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Esta vez no fue la mentalidad: esto fue lo que le faltó a la Sub-20 de Colombia para ser finalista del Mundial

Colombia Sub-20 jugó con carácter, pero la suerte —esa que tantas veces define los grandes partidos— le dio la espalda frente Argentina.

  • La Selección Colombia Sub-20 irá por el podio del Mundial ante Francia. FOTO FCF
    La Selección Colombia Sub-20 irá por el podio del Mundial ante Francia. FOTO FCF
hace 17 minutos
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Esta vez no hubo excusas. No se trató de un equipo sin carácter, ni de un grupo confundido o frágil ante la presión. La Selección Colombia Sub-20 masculina mostró todo lo que siempre se le exige a una escuadra que quiere trascender: personalidad, concentración, entrega y un profundo sentido de pertenencia. Pero el fútbol, ese juego que se resuelve en los pequeños detalles, volvió a recordarle al país que a veces no basta con hacer las cosas bien. Que la suerte, los momentos y la jerarquía también pesan.

En la semifinal frente a Argentina, la Tricolor jugó con la convicción que requiere una cita de esta magnitud. Desde el pitazo inicial fue un equipo ambicioso, que no se escondió, que buscó el arco rival con la valentía que tantas veces se le ha reclamado a las selecciones juveniles. Por momentos, Colombia superó a la Albiceleste en intensidad, en juego y en control del balón. Pero cuando el partido exigió efectividad, apareció la figura del portero argentino, acompañado —como suele ocurrir en los equipos campeones— por la fortuna que a los colombianos les fue esquiva.

Durante años, las derrotas en instancias decisivas habían estado acompañadas de explicaciones repetitivas: falta de mentalidad, desconcentraciones, ausencia de pundonor. Esta vez no. El equipo de César Torres tuvo todo eso y más. Lo que faltó fue contundencia, lo que sobró fue ilusión. En el fútbol de élite, las diferencias mínimas definen destinos, y Colombia se encontró con un rival de tradición ganadora, dueño de seis títulos mundiales juveniles y que, con la final que disputará el domingo, completará nueve presencias en la instancia decisiva. No es un dato menor: Argentina sabe jugar estos partidos, y lo demostró.

Sin embargo, el análisis no puede soslayar los errores propios. La expulsión de Jhon Rentería, tan infantil como costosa, rompió el equilibrio emocional y táctico del equipo en un momento clave. Tampoco se pueden ignorar las fallas en la marca durante el gol argentino, un lapsus que en este nivel se paga con eliminación. Pero más allá de los reproches, la sensación general es de respeto y reconocimiento: Colombia compitió de tú a tú ante una potencia.

El técnico César Torres, fiel a su estilo reflexivo, no se escondió detrás del resultado. Su mensaje posterior al encuentro fue una mezcla de gratitud, autocrítica y esperanza. “Ofrecer excusas, no pudimos, lo intentamos, lo buscamos con valentía, pero nos sigue faltando. Estamos cerca, estamos cerca”, expresó el estratega, con un tono que reveló más aprendizaje que frustración.

Ese “estamos cerca” no suena vacío. Porque el grupo que dirige Torres ha demostrado crecimiento, cohesión y una identidad que conecta con el hincha. Hay una base sólida que entiende el valor del sacrificio y el significado de vestir la camiseta amarilla. El fútbol colombiano juvenil, tantas veces criticado por su falta de continuidad, parece haber encontrado un camino de madurez colectiva.

El desafío ahora es cerrar el torneo con dignidad, como lo subrayó el propio técnico. Enfrentar a Francia por el tercer lugar no será un trámite: será una oportunidad para transformar la frustración en orgullo, para demostrar que el proceso tiene cimientos firmes y que este grupo no se conforma con haber llegado lejos. “Queremos hacer historia, todavía no la hemos hecho. El sábado saldremos a competir para ganarlo”, prometió Torres, evocando el legado de Reinaldo Rueda, quien alguna vez llevó a una generación dorada a ese mismo peldaño.

Colombia, una vez más, rozó la gloria. Pero a diferencia de otras ocasiones, no se trató de una derrota amarga por falta de entrega o por desidia. Esta fue una caída digna, de esas que fortalecen, que dejan cicatrices que enseñan y convicciones que se consolidan. El país puede sentirse orgulloso: su selección jugó una semifinal como se deben jugar las semifinales.

El resultado no acompañó, pero la actitud sí. Y en el deporte, cuando hay trabajo serio y fe colectiva, los títulos terminan llegando. Quizás no fue ahora, pero el camino está trazado. Porque esta vez, a Colombia no le faltaron cinco centavos para el peso: simplemente el destino le recordó que los campeones también aprenden perdiendo.

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