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El tiro en el pie

Despertamos con una nueva crisis en las relaciones exteriores. El problema es que no hay diplomacia que resuelva el zaperoco.

hace 5 horas
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Por Juan David Ramírez Correa - columnasioque@gmail.com

La historia dice que el vínculo entre Colombia y Estados Unidos se ha construido mutuamente creando una relación de gran valor geopolítico, económico y de seguridad, que le ha permitido a nuestro país consolidarse como un bastión democrático en una región caldeada por aires populistas.

Los tiempos de la banana republic eran otros. Hoy Estados Unidos es el principal socio comercial e inversor de Colombia, con una balanza de $14.000 millones de dólares y el hecho de que el 30% de las exportaciones colombianas vayan a ese país no es una bobada. Nuestro café no sería famoso si allá no tuviera mercado. Lo mismo pasa con el aguacate, que no tendría posibilidades si los estadounidenses no comieran tanto guacamole. Ni hablemos de lo que significan las flores y los bananos colombianos y si vamos a lo más pequeño hablemos de lo que representa para una empresa colombiana exportar panelitas de coco a Estados Unidos. La lucha contra el narcotráfico también ha estado en la ecuación, son más de $12.000 millones de dólares recibidos y no dejemos a un lado el significado de las remesas: cerca del 50% de las que llegan a Colombia provienen de Estados Unidos, dando sustento a miles de familias que dependen de seres queridos que viven en ese país.

Al final, la importancia de la relación se mide por las vidas que afecta. Está claro: Colombia debe tener buenas relaciones con Estados Unidos, de lo contrario, sería como si el país se pegara un tiro en el pie.

El problema es que eso es no está pasando y las malas relaciones marcan la agenda por la falta de diplomacia del gobierno de Gustavo Petro. Cosa que no es nueva. ¿Recuerdan aquellos trinos del presidente a las 3:41 a.m., llenos de elucubraciones sobre deportaciones de colombianos en vuelos militares? Ese amanecer llegó con la amenaza de un incremento en los aranceles de comercio, cosa que podría haber quebrado al país.

Pero no se aprende. La semana pasada, Estados Unidos llamó a su máximo representante en Colombia a consultas, algo que no ocurría desde hace más de un siglo, motivado por “las declaraciones infundadas y reprobables provenientes de los más altos niveles del Gobierno colombiano”. Se refería a las teorías conspirativas de Petro sobre un supuesto golpe de Estado que involucra a congresistas y al secretario de Estado.

Vuelve y juega: despertamos con una nueva crisis en las relaciones exteriores. El problema es que no hay diplomacia que resuelva el zaperoco. Miren, faltan pocos días para saber si Estados Unidos certifica a Colombia en la lucha contra el narcotráfico y la cosa no pinta nada bien (los cultivos de coca crecieron cuatro veces más que hace una década). Adicionalmente, la tensión empieza a generar zozobra en inversores directos y exportadores, las solicitudes de visa se complican y las medidas que se avecinan pueden ser tan duras como los golpes de mesa que suele dar Donald Trump con o sin razón. Esas son las cosas que este gobierno no dimensiona y mientras tanto como el de las gafas: viendo el problema con la óptica trasnochada de la opresión yanqui y acomodando el discurso para hacer política populista con una narrativa ideologizada y de persecución. ¿Grave? Por supuesto y lo malo es que esta crisis tiene cara de terminar como un tiro en el pie.

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