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El sicario de Miguel Uribe: la historia de un niño como cualquier otro que perdió a su familia y el crimen se lo llevó

Hasta hace ocho años la vida del sicario que le disparó seis veces a Miguel Uribe, hiriéndolo en la cabeza y en una pierna, dejándolo al borde de la muerte, era la de un niño normal en una familia de clase media. Su destino cambió con la pérdida de su madre. EL COLOMBIANO cuenta su historia.

  • Las circunstancias de la muerte de la madre del adolescente son desconocidas. FOTO: Reserva
    Las circunstancias de la muerte de la madre del adolescente son desconocidas. FOTO: Reserva
  • Juan Sebastián parecía un niño feliz. Su padre fue contactado por EL COLOMBIANO, sin respuesta. Foto: Reserva.
    Juan Sebastián parecía un niño feliz. Su padre fue contactado por EL COLOMBIANO, sin respuesta. Foto: Reserva.
  • El menor tenía una vida normal hasta el 2017. No se sabe con exactitud en qué momento murió su madre, lo que cambió definitivamente su cotidianidad. FOTO: Reserva
    El menor tenía una vida normal hasta el 2017. No se sabe con exactitud en qué momento murió su madre, lo que cambió definitivamente su cotidianidad. FOTO: Reserva
  • Jugaba fútbol y compartía en la casa de su abuela, en la que vivió antes del atentado. Foto: Reserva
    Jugaba fútbol y compartía en la casa de su abuela, en la que vivió antes del atentado. Foto: Reserva
hace 2 horas
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La vida de la familia Rodríguez era completamente normal. Una familia joven con dos hijos que trataba de ganarse la vida para tener lo necesario en Bogotá, en las condiciones en las que viven la mayoría de personas del país. Trabajo diario y rebusque. Eso es lo que muestran las fotos a las que tuvo acceso EL COLOMBIANO con ayuda de la fotógrafa profesional Camila Díaz en una investigación digital que siguió los pasos de los nombres claves en la indagación desarrollada por las autoridades.

Para saber más: Abogado de Miguel Uribe fue amenazado de muerte: solicitó ante la UNP fortalecimiento de su esquema de seguridad

Juan Sebastián parecía un niño feliz. Su padre fue contactado por EL COLOMBIANO, sin respuesta. <b>Foto: </b>Reserva.
Juan Sebastián parecía un niño feliz. Su padre fue contactado por EL COLOMBIANO, sin respuesta. Foto: Reserva.

En 2016 y 2017, hace ocho y siete años, la familia publicaba fotografías en sus redes sociales que son centrales para entender el contexto del menor. Desde entonces es claro que la abuela de Juan Sebastián Rodríguez, el joven sicario, jugaba un papel fundamental en su círculo más cercano. Existen varias fotos que lo muestran a él llevando una infancia normal en la casa en la que estuvo viviendo en los últimos meses antes de tomar la decisión del sábado 07 de junio.

Ese día el joven de 15 años se levantó determinado a atentar contra un precandidato presidencial sin entender la dimensión de lo que estaba por hacer. Se subió a una motocicleta alquilada en una aplicación de transporte, esperó en el barrio Modelia en el que Miguel Uribe estaba haciendo un recorrido, y luego se ingresó a un Chevrolet Spark gris en el que estaban otros tres ocupantes. Dos de ellos, Carlos Eduardo Mora González y Katerine Andrea Martínez Martínez, alias Gabriela, ya fueron capturados y están siendo protegidos para develar el plan y el autor original del crimen.

Juan Sebastián recibió la pistola Glock 9 milímetros en el Spark, la metió dentro de su jean ancho con un gráfico de los Warner Brothers en la pierna izquierda y empezó a caminar con afán hacia el parque el golfito, en donde Uribe Turbay empezaba a hacer un evento de campaña que duró 12 minutos.

Lo que terminó el evento proselitista del senador más votado del país que buscaba la Presidencia fue el sonido de 8 disparos, por lo menos seis de ellos lanzados directamente por el joven y dos que lo impactaron en su cabeza y en una pierna. Uribe Turbay quedó inmediatamente inconsciente y desplomado en el piso. Los dos escoltas de la Unidad Nacional de Protección (UNP) que lo acompañaban trataron de auxiliarlo, mientras que hombres de protección de otros esquemas corrían detrás del sicario cruzándose con él varios disparos en un barrio residencial.

El sicario, con el pelo negro largo atrás y vestido con una camiseta gris ancha igual que su pantalón con signos de graffiti en la espalda, recibió un disparo una pierna, igual que su víctima. Aunque no se conocía, ese disparo casi le cuesta la vida al hombre de 15 años; tuvo que ser intervenido de urgencia en el hospital al que fue llevado. Su plan de escape inicial, si es que lo hubo, quedó incompleto porque no pudo seguir corriendo y la sangre empezó a brotar por su pantalón.

Lea también: “Persiste la máxima gravedad”: último parte médico de la Fundación Santa Fe sobre salud de Miguel Uribe Turbay

Increíblemente los escoltas lograron dispararle en un miembro inferior y no acabar con su vida, lo que habría sido definitivo para la investigación que avanza.En el piso, reducido y golpeado, Juan Sebastián solo se atrevió a decir que le permitieran levantarse para dar los números de quienes lo contrataron. “Déjenme darles los números. Yo les doy los números”. Pero también dijo que lo había mandado “el de la olla”. “Fue el man de la olla”. Unos minutos antes en la persecución había dicho mientras corría que lo hizo “por plata, para ayudar a mi familia”.

Pero lo cierto es que la familia de Rodríguez Casallas estaba rota. Más o menos desde esos años lejanos de las fotografías, 2017, la mamá del joven murió de una enfermedad cuya exactitud todavía no se conoce.

Siendo un niño, Rodríguez perdió su conexión más importante con el mundo. También su protección. Lo que los investigadores conocen es que su padre decidió irse a Polonia recientemente para buscar llegar a Ucrania y así poder generar ingresos como mercenario en la guerra. El teléfono de su padre en Colombia, sin embargo, sigue activo. Este diario lo contactó y el hombre respondió por chat. Pero tan pronto como le preguntamos por el caso bloqueó la tarjeta de contacto y no volvió a contestar llamadas ni mensajes.

Las fotos muestran en detalle a su madre. Una mujer que parecía dedicada a sus hijos y junto a su pareja, el padre de Juan Sebastián, eran amantes de los carros y los autódromos. El padre había trabajado en reparaciones de carros y mostraba fanatismo por los autos deportivos y de alta gama. En las galerías encontradas por EL COLOMBIANO aparece el joven sicario siendo un niño en la casa de su abuela. Celebrando cumpleaños y partidos de la Selección Colombia, pasando tiempo con sus primos y amigos, y haciendo mercado junto a su papá, antes de que saliera del país.

El menor tenía una vida normal hasta el 2017. No se sabe con exactitud en qué momento murió su madre, lo que cambió definitivamente su cotidianidad. <b>FOTO:</b> Reserva
El menor tenía una vida normal hasta el 2017. No se sabe con exactitud en qué momento murió su madre, lo que cambió definitivamente su cotidianidad. FOTO: Reserva

Las imágenes son impresionantes por una razón. Juan Sebastián Rodríguez Casallas podría ser cualquier niño en Colombia. Hay otra fotografía que lo muestra a los 7 años en un paseo adelante de un vehículo gris y usando un flotador.

Entonces, si el joven sicario era un niño normal como cualquier otro, ¿qué hizo que se convirtiera en un sicario con la frialdad para dispararle a la cabeza y por la espalda a un ser humano? La respuesta, como lo ha contado este diario, podría estar en su entorno del barrio. Rodríguez empezó a involucrarse en un contexto difícil de crimen en el lugar en el que vivía. Aunque se trata de una zona de Bogotá de estrato medio con gente buena, servicios públicos de calidad y con un gran colegio público al frente, la zona también está impactada desde hace varios años por una poderosa olla de microtráfico cercana.

Allí operan consumidores y expendedores que se apropiaron por completo del parque de juegos y lo convirtieron, como es costumbre, en un lugar para la drogadicción. Mientras este diario estuvo allí haciendo reportería un hombre aprovechó el desnivel de unas montañas al final del potrero para esconderse e inyectarse una doga en el brazo. Subió y se montó en su bicicleta que casi no podía llevar sin caerse. Otros dos jóvenes llegaron hasta allí para fumar marihuana sin ninguna barrera.

“Aquí viene el jefe a vender hidromorfina, éxtasis, de todo. Pero no le puedo decir así tan así porque es peligroso. Vende hidromorfina sobre todo y otras drogas pesadas. Ahí atrás hay una casa de latas en donde las procesan. Al man le dicen Copper pero es un visaje”, dijo una de las fuentes con las que habló este periódico.

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Una mujer que tiene un puesto informal de venta de helados frente al colegio habló de la olla. “Ustedes se van por ahí derecho, llegan a un puente de latas y más adelante está el caño. Yo tuve una hija que se volvió adicta y se perdió ahí. Es una olla peligrosa y desde ahí manejan todo eso”, señaló.

Germán Antía es doctor en ciencias forenses y trabajó durante años en criminalística. Explicó por qué los niños y adolescentes son tan susceptibles a este tipo de crímenes.

“El fenómeno del sicariato en el país, desde las aciagas épocas de la guerra del narcotráfico, ha instrumentalizado menores de edad para cometer delitos de magnicidio porque son, de una parte, relacionados con la legislación penal que permite purgar esos delitos en poco tiempo y además son sujetos de restitución de derechos, lo que les posibilita en la actualidad cambio de identidad. De otra, son fácilmente manipulables; en especial los menores que se encuentran en situaciones de riesgos sociales por ausencia de un hogar funcional. Algunos viven inmersos en situación de calle y les atrae el uso de armas de fuego”, dijo.

Y agregó que “en el caso del menor, con un hogar disfuncional, no parece ser que el destino de ese dinero -mal habido- fuese para mejorar la calidad de sus padres. Los ideales de estos menores en riesgo social, en situación de calle y tutelados por narcotraficantes de menudeo es conseguirse una motocicleta o a veces un arma”.

La olla no está exactamente al lado de su casa pero sí a unas cuadras. Cruzando la ribera de un humedal que colinda con el conjunto de casas del joven sicario está un caño peligroso. En él y a su alrededor opera la olla que controla el tráfico en todo el barrio y en otras zonas de la ciudad. Además, EL COLOMBIANO tuvo acceso a información que señala que allí también cohabitan otras personas buscadas para el delito del sicariato.

No es algo de lo que las personas hablen con facilidad pero allí está y todos lo saben. La Policía no puede entrar; es un lugar para el delito y cooptado por él. El joven salía con dos adolescentes más al parque a consumir drogas y aparentemente así fue relacionándose cada vez más con el bajo mundo hasta que terminó, lejos del entorno familiar y de cuidado que muestran las fotos ocho años atrás, en un universo en el que se tiene que ganar el respeto a punta de balas, crímenes osados y “vueltas”.

Jugaba fútbol y compartía en la casa de su abuela, en la que vivió antes del atentado. <b>Foto: </b>Reserva
Jugaba fútbol y compartía en la casa de su abuela, en la que vivió antes del atentado. Foto: Reserva

La abuela del menor de edad, que entró en un programa de protección de testigos, también tiene fotografías frente a su casa, en donde creció Juan Sebastián. De ella no se ha vuelto a saber nada en el barrio. Las últimas dos semanas dos policías escoltaban la portería por donde una y otra vez salía Juan Sebastián a jugar fútbol y elevar cometas hace una década, y a fumar marihuana y vender drogas en los últimos años.

El COLOMBIANO también escribió al celular de la abuela que mantiene una foto de perfil de una mujer en una motocicleta en el barrio pero no llegaron los mensajes. En el parqueadero también patrullaba un vehículo de la Policía con antenas en el techo y cada 10 minutos un helicóptero daba rondas para cuidar cualquier detalle que pudiera ser notorio y útil a la investigación.

En el perfil del tío, quien era un conductor de Uber y se presentó voluntariamente a la Clínica Colombia donde Juan Sebastián estaba siendo atendido, también quedan evidencias de lo que era el núcleo familiar del sicario. De nuevo, una familia tradicional con afecto por los niños y con una vida tranquila. A Juan Sebastián le tocó quedarse sin papás. Primero, con la muerte inesperada de su madre, y después con el escape de su padre fuera del país. Eso definió la última etapa de su vida.

Este martes la mujer de 19 años capturada en Caquetá fue enviada a prisión. Se le acusa de haber tenido varias reuniones previas al día del atentado para definir los roles y planear el intento de homicidio. Mientras que el joven sicario continúa en el búnker de la Fiscalía con una protección robusta las 24 horas del día para no correr ningún riesgo. Su vida es la llave para la verdad en el caso.

Amplíe información: Se agrava la salud de Miguel Uribe | Fundación Santa Fe reporta que su situación es “extremadamente crítica” y de “máxima gravedad”

Miguel Uribe permanece en la Fundación Santa Fe a la espera de un milagro. En las últimas horas personas desconocidas crearon en X una cuenta falsa de la Fundación y publicaron un comunicado suplantando a la clínica contando una supuesta versión de su fallecimiento que se desmintió en minutos.

Lo que dicen los expertos como Antía es que si en el país no se corrige rápidamente la intervención del Estado en condiciones óptimas para los niños y niñas que como Juan Sebastián quedan en una especie de abandono a su suerte ante las circunstancias de la vida, seguirán siendo conductos fáciles para los peores crímenes.

Las ollas en Bogotá están intactas. Allí día y noche se pierden jóvenes que ya no van al colegio sino que aprenden en la calle de precios y gramajes de drogas. A disparar con precisión y sin miedo armas que pueden de un momento a otro cambiarle la vida y la historia a un país entero.

Para saber más: Identificaron al sujeto en Caquetá que habría contactado al adolescente para que atentara contra Miguel Uribe Turbay

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