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Prender la luz de la esperanza

Si uno analiza con rigor las actuaciones del gobierno, el balance es desalentador. Muy pocos resultados y mucho de destrucción.

hace 9 horas
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  • Prender la luz de la esperanza

Por José Manuel Restrepo Abondano* - Jrestrep@gmail.com

Debemos decirlo con franqueza: lo que hemos vivido en Colombia en este gobierno genera cansancio, desesperanza y desolación. Es una sensación de desgaste nacional, como si estuviéramos atrapados en una conversación estéril que no conduce a ninguna parte. Tristemente, y en especial para los jóvenes y los “nadies”, la ilusión de cambio que muchos abrigaron, se ha ido diluyendo en medio de la incoherencia, la confrontación, el “bla, bla, bla” y la ineficacia.

Si uno analiza con rigor las actuaciones del gobierno, el balance es desalentador. Muy pocos resultados y mucho de destrucción. La reforma a la salud es ejemplo claro: ni logró consensos técnicos, ni ha conseguido avanzar exitosamente, pero sí provocó salidas de funcionarios, ruptura con aliados y un enorme vacío en la gestión del sistema. Lo más demoledor, es que en la destrucción genera un drama humanitario de enormes proporciones, con costo de vidas humanas.

A eso se suma el tono del ejecutivo, que ha optado por el enfrentamiento constante, la descalificación a los opositores y el señalamiento a las instituciones. Lejos de gobernar con grandeza, esto ha alimentado resentimientos y polarización. Los colombianos, mientras tanto, lucen cansados del odio que nos inyectan y preocupados de la violencia que de allí se deriva.

El Presidente habla mucho, pero actúa poco. Hay cháchara diaria, trinos desafiantes, discursos interminables, pero una enorme ausencia de ejecución. Hasta sus antiguos funcionarios lo reconocen: como señaló un exministro, Petro gobierna con ideas fijas y sin apertura a la crítica técnica. En lugar de resultados, se construyen narrativas. Y lo más preocupante: todo se basa en miradas apocalípticas donde el país está al borde del abismo por culpa de otros (las élites, el capitalismo, el neoliberalismo, los medios, el Congreso, las Cortes, etc.) pero nunca se asume responsabilidad propia.

El país no solo está dividido, sino que ha visto afectada su institucionalidad. Se enfrentan a los jueces, se desacredita a los organismos de control, se presiona al Congreso cuando no aprueba, se insinúa que la democracia es un obstáculo. La victimización es constante: no me dejaron, no me entendieron, me atacan. Y mientras tanto, la economía se desacelera, la inversión se estanca, la informalidad abunda y la inseguridad crece.

A ratos, pareciera que estamos pagando una penitencia por no haber elegido con más criterio. Pero incluso en medio del cansancio nacional, hay algo que no se puede perder: la esperanza. Porque “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”. Colombia tiene la R de la resiliencia en su frente. Esta es una nación que ha salido de crisis profundas, ha resistido tormentas y tiene una ciudadanía mucho más fuerte que sus gobiernos. Esta etapa pasará y tenemos todos que contribuir con unidad, esperanza y con inteligencia al verdadero “cambio”, no al pasado, sino al futuro. Y quienes nos lideren tendrán la responsabilidad de reconstruir (no desde el odio ni la revancha) sino desde el acuerdo, la razón y el respeto por lo institucional y por sus contradictores. ¡Porque Colombia se merece más!

Hay oscuridad, pero también hay luz. De todos depende crear esa “gota de esperanza y unidad” que prenda las velas del futuro deseado.

*Rector Universidad EIA

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