Mientras Medellín parece enfrascada en el debate sobre la renovación urbana, la gestión de sus corredores hídricos y la búsqueda de nuevos espacios públicos metropolitanos, Barranquilla avanza decididamente en su reconciliación con el río Magdalena, una transformación que podría ofrecer valiosas lecciones para la capital antioqueña en materia de planificación urbana y gestión del suelo.
Tras décadas de vivir de espaldas al río, Barranquilla ha convertido su ribera en un polo de crecimiento e inversión. El Gran Malecón del Río, inaugurado desde 2017, se ha consolidado como el espacio público más visitado de Colombia, registrando más de 70 millones de visitantes y convirtiéndose en un “emblema de la ciudad que simboliza su transformación urbanística”. El Gran Malecón fue incluso destacado en el Foro Mundial de Desarrollo Local de la Ocde.
Ciudad del Río: la profundización del modelo
El éxito del Malecón ha impulsado un ambicioso proyecto de renovación urbana llamado Ciudad del Río,.
Este nuevo corredor urbano busca integrar vivienda, comercio, zonas verdes y espacios culturales aprovechando más de 5 kilómetros de borde fluvial hoy subutilizados.
Ricardo Vives, socio de Inciti y gerente de Promotora Casa Verde, una de las firmas líderes en el desarrollo, explicó que la ciudad redescubrió su potencial al reorientar el uso de esta ribera. Vives señaló que Barranquilla pasó de “darle la espalda” al río a convertirlo en un polo de crecimiento. “Tenemos 5 kilómetros de río cesante, con infraestructura lista (colegios, hospitales, transporte). ¿Por qué no desarrollarlo?”.
Actualmente, Ciudad del Río avanza con proyectos residenciales y de uso mixto. Por un lado, está Vive Río, con un avance del 70% de la obra, que combina apartamentos, oficinas y locales comerciales en un concepto de vida frente al río con zonas de coworking, rooftop y piscina con borde infinito. Por otro, se encuentra Malecón 72, que iniciará construcción en 2026 y consta de tres torres de 16 pisos, ofreciendo zonas comunes de alto nivel como cancha de pádel y rooftop panorámico.
Estos desarrollos responden a una visión de redensificación que optimiza la infraestructura existente y evita la expansión desordenada de la ciudad.
El objetivo de estos proyectos es que la ciudad empiece a exigir un nuevo modelo de ciudad río, teniendo en cuenta conceptos clave como ciudad saludable, movilidad sostenible, urbanismo ecológico y ciudad de los 15 minutos. La demanda es alta; Barranquilla recibe más de 110.000 visitantes mensuales (35% por negocios), y los nuevos proyectos atraen inversionistas locales (50%), de otras regiones del país (35%) y colombianos en el exterior (15%).
Un espejo de Medellín: tierra, agua y renovación
La experiencia barranquillera plantea preguntas cruciales sobre el futuro de la planificación en Medellín, una ciudad donde la renovación urbana también es prioritaria.
La principal diferencia radica en el desafío del suelo. Mientras Ricardo Vives afirma que en el interior del país, en ciudades como Bogotá y Medellín, “el reto es conseguir tierra”, Barranquilla está desarrollando una joya de tierra con hectáreas céntricas junto al río, donde ya existen rutas de bus, colegios y servicios. El éxito de la renovación en Medellín, como en el caso de Ciudad del Río (Medellín), se logró por la disponibilidad de lotes de gran extensión en manos de pocos propietarios.
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El urbanista y exdirector de Urban, Alejandro Echeverri, señala que Medellín es un valle muy estrecho con más de 400 quebradas. El crecimiento urbano explosivo y la urbanización están impermeabilizando muchas áreas, causando que el agua baje rápidamente y genere inundaciones en el valle, como se ha visto recientemente en zonas como La Aguacatala. Echeverri considera que acabar con el Instituto Mi Río fue un error y que la ciudad requiere una política pública mucho más ambiciosa de renaturalización, enfocada en soluciones basadas en la naturaleza y en generar reservas de suelo blando y verde a lo largo de las cuencas.
El modelo barranquillero resalta la importancia de la confianza y la continuidad en la política pública. La clave del éxito, según Vives, ha sido la mancomunación del sector público y privado. El Plan de Ordenamiento Territorial (POT) en Barranquilla ha sido estructurado para “dar holgura para hacer un muy buen proyecto inmobiliario y negocio inmobiliario, pero al mismo tiempo hay una cierta exigencia que te permite no tapar la vista del río”.
En Medellín, aunque existe el referente de proyectos de uso mixto como Ciudad del Río y la intención de generar Vivienda de Interés Social (VIS) de renovación urbana, el alto costo del suelo en zonas consolidadas dificulta la viabilidad de los proyectos VIS.
La visión a futuro en Barranquilla, con proyectos como Malecón 72, busca crear un modelo de ciudad donde el desarrollo económico camine de la mano con la sostenibilidad y la recuperación de su identidad ribereña. En el Valle de Aburrá, el debate sigue abierto sobre cómo potenciar las oportunidades que representan sus 400 quebradas para convertir a Medellín en una ciudad que se reconcilie con sus ríos y quebradas.