El mundo del fútbol se ha despertado con la más desgarradora de las noticias este jueves: el delantero portugués del Liverpool, Diogo Jota, de 28 años, y su hermano André Silva, jugador del Penafiel de la Segunda División de Portugal, fallecieron tras un trágico accidente de tránsito en la autopista A-52, a la altura de Zamora, España. La noticia cayó como un mazazo sobre el deporte rey. Según las autoridades, el vehículo en el que se desplazaban los hermanos sufrió la explosión de una llanta, se salió de la vía y se incendió inmediatamente. No hubo tiempo para reacciones ni rescates. Todo terminó en cuestión de segundos.
El dolor y la conmoción no tardaron en hacerse sentir. Desde Cristiano Ronaldo, quien compartió un emotivo mensaje en redes sociales (”Tu sonrisa, tu humildad, tu coraje. Descansen en paz, Diogo y André”), hasta Pepe, excompañero y capitán histórico, que no pudo contener las lágrimas en una entrevista televisiva, pasando por clubes de todo el mundo, la respuesta ha sido unánime: consternación, solidaridad y homenaje. El Liverpool, club donde Jota se había ganado el corazón de los hinchas con su garra, talento y goles decisivos, emitió un comunicado devastador: “Hoy no perdimos solo a un jugador. Perdimos a un hermano. A un guerrero. A un Red por siempre.” El Real Madrid también expresó sus condolencias, recordando los duelos memorables entre Jota y los blancos en Champions League.
Este nuevo episodio de dolor se suma a la extensa lista de tragedias que han teñido de luto el fútbol. Porque aunque los estadios suelen ser templos de alegría y esperanza, la historia del balompié también está escrita con tinta negra.
Tragedias que marcaron al deporte rey
El recuerdo de Diogo y André nos lleva inevitablemente a rememorar otras historias que desgarran el alma:
Tommy Ball (1923), defensor del Aston Villa, fue asesinado por su propio casero en un altercado absurdo. Su muerte, una de las primeras en la historia del fútbol profesional, reveló cuán vulnerables eran incluso los ídolos de la época.
La tragedia del Torino (1949) paralizó Italia. El mítico equipo, invencible en el Calcio, se estrelló en Superga. Murieron 31 personas, incluidos 18 jugadores. Aquel Torino era el corazón de la selección italiana.
El Manchester United (1958) también sucumbió al infortunio aéreo. En Múnich, siete jugadores murieron en el acto. El joven Duncan Edwards falleció días después. Solo dos salieron ilesos. Aquel accidente marcó un antes y un después en la historia del fútbol británico.
Gigi Meroni (1967), ícono del Torino, falleció atropellado tras comprar un helado. Poeta, pintor y genio del balón, su muerte sumió en tristeza a toda Italia.
Lutz Eigendorf (1983), estrella del fútbol de la Alemania, murió en lo que muchos creen fue una operación de la temida Stasi tras desertar al oeste. Su caso aún despierta sospechas y dolor.
Alianza Lima (1987) vivió una de las peores tragedias colectivas. Su avión cayó en el mar al regresar de un partido en la selva peruana. Murieron 43 personas. Solo sobrevivió el piloto.
Laurie Cunningham (1989), emblema del Real Madrid y pionero racial, se estrelló en Madrid. Acababa de lograr el ascenso con el Rayo Vallecano.
Juanito (1992), el alma del Real Madrid, murió cuando regresaba de ver a su equipo en la UEFA. El coche chocó de frente con un camión. Juanito dormía en el asiento del copiloto.
Andrés Escobar (1994) fue asesinado en Medellín tras su autogol en el Mundial. Su muerte simboliza la crueldad de una época violenta en Colombia. Aún hoy, es recordado con respeto y dolor.
Federico Pisani (1997), joven promesa del Atalanta, murió tras una noche de fiesta. Su dorsal fue retirado. Su historia sigue viva entre los hinchas.
Peter Dubovsky (2000), ex Real Madrid y leyenda del Oviedo, falleció en Tailandia tras caer en una cascada. Una muerte absurda que nos quitó a un genio precoz.
Marc-Vivien Foé (2003) murió en pleno partido entre Camerún y Colombia. Se desplomó solo. La miocardiopatía hipertrófica le arrebató la vida ante millones de espectadores. Su caída en la cancha marcó una era en la medicina deportiva.
Miklos Fehér (2004), húngaro del Benfica, también se desvaneció en el campo. Su sonrisa antes de caer quedó grabada para siempre en la memoria del fútbol europeo.
Albeiro Usuriaga (2004), el “Palomo”, ídolo de Nacional y América, fue asesinado en una calle de Cali. Tres días después debía irse a China a continuar su carrera.
José Luis “Garrafa” Sánchez (2006), mito de Laferrere, falleció tras un truco en moto. Sus fanáticos aún lo veneran como a un mártir del Ascenso argentino.
Elson Becerra (2006), figura de la selección Colombia, fue asesinado en Cartagena. Las balas destinadas a un amigo suyo también acabaron con su vida.
Antonio Puerta – Sevilla (2007)
El caso de Antonio Puerta es otro que estremeció al deporte. En un partido de la liga española, el jugador del Sevilla sufrió un paro cardíaco en la cancha. Aunque logró salir caminando, el problema se repitió en el vestuario. Tres días después, falleció, dejando a su club y a sus hinchas en un profundo dolor.
Piermario Morosini – Livorno (2012) El italiano Piermario Morosini murió en un partido entre Livorno y Pescara. Lo que conmovió aún más fue su historia personal: había perdido a sus dos padres y un hermano, y se ocupaba de cuidar a su hermana con discapacidad. Su muerte dejó al fútbol italiano y mundial en shock
Chapecoense (2016)
El club brasileño viajo en un chárter a Medellín, pero se estrelló en Cerro Gordo, una colina ubicada en La Unión, a 5 minutos de la pista de aterrizaje del aeropuerto José María Córdova. Solo sobrevivieron Ximena Suárez, auxiliar de vuelo; Erwin Tumiri, técnico de la aeronave, y los jugadores Alan Luiciano Ruschel, Jackson Folmman y Helio Zampier Neto, además del periodista Rafael Henzel.
José Antonio Reyes (2019)
Ídolo del Sevilla, también jugó en el Arsenal, Real Madrid o Atlético de Madrid entre otros grandes equipos. En 2019 el futbolista jugaba en el Extremadura, de segunda división. El 1 de junio de ese año viajaba desde Almendralejo hasta Utrera, su localidad natal, cuando una rueda de su Mercedes estalló y provocó el accidente mortal en el que también falleció su primo, Jonathan Reyes.
Maradona (2020)
La trágica muerte de Diego Armando Maradona ocurrió el 25 de noviembre de 2020, a los 60 años, debido a un edema agudo de pulmón secundario a una insuficiencia cardíaca crónica reagudizada. Su fallecimiento se produjo en una residencia privada en Dique Luján, provincia de Buenos Aires, mientras se recuperaba de una operación por un hematoma subdural. Se está llevando a cabo un juicio para determinar responsabilidades en sobre su cuidado médico.
Freddy Rincón (2022)
Legendario mediocampista colombiano, Rincón murió en abril de 2022 luego de sufrir un choque vehicular en Colombia. Su fallecimiento causó un profundo impacto en el mundo del fútbol sudamericano.
Juan Izquierdo (2024)
Defensor de Nacional de Uruguay, quien sufrió una arritmia cardíaca en pleno partido contra Sao Paulo. Con tan solo 27 años, Izquierdo dejó un vacío inmenso en el club tricolor y en el fútbol uruguayo. .
Y así podríamos seguir: las vidas de futbolistas apagadas por el destino, la imprudencia, la violencia o la tragedia fortuita. Hoy, esa lista vuelve a crecer con dos nombres que parecían destinados a compartir grandes momentos en el fútbol europeo: Diogo y André.
Un legado imborrable
Diogo Jota no solo fue un delantero brillante. Fue un ejemplo de lucha, de entrega, de humildad. Desde sus inicios en el Paços de Ferreira hasta su consagración en el Wolverhampton y su explosión en el Liverpool, donde se ganó el respeto de todos con sus goles y su carácter incansable. Su hermano André, más discreto pero igualmente apasionado, labraba su propio camino en el Penafiel con la misma disciplina.
Ambos compartían el sueño, el balón, el sacrificio. Y juntos partieron. Unidos por la sangre, por el fútbol... y por la tragedia.
Hoy el mundo del deporte llora por ellos. Pero su legado, como el de tantas otras estrellas que se marcharon antes de tiempo, seguirá vivo en las memorias, en las canchas y en cada niño que se atreva a soñar con ser futbolista. Como lo hicieron ellos.