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Maldita joven vejez

Veo a mi alrededor a personas de mi edad y los veo demacrados, algunos gordos y otros chupados, vestidos con ropa holgada y con los nuevos zapatos para viejos, los On o los Skechers.

hace 3 horas
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  • Maldita joven vejez

Por Diego Santos - @diegoasantos

En honor a mi 69na columna en El Colombiano, hoy escribiré sobre algo muy distinto a lo que ustedes, mis queridos lectores, acostumbran a leerme. Y no, no será sobre sexo, faltaría más, por aquello del 69, sino de algo que me viene pasando: siento de forma irremediable que entré en la vejez. Y eso, desconocidos amigos, me tiene muy atormentado, pese a que estoy por cumplir 47 años, una edad en la que la mayoría de los hombres creen que aún están en sus veinte.

No sabría explicarles qué me llevó a esta maluca sensación. No sé si me sugestionó el uruguayo Mario Benedetti con su novela ‘La Tregua’, en la que el protagonista, un señor de 49 años, está próximo a jubilarse y el narrador lo describe como un hombre que pareciera de 80. O quizás fue un primo que tiene mi misma edad, que hace un par de años corrió una maratón por debajo de las dos horas y media, y el sábado pasado me dijo que ya éramos viejos, que él aspiraba a llegar con bienestar a los 50.

No ayudó tampoco el haberme encontrado en la Fundación Santa Fe de Bogotá con un amigo un año mayor que me dijo que tenía achaques en la espalda. —El médico me recomendó evitar deportes de choque, como correr. Es que ya no tenemos 20—. Y para más inri, llevo media hora tratando de acordarme de una conversación que tuve sobre la materia con alguien que tampoco recuerdo quién era.

Cada vez que salgo del carro, bufo como si me costara una vida el esfuerzo. El sonido ya me es casi tan natural como el parpadear. Mis hijas me ven y me dicen al tiempo “¡Ay, qué tierno, papi!”, seguido de una agarrada de los cachetes. —Es que tienes los cachetes como los de un viejito—, me dice la menor.

Veo a mi alrededor a personas de mi edad y los veo demacrados, algunos gordos y otros chupados, vestidos con ropa holgada y con los nuevos zapatos para viejos, los On o los Skechers. Envidio a los pelados de 30 y de 40 años. Seguro ellos no mojan el calzoncillo después de orinar. ¡Maldita joven vejez!

Y a propósito de esta columna, no puedo dejar de pensar que mi abuelo, Hernando Santos, quien fuera director de EL TIEMPO, escribió a los 77 años una columna titulada ´La Vejez´, una hermosa columna en la que acogía su edad y la felicidad de ver a los nietos crecer. Un par de semanas después, murió.

Yo no me voy a morir en un par de semanas, pues me niego a aceptar mi vejez y a abrazar la felicidad de ver a mis hijas crecer y que armen sus respectivas familias para así ver crecer a mis nietos. Nada de eso. No puedo caer en esa maldición de ser viejo a tan temprana edad, si de verdad me siento de veintipico. ¡Que viva mi eterna juventud!

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