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No podemos validar lo incorrecto

A decir verdad, quedé de una sola pieza al venir este comentario de una persona preparada e informada. Me pregunto: ¿será que estamos empezando a validar como sociedad ciertas actuaciones inmorales e indecentes?

hace 5 horas
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  • No podemos validar lo incorrecto

Por Juan Camilo Quintero M. - @JuanCQuinteroM

Siempre he admirado a Alejandro Gaviria por su intelectualidad y conocimiento de Colombia en sus problemas más estructurales; un racionalista que, encubierto de números y datos, encierra filosofía y, a ratos, nos pone a soñar con una Colombia voluntarística en términos prospectivos. Sin embargo, cuando aceptó ser ministro en el gobierno de Petro, tuve muchos sinsabores. Con el tiempo pensé: un hombre bueno en esencia y muy técnico puede ayudar a contener la debacle que viene, a pesar de haberse comportado como un político tradicional que ataca en campaña sacando a flote lo peor de su contrincante, pero posteriormente —y sin vergüenza, alejado de su coherencia— acepta estar en el gabinete de quien él mismo atacó ferozmente y vaticinó que sería lo peor para Colombia. Vaya disyuntiva para él: estar en la oposición haciendo contrapeso o ayudar a corregir el daño desde adentro. Le doy el beneficio de la duda cuando optó por lo segundo, esto por su recorrido y, quizás, porque actualmente no podemos sacrificar a los líderes buenos en Colombia por haber tomado una mala decisión en su momento. Adicional a ello, considero que sería fatal seguir sacando los errores del pasado a las buenas personas que han tenido una hoja de vida proba y a quienes necesitamos hoy y en adelante para afrontar lo que se viene.

Todo lo contrario sucede con quienes, a pesar de ser testigos fieles desde la intimidad del actual gobierno, se han mantenido o se mantuvieron en cargos de muy alto nivel a pesar de las evidencias. Entre ellos, Laura Sarabia, Álvaro Leyva, Luis Gilberto Murillo, Luis Carlos Reyes, entre otros, quienes renunciaron —a decir verdad— tarde, como quien es testigo de un delito y connive con este: se repite y sigue siendo testigo fiel y, sin vergüenza, no denuncia y se aferra a su cargo de poder, por vanidad, por estrategia o, inclusive, hasta por falta de carácter. Siempre me he preguntado por qué en nuestra sociedad, a menudo, “no cambiamos de opinión a pesar de las evidencias”. ¿Cómo se comporta la mente de un ser humano que, a pesar de ser testigo fiel de la decadencia y la destrucción, se aferra a una posición y se convierte en aliado de un sistema que hoy muestra más evidencias que percepciones sobre lo mal que se está liderando nuestra Nación? Algo similar sucedió en Medellín, y hoy vemos las consecuencias.

Hace unos días, a raíz de la renuncia de Laura Sarabia, alguien me decía: “qué vieja tan tesa, tan capaz y valerosa al renunciar por no estar de acuerdo quién sabe con qué”. A decir verdad, quedé de una sola pieza al venir este comentario de una persona preparada e informada. Me pregunto: ¿será que estamos empezando a validar como sociedad ciertas actuaciones inmorales e indecentes? ¿Se nos están volviendo paisaje las malas noticias y las ponemos en un lugar común y menos grave? ¿Validaremos a líderes que, a pesar de las evidencias y de ser testigos y coautores de la decadencia, los graduaremos de estrategas y valerosos, llenos de méritos? Pues no. Cuando esto ocurra de manera generalizada, Colombia perderá la esperanza.

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