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El proceso de Uribe: ¿justicia o castigo?

hace 3 horas
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Por Aldo Civico - @acivico

Si eres uribista, crees firmemente en la inocencia de Álvaro Uribe Vélez. Lo consideras el presidente que rescató a Colombia del abismo, el hombre que con valentía se enfrentó a la guerrilla, que devolvió la seguridad al campo y el orgullo a las fuerzas armadas. Si, en cambio, te inclinas hacia la izquierda, deseas verlo tras las rejas: como el emblema de la impunidad, el símbolo de una política ensangrentada, el líder que personificó la guerra y socavó la paz. Sin embargo, el juicio del expresidente no puede resolverse desde la devoción, ni el odio, ni por lealtades partidistas o la urgencia de un castigo histórico. Lo que debe prevalecer es un principio fundamental del Estado de derecho: la evidencia. Y en el proceso penal que enfrenta Álvaro Uribe, no existe una prueba clara, concluyente e irrefutable que demuestre su culpabilidad más allá de toda duda razonable. Las declaraciones de los testigos son contradictorias, algunas incluso absurdas. No hay evidencia directa de órdenes de Uribe para manipular testigos. Además, la Corte Suprema, que inició la acusación, actuó como investigadora y juzgadora, distorsionando el debido proceso. Si la ley es la guía, la única decisión coherente es declarar a Uribe inocente por falta de pruebas.

Sin embargo, este juicio va más allá de lo jurídico. Es una representación simbólica del drama no resuelto de la nación. Desde una perspectiva antropológica, actúa como un ritual donde la sociedad canaliza sus tensiones a través del sacrificio de figuras polarizantes. Uribe se ha convertido en un tótem viviente de las tensiones de una Colombia fragmentada: para algunos, es la autoridad redentora que devolvió orden; para otros, el caudillo que lo hizo por la fuerza. Para sus aliados, es el héroe incomprendido; para sus detractores, el símbolo de la impunidad. Como ha explicado René Girard, en contextos de alta tensión, las sociedades tienden a canalizar sus conflictos en figuras visibles que terminan cargando con un peso simbólico desproporcionado. En Uribe, Colombia proyecta su miedo y su deseo de redención.

De hecho, a lo largo del tiempo, Álvaro Uribe Vélez se ha convertido en un referente político que encarna tensiones no resueltas en Colombia. Su figura proyecta interpretaciones opuestas sobre el papel del Estado, el uso de la fuerza, la relación entre seguridad y derechos, y la brecha entre el centro urbano y las regiones olvidadas. Su trayectoria política ha provocado debates que reflejan diferencias ideológicas y heridas colectivas sin resolver. Pero Colombia no sanará castigando figuras que encarnan parte de su historia. La auténtica sanación se logrará al enfrentar sus fantasmas, su historia desgarradora y su profundo trauma, y al dejar de repetir la misma guerra con diferentes rostros. Este lunes, la jueza tiene en sus manos algo que trasciende una simple sentencia; se le presenta la oportunidad de recordarnos que, sin evidencias, la justicia es solo una ilusión vacía y que, sin justicia, la nación se desmorona en el caos.

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