“A Ilsa nadie la conoce, pero ha ganado todo”, responde su entrenador, Jacinto Benavides, cuando se le pregunta por la joven promesa de la jabalina nacida en el Chocó y criada en Currulao, corregimiento de Turbo. Con apenas 16 años, esta atleta ya suma títulos que a otros les toma una vida conquistar. Lo hace en una cancha de tierra, entre charcos y maleza, desde donde aprendió a transformar la precariedad en impulso.
La historia de Ilsa está marcada por la resiliencia. Llegó a Urabá desplazada por la violencia y creció bajo el cuidado de su abuela. El atletismo apareció casi por azar: un día, cuando tenía once años, la enviaron a la cancha porque la consideraban “muy necia”.
Benavides la probó en varias disciplinas para ver dónde encajaba: primero como velocista, en carreras y relevos. Hasta que un día, entre tantas pruebas más, descubrió lo inesperado. “Con once años lanzó 40 metros. Fue raro ver una velocista que también tuviera tanta fuerza para lanzar”, recuerda el entrenador. Ese día nació la lanzadora.
Desde entonces, Ilsa entrena en condiciones que contrastan con sus resultados. Corre y lanza en una cancha sin medidas reglamentarias, donde cuando llueve el barro la atrapa y cuando hace sol la hierba invade el terreno. Los implementos no siempre son los adecuados, y muchas veces los viajes a competencias se logran con apoyo comunitario o de última hora.
“Todo lo hace desde lo rural, desde lo empírico, desde la precariedad. Ese es su sello”, explica Benavides. Y quizá sea esa mezcla de potencia natural y velocidad lo que la distingue del resto.
Los resultados hablan por ella. En los últimos dos años, Ilsa ha brillado en escenarios nacionales e internacionales: campeona iberoamericana, medallista suramericana, doble oro en el Nacional Sub-18 y en la Copa Nacional de Lanzamiento, además de conquistar el Suramericano Escolar.
Su mayor hazaña llegó este 2025, cuando en Bogotá alcanzó los 53,83 metros y se adueñó del récord nacional Sub-18 en lanzamiento de jabalina, superando la marca de 53,44 que Valentina Barrios mantenía desde 2019. Ese registro la ubica como la séptima mejor del mundo en su categoría, un dato que sorprende si se tiene en cuenta que se entrena en una cancha de polvo.
“Hoy que Ilsa sea la séptima mejor del mundo es genial, porque cuántos colombianos pueden decir eso entrenando en una cancha de tierra”, reflexiona Benavides con orgullo.
El debut de Ilsa como promesa del deporte en Urabá llegó este viernes en Currulao. Allí se inauguraron los Primeros Juegos Afrodescendientes de Antioquia, con la participación de más de 600 deportistas de once municipios de Urabá. Ilsa fue protagonista en el acto inaugural: portó la Llama Olímpica en un recorrido que unió tradición y futuro, deporte e identidad.
El evento reunió disciplinas como fútbol, voleibol, atletismo y prácticas tradicionales como el canotaje ancestral y el garruchómetro. Para las autoridades locales, estos juegos son una apuesta histórica para exaltar la identidad afro y la resiliencia de un territorio que ha dado campeones como Caterine Ibargüen y Yuberjén Martínez.
“Urabá siempre ha sido cantera de campeones. Estos juegos son la oportunidad de resaltar ese talento y mostrar que el deporte también es identidad y orgullo afro”, destacó Marcos Ibargüen, gerente de deportes de Turbo.
La otra cara de ser deportista
El brillo de Ilsa contrasta con el panorama nacional. Colombia vive una de sus peores crisis deportivas en décadas. Tras perder la sede de los Juegos Panamericanos 2027, el país enfrenta ahora un drástico recorte presupuestal: de 1,3 billones en 2024, el Ministerio del Deporte pasará a 464 mil millones en 2025 y apenas 312 mil millones en 2026.
Atletas como Rigoberto Urán y Ángel Barajas han levantado la voz para advertir que este ajuste amenaza el ciclo olímpico rumbo a Los Ángeles 2028. “El deporte es demasiado importante para transformar la juventud de Colombia”, dijo Urán, mientras Barajas pidió directamente al presidente Gustavo Petro que no le falle al deporte nacional.
En contraste, durante la inauguración de los Juegos Afro, el gobernador Andrés Julián anunció inversiones por más de 20 mil millones de pesos en infraestructura deportiva y vial para Urabá. Una cifra significativa, frente al déficit estructural que golpea a miles de atletas que, como Ilsa, entrenan en condiciones precarias.
Ilsa ya sabe hacia dónde quiere lanzar sus sueños: seguir compitiendo y llegar a los Olímpicos de la Juventud. Una meta muy clara para alguien que lo ha ganado todo desde sus inicios.
“Es apenas el comienzo”, insiste Benavides, quien la acompaña como entrenador y, de alguna manera, como figura paterna, pues ha sido quien la ha impulsado en este camino. Ella, por costumbre, lo llama “apá”.
Mientras tanto, en la cancha de Currulao, Ilsa sigue midiendo distancias, recogiendo la jabalina y corriendo entre barro y hierba. Allí, donde empezó todo, también se forjan los sueños de otros jóvenes que, como ella, buscan hacerse visibles a través del deporte.
Entérese: ¿Qué hay de la vida de los medallistas olímpicos del país? Esto hacen hoy