La misa tradicional en latín, también llamada misa tridentina, volverá a celebrarse en el Altar de la Catedral de la basílica de San Pedro el próximo 25 de octubre, en el marco de la peregrinación Ad Petri Sedem. El cardenal estadounidense Raymond Leo Burke, uno de los críticos más visibles de las reformas litúrgicas impulsadas por el papa Francisco, será el encargado de oficiar la ceremonia.
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De acuerdo con el diario El Clarín, la decisión marca un giro simbólico en el inicio del pontificado de León XIV, sucesor de Francisco, pues durante los últimos tres años este rito había sido restringido por el motu proprio Traditionis Custodes (2021). Esa norma estableció que la única forma reconocida de la liturgia romana sería la que se consolidó tras el Concilio Vaticano II (1962–1965), dejando la misa tridentina sujeta a permisos especiales y con un margen cada vez más reducido de práctica.
El retorno de este rito al centro de la basílica vaticana es interpretado por muchos sectores como una señal de apertura. Para los fieles tradicionalistas, se trata de una reivindicación: la misa tridentina fue la norma de la Iglesia católica durante siglos, celebrada en latín y con el sacerdote vuelto hacia el altar (ad orientem), hasta la reforma litúrgica de 1969. Su recuperación, aunque parcial, ha generado expectativas sobre un posible relajamiento de las restricciones impuestas por Francisco.
Más allá del debate litúrgico, la ceremonia tiene también un trasfondo político interno. Burke, de 80 años, ha sido durante años uno de los opositores más firmes al papa Francisco, especialmente en temas de moral, disciplina y tradición. Que él encabece la celebración en San Pedro, en plena antesala del Jubileo del 2025, ha sido leído como un gesto cargado de simbolismo dentro de la dinámica de fuerzas al interior del Vaticano.
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La misa tridentina, codificada por san Pío V en 1570 tras el Concilio de Trento, es apreciada por sus defensores como una herencia viva de la tradición católica y criticada por sus detractores como un foco de división. El regreso de esta liturgia al escenario más visible del catolicismo no solo aviva la nostalgia de quienes la consideran sagrada, sino que también abre un nuevo capítulo en la tensión entre continuidad y cambio en la Iglesia.
*Con información de El Clarín.