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El Palacio Nacional, de antigua sede de juzgados a ser la galería con más de 3.000 obras de arte

Diseñada por el arquitecto belga Agustín Govaerts hace cien años y continuada en una época por Pedro Nel Gómez, el Palacio tiene una segunda vida con 120 galerías que exhiben originales de David Manzur, Enrique Grau y Ómar Rayo.

  • Desde el tercer piso, los almacenes se convierten ya sea en galerías de arte o en talleres donde pacientes pintores van plasmando en lienzos su visión del mundo. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
    Desde el tercer piso, los almacenes se convierten ya sea en galerías de arte o en talleres donde pacientes pintores van plasmando en lienzos su visión del mundo. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
  • Venta de arte el el antiguo Palacio Nacional en el centro de la ciudad. Foto: Julio César Herrera Echeverri
    Venta de arte el el antiguo Palacio Nacional en el centro de la ciudad. Foto: Julio César Herrera Echeverri
  • Una de las vistas que ofrece el edificio en pleno corazón de Medellín. Foto: Julio César Herrera Echeverri
    Una de las vistas que ofrece el edificio en pleno corazón de Medellín. Foto: Julio César Herrera Echeverri
  • Galerías de artistas jóvenes y con propuestas diferentes también hacen parte del espacio. Foto: Julio César Herrera Echeverri
    Galerías de artistas jóvenes y con propuestas diferentes también hacen parte del espacio. Foto: Julio César Herrera Echeverri
  • Una enorme cabeza se halla entre las esculturas. FOTO: Cortesía
    Una enorme cabeza se halla entre las esculturas. FOTO: Cortesía
  • Desde hace tres años, los tres últimos pisos del Palacio se convirtieron en una extensión de la zona artística compuesta por el Museo de Antioquia y el Palacio de la Cultura. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
    Desde hace tres años, los tres últimos pisos del Palacio se convirtieron en una extensión de la zona artística compuesta por el Museo de Antioquia y el Palacio de la Cultura. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
  • Impresionantes obras de arte hechas a punta de “píxeles” de colores ofrece este galerista. FOTO: Cortesía.
    Impresionantes obras de arte hechas a punta de “píxeles” de colores ofrece este galerista. FOTO: Cortesía.
  • Uno de los cuadros expuestos en el Palacio Nacional. Foto: Julio César Herrera Echeverri
    Uno de los cuadros expuestos en el Palacio Nacional. Foto: Julio César Herrera Echeverri
  • Esta bella y dedicada talla de madera también se exhibe allí. FOTO: Cortesía.
    Esta bella y dedicada talla de madera también se exhibe allí. FOTO: Cortesía.
  • Uno de los artistas realiza un cuadro en una de las galerías del Palacio Nacional. FOTO: Cortesía.
    Uno de los artistas realiza un cuadro en una de las galerías del Palacio Nacional. FOTO: Cortesía.
  • Curiosas obras de arte como esta se hallan también en el Palacio Nacional. FOTO: Cortesía.
    Curiosas obras de arte como esta se hallan también en el Palacio Nacional. FOTO: Cortesía.
hace 33 minutos
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El escritor Héctor Abad Faciolince contaba que el genial jurista y columnista Alberto Aguirre Ceballos se quejaba con su irreverente humor de que el antiguo Palacio Nacional –antigua sede de los juzgados de Medellín– se había convertido en un enorme bazar persa. “Allí donde yo impartía justicia en nombre de la República, ahora queda la Feria del Brassier y Solo Cucos”, decía Aguirre.

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Pues bien, posiblemente el maestro Aguirre –si viviera– estaría contento de que el icónico espacio del centro de la ciudad se hubiera transformado en lo que es hoy: una enorme galería de arte que atrae a propios y extraños. Desde hace tres años, los tres últimos pisos del Palacio Nacional se convirtieron en una extensión de esa zona artística compuesta por el Museo de Antioquia y el Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe. En la entrada de la nonagenaria edificación un gato acechante en brillante metal y un caballo de bronce al galope se las arreglan para no pasar desapercibidos entre los gritos de vendedores que ofrecen desde “yines de bodega” hasta “¡guarapo-guarapo-guarapo!”.

A primera vista y desde los escalones iniciales del bello edificio no se observa ningún cambio. De los locales de los primeros dos pisos sigue saliendo música urbana así como vendedores que ofrecen la ropa de tendencia. Sin embargo, cuando uno empieza a ascender por esas escaleras, que más parecen las de un viejo claustro, el ambiente empieza a cambiar. De a poco las interminables tandas de reguetón y la seguidilla de “A la orden, ¿qué buscaba?” se van quedando atrás para darle paso a otro ambiente.

Venta de arte el el antiguo Palacio Nacional en el centro de la ciudad. Foto: Julio César Herrera Echeverri
Venta de arte el el antiguo Palacio Nacional en el centro de la ciudad. Foto: Julio César Herrera Echeverri

Desde el tercer piso el cambio es abismal. Pues desde ahí, los almacenes se convierten ya sea en galerías de arte o en talleres donde pacientes pintores van plasmando su visión del mundo en lienzos.

De ahí en adelante hay de todo en materia artística: retratos, paisajes, arte abstracto, futurista y esculturas de todos los tamaños. En un salón aparece una cabeza tallada tan grande que parece haber sido parte de una gigantesca escultura, mientras que en otro hay retratado un automóvil Ferrari casi en tamaño real a punta de “píxeles”. Mejor dicho, entre sin pena y pregunte por lo que no vea.

Una de las vistas que ofrece el edificio en pleno corazón de Medellín. Foto: Julio César Herrera Echeverri
Una de las vistas que ofrece el edificio en pleno corazón de Medellín. Foto: Julio César Herrera Echeverri

Este panorama se extiende por el cuarto piso, mientras que el quinto se vuelve todo un museo con impresionantes obras de todo tipo. Uno no parece estar en el corazón de Medellín, sino más en una palaciega sala de algún museo de renombre.

Y es que el asunto no lo da solo el ambiente del espacio, sino también la presencia de obras de grandes autores. La atmósfera ha atraído a buena cantidad de público esa mañana. Desde señoras que observan cada obra con ojo entrenado hasta grupos de gringos que admiran las obras, sobre todo las que retratan la desnudez femenina.

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Hablando sobre esto, causa curiosidad una imagen de un Cristo que parece mirar al visitante. Sin embargo, si se analiza bien, la imagen religiosa está rodeada de pinturas de mujeres desnudas, por lo que parece que más bien está bajando la mirada en gesto pudendo.

Las obras religiosas, las que hacen referencia a la tauromaquia y a los paisajes y las escenas colombianas marcan la parada. En todas las obras está definido quién la hizo y cuando, pero sobre todo cuánto vale. Si bien no hay vendedores o vigilantes pendientes de posibles ventas, los letreros que señalan que se “reciben dólares y euros” denotan la opción de compra.

Galerías de artistas jóvenes y con propuestas diferentes también hacen parte del espacio. Foto: Julio César Herrera Echeverri
Galerías de artistas jóvenes y con propuestas diferentes también hacen parte del espacio. Foto: Julio César Herrera Echeverri

La paz y tranquilidad que se siente en el espacio la complementa la espectacular vista que ofrecen los amplios ventanales. Es todo un deleite sacar la cabeza y ver la cantidad de edificios vecinos. Incluso la vista llega hasta Miami y Shanghái, los centros comerciales vecinos.

Un edificio incomprendido

La transformación del Palacio Nacional debería ser motivo de alborozo pues marca una nueva era para este emblemático espacio que pasó de ser un orgullo arquitectónico a fundirse entre los bulliciosos del Centro.

La historia del Palacio Nacional se cuenta muy bien desde los recortes de prensa de la época, pues estos dan detalles muchas veces inéditos. Inicialmente cabe remontarse a su nombre, que en teoría debería ser el de Palacio Departamental. Sin embargo, el Palacio Nacional fue bautizado así ya que en sus inicios fue planteado para albergar varias instancias de la Nación.

El Palacio surgió gracias a un senador costeño llamado Pedro Juan Navarro. En 1923, Navarro presentó un proyecto de ley, que luego se convirtió en mandato de la República, para construir por cuenta de la Nación un palacio en el corazón de Medellín que recogiera varias dependencias esenciales.

Desde 1924 ya se venía negociando para que la obra la realizara el genial arquitecto belga Agustín Govaerts, célebre por haber diseñado algunas de las joyas arquitectónicas de la ciudad.

En una carta de noviembre de 1924, y ya con la ley aprobada, Govaerts comentaba que la idea de su diseño era que la enorme construcción se desarrollara donde quedaba la antigua cárcel de varones de Guayaquil (conocida como Cárcel Celular del Distrito) y contara con una oficina de correos y telégrafos, así como otra de Rentas Nacionales, además del Tribunal de lo Contencioso, una sede para la Brigada del Ejército, un lazareto y la Auditoría de Cuentas. En total, 88 oficinas de las cuales varias tendrían hasta 500 metros cuadrados.

Govaerts propuso que el negocio de la venta de la cárcel a la Nación se hiciera pronto, no solo por las ventajas espaciales que presentaba, sino también porque en el fondo el dinero recaudado podría invertirse en el Palacio Departamental (hoy Palacio de la Cultura), que también fue otra obra suya.

Una enorme cabeza se halla entre las esculturas. FOTO: Cortesía
Una enorme cabeza se halla entre las esculturas. FOTO: Cortesía

Se dispuso entonces por parte de las autoridades nacionales que la zona donde se haría la magnífica obra sería un área de 3.300 metros cuadrados flanqueada por las calles Pichincha y Ayacucho entre las carreras Carabobo y Cundinamarca. Exactamente un año después de la carta de Govaerts se iniciaron las obras de la construcción. Ese día, Pedro Nel Ospina Vásquez estuvo presente junto a su ministro de Obras Públicas, Laureano Gómez, en la instalación de la primera piedra.

Desde ese día empezaron las obras en las que cerca de 200 obreros se encargaron de poner 3.000 toneladas de hierro, sus cientos de ventanas y sus incontables ladrillos planchos para darle forma a los siete niveles (contando el sótano y la torre de 42 metros) del Palacio Nacional –todo pegado con “argamasa”, o sea la mezcla del cemento, arena y la sangre de animales– que fue adornado con vitrales, bronce, guirnaldas y yeso.

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Una obra de tal magnitud no pasó desapercibida y detractores no le faltaron. Para 1928, cuando el Palacio ya iba en cerca del 70%, la polémica estaba en su punto pero Govaerts ya iba de salida, pues su contrato estaba por finalizar.

Y desde ahí empezaron los líos pues el Palacio Nacional nunca tuvo la forma que Govaerts quería. De acuerdo con los historiadores del edificio, para 1928 su asistente Jesús Mejía debió retomar las obras haciendo las primeras modificaciones. Para el 20 de julio de 1934, el presidente liberal Enrique Olaya Herrera y su ministro de Obras Públicas, Alfonso Araujo, hicieron instalar una placa indicando que las obras ya estaban finalizadas. Sin embargo, nada más alejado de la realidad.

Desde hace tres años, los tres últimos pisos del Palacio se convirtieron en una extensión de la zona artística compuesta por el Museo de Antioquia y el Palacio de la Cultura. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
Desde hace tres años, los tres últimos pisos del Palacio se convirtieron en una extensión de la zona artística compuesta por el Museo de Antioquia y el Palacio de la Cultura. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA

Pese a esto, desde entonces en el Palacio operaron Hacienda Nacional y la Administración de Correos. En los sótanos y en el primer piso estaban las oficinas de Carreteras Nacionales, las Inspecciones Nacionales del Trabajo y los Juzgados de Circuito. En el segundo piso estaba el Tribunal Superior y la Fiscalía. En el tercero, los comandos de los Distritos Militares y la Oficina de Telégrafos. En el cuarto piso el Tribunal del Trabajo, el Tribunal Contencioso, el Juzgado de Menores y en el quinto piso el Juzgado de Trabajo. Todas oficinas nacionales.

Como el edificio seguía inacabado, otras manos siguieron el legado de Govaerts, uno de ellos fue el Pedro Nel Gómez, quien desde 1945 trató de terminar el edificio pero tampoco fue capaz.

“Los muros de ladrillo del Palacio Nacional están siendo hoy revestidos por una capa de granito vulgar. Todo el estilo que le dio su constructor empieza a desaparecer a golpes de pica, para que los muros queden lisos y llanos, fríos, con tétrica e impresionante solemnidad digna de un paredón. El dinero que se invierte en arrebatarle el estilo propio y característico se debería usar en concluirlo. Pero por lo visto, el estilo arquitectónico de los medellinenses como que consiste en no tener ninguno”, se quejaba un columnista en enero de 1949.

Impresionantes obras de arte hechas a punta de “píxeles” de colores ofrece este galerista. FOTO: Cortesía.
Impresionantes obras de arte hechas a punta de “píxeles” de colores ofrece este galerista. FOTO: Cortesía.

Al Palacio Nacional también le pasó la mala jugada de que nunca se definió a la postre de quien era propiedad en sus primeros años para que se responsabilizara por su deterioro. El Departamento decía que era de la Nación y la Nación alegaba lo contrario. Para la década de 1950 el Palacio todavía se rodeaba de andamios que daban cuenta de su inacabada obra. Para acabar de ajustar, desde 1951 se volvió sitio predilecto para que los suicidas de la ciudad se lanzaran. Según el cronista Reinaldo Spitaletta, el primero de todos fue un alemán enardecido que se subió a la torre que da a Pichincha con Carabobo y desde lo alto, gritó: “¡Abran campo que voy para allá!”. Después siguieron otros y otros y para junio de 1968 ya eran cerca de 40.

Uno de los cuadros expuestos en el Palacio Nacional. Foto: Julio César Herrera Echeverri
Uno de los cuadros expuestos en el Palacio Nacional. Foto: Julio César Herrera Echeverri

Todo eso hizo que el deterioro, la falta de mantenimiento y el declive que estaba teniendo el sector de Guayaquil, afectara a la estructura. Muchas veces se habló de tumbarlo para acabar con ese “tugurio” pero decían que salía más cara la dinamita que el mismo edificio.

Para el 26 de septiembre de 1972 la Nación vendió el Palacio Nacional a Antioquia por $23 millones de la época y para 1988 se logró su declaratoria como patrimonio nacional. Sin embargo, con el paso de los años, los tinterillos y sus máquinas de escribir que pululaban en las aceras fueron cambiados por vendedores ambulantes, yerbateros e indígenas ecuatorianos que ofrecían sus mercancías junto a prostitutas y avivatos.

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Una segunda oportunidad

Para 1990 se lanzó la oferta desde las Empresas Departamentales de Antioquia para vender el inmueble en un precio base de $1.000 millones. En 1991 se logró la venta del edificio y sus nuevos dueños fueron la promotora Raíz Puntual aunque nunca se supo cuánto pagó por él.

Desde mayo de 1992, el edificio quedó en manos de la compañía y solo hasta finales de ese año, cuando por fin salieron los 30 juzgados que seguían operando en el Palacio, comenzaron las labores de restauración que permitieron adecuar 380 locales comerciales y ponerlos a funcionar desde el febrero de 1994 ahora bajo el nombre de Centro Comercial Palacio Nacional.

Desde entonces el espacio se volvió referente para la compra de ropa de moda en el centro de la ciudad, pero sobre todo desde la década de los 2000. Era parada obligada para conseguir los últimos tenis. No por nada se le conocía como El Palacio de los Tenis. Desde los L.A. Gear que emitían luces con cada paso hasta los Jordan Nike Air, todos llegaban al Palacio Nacional.

Esta bella y dedicada talla de madera también se exhibe allí. FOTO: Cortesía.
Esta bella y dedicada talla de madera también se exhibe allí. FOTO: Cortesía.

Pero llegó la pandemia y el panorama no podía ser peor para el comercio del Palacio. En su quinto y cuarto piso apenas había dos bodegas. En el tercero, apenas una. En el segundo dos almacenes y en el primer piso 15 locales vacíos. Algo inédito.

“Una vez en esas fechas vine por una invitación del presidente de la compañía Jean Figalli. Yo le propuse que subiéramos por las escalas cuando me encontré ante ese panorama tan desolador. Le dije a Jean que iba a hacer y él me dijo no sé. Yo pensé y luego le dije: pues venga llenemos esto de arte. Le expliqué la idea de llenar el quinto piso de obras de arte y el cuarto de galerías. Para los artistas. Eso fue una idea rápida, pero la empezamos a trabajar y en 15 días ya la teníamos lista”.

Quien cuenta este pedazo de la historia es José Cirilo Henao Jaramillo, director del proyecto de Arte del Palacio Nacional y uno de los hombres detrás de la renovación del espacio. Con su hablar calmado, Henao explica lo que podría ser una de las gestas culturales más importantes de la ciudad en su historia reciente. Como toda empresa artística, el tema de la plata era un obstáculo para la recuperación del edificio.

“No le podíamos pedir plata a los artistas porque en plena pandemia de dónde. Entonces ideamos como hacer un canje en el que ellos pudieran dar unas obras de arte que nosotros escogíamos para crear una sala en el quinto piso, mientras que ellos escogían uno de los locales del cuarto piso y lo adaptaban por unos meses como sus propias galerías. Ya las ventas que hicieran en las galerías quedan para ellos”, detalló.

Uno de los artistas realiza un cuadro en una de las galerías del Palacio Nacional. FOTO: Cortesía.
Uno de los artistas realiza un cuadro en una de las galerías del Palacio Nacional. FOTO: Cortesía.

Según Henao, la idea tuvo un éxito rotundo y desde el 25 de noviembre de 2021 el Palacio Nacional se convirtió en uno de los epicentros del arte de la ciudad. Hoy en día los tres últimos pisos de la edificación albergan 120 galerías que contienen 3.000 obras de arte.

“Acá tenemos galeristas como Fernando Fernández, Juan José Cobo, Belarmino Miranda, Jorge Botero Lujan. Tenemos la colección de arte colombiano tal vez más completa con originales de David Manzur, Enrique Grau Araujo, Ómar Rayo, Rodrigo Arenas Betancur. Nos faltan originales de Botero”.

Henao detalla que también hay obras de otras generaciones de artistas colombianos como las de Darío Ortiz y Hugo Zapata. También hay referentes jóvenes de todo el país que apenas están despegando y que pueden acceder a las galerías por espacio de tres meses.

El éxito ha sido absoluto y el espacio es visitado por entre 500 y 1.000 visitantes al día, según las cuentas de Henao. De estos, el 70% son extranjeros que aprovechan que pueden tener contacto directo con los artistas para comprar sus obras ya sea en euros, dólares, u otras formas de canje.

Con semejante vitrina, los expositores han podido vender obras incluso por fuera del país y a países como El Congo pero también países como Australia, Alemania, México, Estados Unidos, Francia e Italia, entre otros. “Gracias a la venta directa, esto es un gana-gana para todos”, añadió Henao.

La nueva cara del Palacio Nacional es cuando menos curiosa toda vez que combina dos mundos que parecen tan diferentes: el de la venta de arte y el del comercio de ropa. Sin embargo, ambos son necesarios y casi simbióticos, pues por un lado mantener un edificio patrimonial en condiciones óptimas sería una labor titánica si se enfrentara únicamente con los recursos provenientes de las obras, mientras que el comercio tradicional requiere el jalón de visitantes que entran a las galerías.

“De hecho, al inicio cuando se hacían los canjes, hubo un choque inicial con los comerciantes tradicionales porque ellos pensaban que se iban a subir los cánones de arriendo y que los iban a sacar para darle cabida a las galerías. Pero cuando vieron que vender una obra de arte a veces puede tomar años, y que antes la nueva cara trajo más público se calmaron. Ahora algunos reportan ventas récord gracia a esa afluencia de público. Es que acá vienen turistas que compran arte, pero también los ve cargando bolsas con tenis o ropa de los almacenes. Por eso queremos que este espacio sea conocido como el Palacio del Arte y la Moda”, detalló Henao.

Curiosas obras de arte como esta se hallan también en el Palacio Nacional. FOTO: Cortesía.
Curiosas obras de arte como esta se hallan también en el Palacio Nacional. FOTO: Cortesía.

Para Henao, el proyecto de volver el Palacio Nacional en una galería de arte hace parte del cambio de cara del Centro, ya que extendió ese “distrito turístico-cultural” que arranca en el Parque de Berrío hasta Ayacucho, atrayendo nuevos visitantes.

Con la nueva cara del Palacio se espera que todo el mundo llegue al nuevo espacio. Existe la opción de las visitas guiadas y el último de jueves de cada mes se hacen exposiciones especiales que reúnen a cerca de 3.000 personas. “Acá vienen hasta dignatarios internacionales, tranquilos y relajados. Es que es más, vamos para tres años y medio y nunca se ha perdido una obra de arte”, concluyó el promotor Henao.

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