlos Bacca. Allí, la pelota se juega con ritmo de tambor, con improvisación y picardía. En la Costa, el fútbol es un acto social: los partidos en las calles de Soledad o los barrios populares de Cartagena son una escuela sin pizarras, donde los chicos aprenden a dominar el balón antes que a escribir su nombre. Las academias de la región, como Killa FC, Real Cartagena y Barranquilla FC, han sido fundamentales en el salto de estos jóvenes al profesionalismo, gracias al trabajo constante de formadores como Óscar Morantes y Fernel Díaz, quienes han hecho de la intuición caribe una virtud técnica.

El Magdalena también aporta su cuota de magia. José Cavadía, nacido en Santa Marta, y Jordan García, oriundo de El Retén, recuerdan que el legado de esta región va más allá de la memoria de Carlos “El Pibe” Valderrama y Radamel Falcao García. En los últimos años, Santa Marta ha reactivado su tradición futbolera a través de escuelas como la de Adán Pacheco y proyectos comunitarios que buscan rescatar jóvenes de entornos vulnerables. De esas canchas calurosas salen futbolistas con elegancia y visión, con ese estilo pausado y cerebral que ha caracterizado al Caribe central.

Más hacia el interior del país, el Tolima también dice presente con Simón García, nacido en Ibagué, una ciudad que se ha ganado un lugar en el mapa del fútbol colombiano por su constancia y orden. Deportes Tolima y sus divisiones menores son ejemplo de una estructura sólida que combina competencia y acompañamiento humano, fruto del trabajo de décadas de técnicos como Hernán Torres. Desde allí emergen jugadores con mentalidad fuerte y formación táctica, acostumbrados a los rigores de un fútbol moderno como el mismo James Rodríguez

No menos simbólico es el aporte de regiones tradicionalmente alejadas del radar futbolístico, como Arauca, cuna de Joel Romero, un delantero que refleja la expansión del mapa del fútbol nacional hacia los Llanos Orientales. En departamentos donde el balón apenas empieza a competir con los caballos y el joropo, nuevas escuelas como Academia Arauca o Llaneros FC están sembrando una semilla que promete dar frutos en la próxima década.

Y en medio de todo este mosaico aparece Alexei Rojas, nacido en Basildon, Inglaterra, hijo de colombianos y formado en la estructura del Arsenal. Su presencia es un recordatorio de que el talento colombiano también se dispersa en la diáspora, de que las raíces viajan y florecen donde haya disciplina y amor por la camiseta tricolor.

Esta selección Sub-20, más que una generación dorada, es el retrato de un país diverso, desigual, pero fértil en sueños. Es la muestra de que el fútbol colombiano se está descentralizando, que ya no depende exclusivamente de las grandes urbes, sino que se nutre de municipios ribereños, pueblos del Pacífico, zonas rurales del Caribe y ciudades intermedias del interior. Las regiones que llevan la batuta —Antioquia, el Pacífico y el Caribe— lo hacen no solo por su talento natural, sino por la red silenciosa de entrenadores, dirigentes y familias que creen en el poder transformador del deporte.

Cada jugador es una historia de esfuerzo y territorio. En sus botas viaja el barro de Turbo, la brisa de Soledad, la humedad de Tumaco, el sol de Santa Marta, la niebla de Ibagué y la esperanza de Arauca. Juntos, tejieron un tercer puesto que sabe a futuro.

Scouting en las tierras olvidadas

La Federación Colombiana de Fútbol cuenta con un sistema de scouting que opera a través de un equipo técnico y se apoya en la identificación de talento en los clubes afiliados de todo el país, incluyendo las categorías inferiores y juveniles, como se evidencia en las convocatorias para torneos juveniles y en los programas de desarrollo de arqueros. Aunque no se publican los nombres de quienes hacen parte de ese equipo de buscadores, se infiere que la Federación dispone de una red de ojeadores que trabajan en conjunto con los cuerpos técnicos de las selecciones para identificar jugadores con potencial de desarrollo que puedan integrarse al proyecto de selecciones nacionales.

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