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La primera proclama de León XIV sacude

Prevost le habla al católico haciéndole entender que sea cual sea su lugar en la sociedad, el amor a los pobres se puede ejercer a diario.

hace 1 hora
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  • La primera proclama de León XIV sacude

El papa León XIV ha salido a la palestra internacional con la publicación de su primera exhortación apostólica y su participación contundente en la Jornada Mundial de la Alimentación, celebrada en Roma. Su mensaje, en el que denuncia con firmeza la dictadura de una economía sin alma y el uso del hambre como instrumento de guerra, no dejó a nadie indiferente.

La exhortación, cuya misión no es otra que animar a los fieles a vivir la fe de una manera particular, se titula Dilexi te, “Te he amado”, y es un grito en defensa de los pobres que reafirma la opción de la Iglesia por los más vulnerables e interpela a la conciencia colectiva para que actúe ahora, sin más dilaciones.

El texto está íntimamente ligado a los últimos escritos que estaba preparando el papa Francisco antes de morir, y en ese sentido continúa con su legado. Pero va mucho más allá porque no se limita a un diagnóstico. Se ancla en lo humano y denuncia sin medias tintas que en un mundo donde la pobreza se multiplica, las élites se refugian en “burbujas de lujo” que las aíslan de la realidad de las mayorías. Sin que le tiemble el pulso califica esos sistemas como “injustos” y señala que la pobreza no es un capricho del destino ni una elección personal, sino el resultado de estructuras que perpetúan la exclusión.

Prevost le habla al católico haciéndole entender que sea cual sea su lugar en la sociedad, el amor a los pobres se puede ejercer a diario. Porque amarlos es cuidar a los enfermos, luchar contra la esclavitud, defender a las mujeres que sufren exclusión y violencia, acompañar a los migrantes y permitir el acceso a la educación. El Papa se refiere a la limosna como “justicia restaurada, no como un gesto de paternalismo” y exige equidad porque considera que su ausencia es la “raíz de los males sociales”.

Y en ese llamado a la conciencia colectiva también le recuerda a los políticos que gobernar es servir, especialmente a los más necesitados. Su intervención de esta semana en el gran salón de la FAO, la agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, fue prueba de ello. Con su estilo sobrio pero firme, León XIV habló de los niños que sufren de desnutrición con las consecuentes enfermedades y el retraso en el crecimiento motor y cognitivo que esto implica.

En el que ha sido su primer discurso internacional, afirmó que el hambre no es casualidad, sino la señal evidente de una insensibilidad imperante, de una economía sin alma: “permitir que millones de seres humanos vivan –y mueran– golpeados por el hambre es un fracaso colectivo, un extravío ético, una culpa histórica”. Luego lanzó una serie de preguntas retóricas que invitan a la reflexión: “¿Pueden los responsables políticos y sociales seguir polarizados, gastando tiempo y recursos en discusiones inútiles y virulentas, mientras aquellos a quienes deberían servir continúan olvidados y utilizados en aras de intereses partidistas?”.

Solo la respuesta a esa pregunta debería estremecer la conciencia de muchos en cuyas manos está el poder en estos momentos. “El sufrimiento de los inocentes” del cual habla Robert Francis Prevost, se refleja en el rostro de todos aquellos que están inmersos en guerras que no iniciaron, en los desplazados, en los que no tienen acceso a un trabajo digno o a recursos de salud adecuados. Esos pobres que “no tienen medios de sustento material”, “que están marginados socialmente y no tienen instrumentos para dar voz a su dignidad y a sus capacidades”. Y en su exhortación fue más allá, reflexionando sobre la pobreza “moral”, “espiritual”, “cultural”; la pobreza “del que no tiene derechos, ni espacio, ni libertad”.

León XIV ha lanzado un mensaje humanista para que el mundo entero lo escuche. Todos esos temas que toca son de plena actualidad y seguramente podrán causarle ampollas a algunos. Pero si se quiere ser coherente con el ejercicio de principios fundamentales, vale la pena leer con calma el manifiesto Dilexi te. No solo por las reflexiones y las directrices que contiene, sino porque es un texto profundo que une de manera magistral teología, política, sociología, sentido de justicia social, evangelio, catequesis y filosofía.

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