Debe ser que ya estamos en esa edad. ¿Cuál edad? En la que miramos al pasado y nos parece que antes las cosas se hacían mejor. Para ponerlo en perspectiva: cuando era niño me parecía que Romario era el gran genio del fútbol, pero mi padre decía que decía eso porque no vi a Pelé ni a Garrincha; o cuando descubrí el Ride the lightning de Metallica, mi mamá me dijo que cómo iba a comparar esa basura con el siempre entendible Lucho Gatica, con el artero Julio Jaramillo. Pues no más hace tres días me dije: ¿Adónde se fue la Semana Santa? Es decir, no soy católico, pero en algún punto extrañé las procesiones larguísimas al lado de mis tías con cara de estreñimiento, vestidas de negro –el luto por el Señor– y sosteniendo con celo de desposadas un rosario de cuentas cafés.
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Los tiempos cambian, los seres humanos también, pero, raramente, hay una nostalgia por lo que fue. En Pathernope, la última película de Paolo Sorrentino, un cardenal napolitano dice: “Dios solo se esforzó cuando inventó la infancia feliz”. Bien, quizá es eso, la nostalgia de una felicidad precámbrica hecha de símbolos: ¿por qué está herido el Salvador? ¿Por qué llora una mujer vestida de negro? ¿Por qué hay un traidor entre los amigos de Jesús? ¿Cómo un hombre que muere nos salva?
Hoy la Semana Santa es un producto más, quién lo creyera. Su origen hebreo cada vez está más borrado, aunque para los no entendidos, lo que conocemos como la última semana fue la celebración de la pascua –pesaj, en hebreo, una fiesta que recordaba la salida del pueblo abrahámico de Egipto, donde según el relato bíblico eran oprimidos–, resignificada después de la muerte de Jesús relatada en los evangelios.
El punto es que la Semana Santa tiene otra categoría, la de turismo religioso. Miramos los destinos más concurridos en Colombia. El año pasado más de 100.000 personas visitaron Popayán, Cauca, según datos publicados por la página Popayán Moderna Noticias. En Mompox, Bolívar, la ocupación hotelera llegó al 100% y el impacto económico superó los 23.972 millones de pesos, de acuerdo con el Informe de Medición de Impacto Semana Santa Mompox 2024, publicado por el Instituto de Cultura y Turismo del Bolívar (Icultur). Y en Antioquia, las autoridades proyectaron el paso de más de 1,5 millones de vehículos y la llegada de 40.000 turistas internacionales durante la misma semana.
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No es este un texto de añoranza, si no del cambio de los tiempos. Ahora la Semana Santa es otra celebración. Además, las cifras no solo revelan el vigor con el que se mantiene la tradición católica en Colombia, sino también su evolución hacia una experiencia patrimonial, turística y económica. Según el DANE, en su Encuesta de Cultura Política 2023, el 59% de los colombianos se identifica como católico. Municipios como Popayán, donde las procesiones fueron declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2009, y Mompox, reconocida como Patrimonio de la Humanidad desde 1995, concentran el interés de visitantes nacionales e internacionales. Lo mismo ocurre en Villa de Leyva, Santa Fe de Antioquia y Boyacá, donde las celebraciones mezclan religiosidad, historia y eventos comunitarios.
Según cifras del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, durante la Semana Santa de 2024 se movilizaron más de 4,5 millones de viajeros en el país, beneficiando a más de 106.000 prestadores turísticos registrados (MINCIT, 31 de marzo de 2024). El turismo de fe dejó de ser una actividad marginal para convertirse en motor de desarrollo local en múltiples regiones.
La transformación de la Semana Santa sucede en todo el mundo. En algunos países de tradición católica como Alemania, los símbolos “paganos” -como el Conejo de Pascua- han ganado terreno. En España, las cofradías tradicionales han adaptado sus desfiles con nuevas tecnologías y espectáculos visuales. En Jerusalén, la liturgia de la Semana Santa se mantiene como un rito anclado a la geografía de los Evangelios, aunque cada vez más influido por el turismo.
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Mientras tanto, el catolicismo sigue reorganizándose como religión global. De acuerdo con un artículo publicado por Vatican News el pasado marzo, el número de católicos en el mundo creció un 1,15% entre 2022 y 2023, alcanzando los 1.406 millones de fieles. Sin embargo, este crecimiento es desigual: mientras África y América ganaron millones de creyentes, Europa perdió cerca de medio millón en el mismo periodo.
En el plano internacional, los destinos religiosos más visitados revelan el poder de convocatoria de la espiritualidad. El evento con mayor asistencia es el Kumbh Mela, en India, que en su edición de 2019 atrajo a más de 200 millones de personas, 50 millones de ellas en un solo día. En América Latina, el lugar sagrado más visitado es la Basílica de Guadalupe en Ciudad de México, que recibe más de 20 millones de peregrinos al año, según datos de la propia arquidiócesis y confirmados por la Enciclopedia Católica. Otros destinos como Fátima (Portugal), Lourdes (Francia), Varanasi (India) y el Vaticano en Roma completan la lista de los grandes polos de turismo espiritual global.
Filósofos y sociólogos están de acuerdo que las religiones monoteístas han entrado en un limbo extraño, poco se cree de verdad y el rito ha tomado otra dimensión. Ahora el rito es el de la experiencia del turismo: las monedas no se van a la alcancía de las velas sino al de los cluster. Por otro lado, el hueco que deja la fe es ocupado por los totalitarismos políticos, que venden un mensaje salvadorífico.
Algunas historias de Semana Santa
Hizo de Jesús en Filipinas por 36 años
Ruben Enaje, de 64 años, fue crucificado por 36ª y última vez en una localidad de Filipinas, donde el pasado Viernes Santo se vive de manera extrema con penitentes flagelándose hasta la sangre y otros clavándose voluntariamente en cruces.
Miles de filipinos y algunos turistas presenciaron el macabro espectáculo, que se produce cada fin de semana de Pascua y que la Iglesia desaprueba oficialmente en este país asiático, el único de mayoría católica.
La multitud más numerosa se reunió en la provincia de Pampanga, dos horas al norte de Manila, la capital, donde Enaje fue crucificado por 36ª vez bajo un sol abrasador.
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Fue su última crucifixión, afirmó a los periodistas minutos después de que le quitaran cuidadosamente los clavos que le atravesaban las palmas de las manos.
“No puedo hacerlo más. Tuvieron que apuntarme con ventiladores solo para que pudiera respirar normalmente”, relató.
Las temperaturas alcanzaron los 39º C. Momentos antes de ser subido a la cruz, Enaje causó un susto a la audiencia al tropezar en una pendiente, “empujado un poco más fuerte de lo habitual” por un hombre que interpretaba el papel de un soldado romano.
No es la primera vez que el sexagenario menciona la idea de retirarse, pero esta vez los responsables locales designaron a su sucesor: Arnold Maniago, otro veterano del Viernes Santo con 24 crucifixiones en su haber.
Mientras tanto, procesiones de hombres jóvenes con rostros enmascarados por pañuelos, la mayoría de ellos de entre 20 y 30 años, desfilaron hacia la cruz flagelándose la espalda y los hombros.
Pero los látigos, cubiertos de puntas hechas de fragmentos de bambú, rara vez bastan para hacer correr la sangre en las cantidades deseadas.
Un anciano muestra una herramienta de madera incrustada con vidrio afilado, utilizada para escarificar las espaldas de los penitentes.
En la cola del cortejo, muchos niños siguen las procesiones. Uno de ocho años azota la espalda de un hombre con el torso desnudo tendido en medio del camino.
Para Mark Palma la flagelación es más que un acto de penitencia. Con la espalda en carne viva, el joven de 30 años explica que participa en el ritual de flagelación desde los 15 años, para rezar por la salud de una hermana nacida con una malformación cardíaca.
Raymond Ducusin, de 31 años, detalla que comenzó a flagelarse en 2022 cuando sus padres tuvieron problemas de salud. Aunque su padre ya falleció, no tiene intención de detenerse.
Más de 10.000 personas acudieron a las sangrientas manifestaciones del Viernes Santo en Pampanga, según los funcionarios locales de San Fernando.
Antonio Banderas, 20 años desfilando en la Semana Santa en Málaga
El actor español no falta a la cita anual en su natal Málaga viviendo con fe e intensidad la Semana Santa. Banderas lleva 20 años participando en la procesión del trono de María Santísima de Lágrimas y Favores. El es el capataz de la Hermandad de la Virgen de Lágrimas y Favores y también participa en el traslado del Cristo de la Buena Muerte de Málaga, antes de la procesión el Jueves Santo habló ante los medios convocados en esta ceremonia religiosa y dijo que para él todo esto tenía un gran valor emocional: “Y si me permiten también teatral en el mejor sentido de la palabra, no de actuación falsa sino de la actuación verdadera del cuerpo de legionarios que desde hace ya casi 100 años está muy unido a la ciudad de Málaga”.
Añadió además que la Semana Santa para él es reunirse con su ciudad y consigo mismo, “es volver a lo que yo he sido toda mi vida. Es el no permitirme volar por ahí a ser otra persona”.
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Banderas defendió la labor social de las cofradías y la importancia de la solidaridad de dichas instituciones: “Detrás del oro repujado, de los mantos bordados, de la cera, de las flores, de todo lo que conlleva los cortejos procesionales, hay una labor más invisible, pero muy hermosa que se desarrolla durante todo el año”.
Es bien conocida la tradición de toda la región de Andalucía en España con relación a la Semana Santa. En la oficina de turismo de la región destacan no solo lo que pasa en Málaga, en dónde Antonio Banderas es tan activo, también resaltan la tradicional y multitudinaria “madrugá” de Sevilla; ir tras el paso del Cristo de los Gitanos en las colinas del Sacromonte de Granada; ser testigo de la solemnidad del Viernes Santo con el “Santo Encierro” en Huelva; presenciar la salida de “El Abuelo” la madrugada del Viernes Santo desde la Catedral de Jaén; sentir la pasión y entrega de los cofrades y hermandades de Cádiz; recorrer las calles de Córdoba entre sus silencios, el canto de una saeta, el sonar de las campanillas del capataz o ser testigos de excepción de los encuentros de las hermandades de Almería. Todo eso se vive en la Semana Santa en España.
El Papa confronta la “economía de Dios que no mata, ni aplasta” con la actual de “algoritmos e intereses implacables”
El Papa Francisco ha confrontado en las meditaciones escritas para el Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo de Roma la “economía de Dios que no descarta ni aplasta” con las “economías actuales de algoritmos e intereses implacables”. El Pontífice ha delegado en el cardenal Baldo Reina su presencia en el Vía Crucis tras su visita a la cárcel Regina Coeli de Roma en Jueves Santo, donde mantuvo un encuentro con 70 reclusos.
En sus meditaciones, el Papa habla de una economía “deshumana en la que noventa y nueve valen más que uno”. “Hemos construido un mundo que funciona de ese modo; un mundo de cálculos y algoritmos, de frías lógicas e intereses implacables”, ha escrito el Pontífice en sus reflexiones.
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Frente a ello, Francisco habla de la “economía de Dios que no mata, no descarta, no aplasta; es humilde, fiel a la tierra”. “Tu camino, Jesús, es el camino de las Bienaventuranzas: no destruye, sino que cultiva, repara, protege”, continúa el Papa en sus reflexiones.
En la introducción a las 14 Estaciones del Vía Crucis, Francisco escribe que en los pasos de Jesús camino del Gólgota “está el éxodo hacia una nueva tierra”, porque Cristo “vino a cambiar el mundo”, y por eso se debe “cambiar de dirección, ver la bondad de sus pasos”.
Y, en los distintos personajes del Vía Crucis, Francisco ha identificado experiencias “que todo hombre puede vivir”. “Como la de Simón de Cirene que al volver del campo se detiene para ayudar a Jesús a llevar la cruz”. Y, ha añadido “en la realidad de hoy necesitamos a alguien que a veces nos detenga, y ponga sobre nuestros hombros algún trozo de realidad que simplemente hay cargar”. Para Francisco “si se trabaja sin Dios uno se dispersa”.