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“En China, Colombia tiene una oportunidad inmensa”: Luis Diego Monsalve Hoyos

El exembajador colombiano en China, Luis Diego Monsalve Hoyos, publico el libro El dragón amurallado, que es una memoria de su paso por el gigante asiático.

  • Luis Diego Monsalve Hoyos fue concejal de Medellín a los 25 años, trabajó en el gobierno de Andrés Pastrana y forjó una empresa familiar de éxito. FOTO Cortesía
    Luis Diego Monsalve Hoyos fue concejal de Medellín a los 25 años, trabajó en el gobierno de Andrés Pastrana y forjó una empresa familiar de éxito. FOTO Cortesía
Daniel Rivera Marín

Editor General

hace 48 minutos
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Durante casi cuatro años, Luis Diego Monsalve Hoyos fue la cara de Colombia en Pekín; fue embajador durante la presidencia de Iván Duque y tuvo a su cargo la visita del presidente a las tierras de Mao; meses después de esa pericia diplomática, tuvo que vivir en primera fila el estallido del covid-19 y ver de cerca al país que aquí muchos siguen imaginando rural y atrasado pero que es la fábrica del mundo. En su libro El dragón amurallado está el testimonio de esos años. Hablamos con él.

Ir a China es viajar a un lugar donde los códigos occidentales se pierden ¿cómo fue para usted esa experiencia?

“Yo estuve casi tres años y medio como embajador, fue en el gobierno del presidente Iván Duque, desde comienzos de 2019 hasta 2022. China no me era totalmente desconocida, pero tampoco era un experto. Ya la había visitado y tenía relaciones comerciales por mi actividad empresarial, pero era la primera vez que vivía y trabajaba allá. No hablo mandarín. Es un idioma muy complicado que, después de haber estado allá, creo que hay que aprender de joven y con tiempo. Se necesitan por lo menos un par de años. Al principio intentamos con mi esposa tomar clases con una profesora que iba a la casa; duramos dos o tres meses y aprendimos algunas cosas básicas, pero nos dimos cuenta de que, en términos de costo-beneficio, era muy difícil llegar a un nivel realmente útil.

Pero hoy China tiene algo muy particular: tanta tecnología, que las aplicaciones facilitan todo. Por ejemplo, en WeChat uno puede escribir en español o en inglés y a la otra persona le llega el mensaje traducido al chino y a uno le llega de vuelta traducido. Eso hace la vida muchísimo más fácil. Creo que hace 20 años era muchísimo más difícil”.

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En el libro cuenta que entró muy joven a la política, fue concejal de Medellín a los 25 años. ¿Cuál es ese camino que lo llevó hasta China?

“Soy abogado de la Universidad Pontificia Bolivariana. Luego hice una maestría en negocios en Eafit y más adelante una maestría en administración pública en la Escuela de Gobierno de Harvard. Ahí se ve ese doble perfil: sector público y sector privado.


Fui concejal de Medellín; en el gobierno de Andrés Pastrana estuve en Ferrovías. He estado en varias juntas de entidades públicas. También acompañé en su momento la campaña del presidente Uribe. Después me concentré varios años en el tema empresarial, en un emprendimiento familiar: New Stetic, una empresa muy orientada a la exportación.


Por coincidencias de la vida conocí a Iván Duque hacia 2014 o 2015, cuando acababa de llegar del BID. y luego fue elegido senador con Uribe. Nos hicimos amigos, empezamos a vernos seguido, a conversar, a coincidir en eventos”.

En el libro dice que Colombia ha ignorado a Asia...

“Siempre he pensado que Colombia es un país que no mira mucho más allá de sus narices. Lo dicen muchos analistas: somos cerrados, con poca proyección internacional. Dependemos muchísimo de Estados Unidos, que es nuestro principal aliado, lo cual no es malo, pero nos hemos quedado ahí. En New Stetic hemos estado muy orientados a la exportación: vendemos en más de 60 países, así que ya teníamos esa visión global. Asia, y en especial China, me llamaba mucho la atención, aunque no la conociera a fondo.

En Colombia hay todavía una visión muy atrasada de China: gente que cree que siguen siendo solo fábricas con personas trabajando 20 horas diarias, un país rural y retrasado. La realidad es que China ha tenido una transformación enorme en 40 años”.

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¿Cómo explica ese cambio?

La República Popular China tiene un sistema político comunista, de partido único, pero su sistema económico se transformó profundamente a finales de los setenta. Después de Mao llegó un líder, Deng Xiaoping, que planteó la política de ‘apertura y reforma’.


China a finales de los setenta era un país muy pobre, muy rural, con un PIB per cápita menor al de Colombia. Xiaoping dijo: “Abramos el país”. Empezó con ciudades como Shenzhen y otras en la costa del Pacífico, que se convirtieron en zonas especiales para atraer inversión extranjera. Occidente buscaba una plataforma de manufactura barata, con buena mano de obra y población educada. China la ofreció. Desde finales de los setenta hasta más o menos 2010–2015, el país creció durante más de 30 años a tasas superiores al 10 % anual. Eso genera una riqueza impresionante. Hoy China es la segunda economía del mundo, crece al 4–5% —que para Colombia sería la gloria—, tiene un PIB per cápita de cerca de 11.000 o 12.000 dólares, casi el doble del colombiano, y más de 100 ciudades de más de un millón de habitantes con desarrollos urbanos muy avanzados. La pobreza absoluta prácticamente se acabó; sigue habiendo gente pobre, pero con condiciones muy superiores a las de hace unas décadas”.

En 2019 llega como embajador... y le revienta encima la pandemia, ¿cómo fue eso?

“Lo cuento con detalle en el libro porque fue una experiencia muy fuerte y, al mismo tiempo, llena de aprendizajes. A finales de 2019 e inicios de 2020 empezamos a oír rumores de que algo pasaba en Wuhan. Había información, pero muy confusa; el tema se manejó con bastante reserva hasta que explotó. Cuando se confirmó lo que estaba ocurriendo, lo primero fue ocuparnos de los colombianos en Wuhan. Allí se originó el brote, y el gobierno chino aisló completamente la provincia. En el resto del país hubo restricciones, pero no un cierre total. China tiene una enorme capacidad de control: cámaras por todas partes, reconocimiento facial, aplicaciones obligatorias. El gobierno sabe dónde está cada persona en cada momento. Eso, que en Occidente se ve como una invasión a la privacidad, les permitió controlar de manera muy eficiente los primeros años de la pandemia. Mientras el resto del mundo estaba desbordado, China tenía muy pocos casos. Cuando aparecía un caso en un barrio, cerraban el barrio entero, aislaban a la persona, la llevaban a un sitio especial y no levantaban el cerco hasta controlar el contagio. Fue duro, pero funcionó. Para nosotros, en la embajada, cambió todo: pasamos de priorizar la agenda comercial y política a convertirnos en un centro logístico para AColombia. China era el gran productor de tapabocas, pruebas, ventiladores, y después vacunas. Organizamos el vuelo que evacuó a los colombianos desde Wuhan, gestionamos la llegada de equipos para UCI cuando las unidades estaban colapsadas, y luego las primeras vacunas Sinovac que llegaron al país. Durante los primeros meses de vacunación en Colombia, el 80–90 % de las dosis fueron de esa casa farmacéutica”.

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Usted organizó la visita de Duque a China. ¿Qué significó?

“Para un embajador, lograr llevar al presidente del país donde está acreditado es uno de los puntos más altos de su gestión. Y en este caso era, además, llevarlo a la segunda economía del mundo. Apenas me ofrecieron el cargo, en la primera conversación con el presidente Duque le dije: ‘Acepto, pero apuntemos rápido a una visita a China en los primeros seis meses’. Y así fue. Durante mis primeros meses en Beijing, más de la mitad del tiempo lo dediqué a organizar esa visita. Fueron cuatro días muy intensos. Duque viajó con ministros y una delegación empresarial de unas 70 personas: casi todos los grandes gremios del país con interés en China —floricultores, ganaderos, mineros, infraestructura, entre otros—. El Presidente tenía dos instrucciones muy claras: abrir más mercado para productos colombianos en China y atraer inversión china a Colombia. Un ejemplo concreto del fruto de esa visita fue el interés de empresas chinas en el metro de Bogotá. Se presentaron, compitieron y ganaron. Nosotros fuimos uno de los eslabones en esa cadena”.

Hoy Colombia vive una crisis diplomática seria con Estados Unidos. Muchos hablan de mirar hacia otros socios, como China...

“Lo primero es claro: hay que recomponer la relación con Estados Unidos. Es nuestro principal mercado, representa entre el 30 y 40 % de nuestras exportaciones. Eso no se reemplaza fácilmente. China es un gran mercado potencial, pero no es una solución de corto plazo. Abrir mercado lleva años: no solo depende de los gobiernos, sino de los empresarios que viajan, venden, negocian, construyen relaciones. Dicho eso, China tiene un interés enorme en América Latina en dos frentes: comercio e inversión. Es una economía gigantesca, con una población enorme y poca tierra disponible para producir todos los alimentos que necesita. Por eso compra masivamente soya, maíz, carne, frutas, minerales.

Países como Brasil, Argentina, Uruguay, Chile o Perú ya lo entendieron hace rato: para muchos de ellos, China es su principal mercado de exportación, incluso por encima de Estados Unidos. Brasil exporta 80.000 o 90.000 millones de dólares al año a China; Chile, cerca de 40.000; Perú, más de 30.000. Colombia, en cambio, exporta apenas unos 3.000 millones, casi todo petróleo crudo. Ahí hay una oportunidad inmensa. En agro y agroindustria podríamos, en unos años, duplicar o triplicar nuestras exportaciones a China, pasando de 3.000 a 7.000, 8.000 o 10.000 millones de dólares, si hacemos bien la tarea. Eso sería un impulso enorme para las regiones rurales”.

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