Tranquilo, con su caminar desbaratado y pastando sin afanes a la orilla de una quebrada, así fue visto un venado de cola blanca macho esta semana en zona boscosa en límites entre El Retiro y La Ceja, un bello avistamiento que permitió ver nuevamente en estado silvestre a una de las especies más amenazadas actualmente en el departamento y el país.
Desde hace dos años no se registraba la presencia del venado cola blanca en el Oriente antioqueño. Un hecho que se explica por las enormes amenazas que se ciernen sobre esta emblemática especie que se distribuye desde el sur de México hasta el norte de Sudamérica y que cumple con una función crucial en los ecosistemas como bosques húmedos, de páramo y alta montaña, pues es un eficiente dispersor de semillas por lo que su presencia garantiza la regeneración de los bosques. Por eso los llaman los agrónomos del bosque.
Sin embargo, la presencia de esta especie se ha visto duramente amenazada en los últimos años por la deforestación y la expansión urbana que ha arrasado en las últimas décadas cientos de hectáreas de bosques nativos en zonas como el Oriente antioqueño cercano, particularmente en el Valle de San Nicolás, convertido ahora en uno de los grandes focos de urbanización acelerada no solo en el departamento sino en el país.
La ocupación de poblaciones humanas en estos ecosistemas ha arrojado amenazas de todo tipo sobre especies como el venado cola blanca. Una de esa larga lista es la presencia de perros ferales, manadas de caninos desatendidos por dueños de fincas y parcelaciones o abandonados que han establecido jaurías en zonas rurales, causando desequilibrios en la cadena alimenticia.
Para acabar de ajustar, los venados cola blanca se han convertido en objetivo de traficantes y personas inescrupulosas que se han dedicado en los últimos años a capturarlos para mantenerlos en cautiverio y sacar provecho económico, dado su carisma y, en cierto sentido, su rareza, pues muchas personas desconocen la existencia de venados nativos en Antioquia.
Hay casos aberrantes. Hace siete años, Corantioquia tuvo que desplegar un gran equipo de biólogos y veterinarios para rescatar siete venados cola blanca en Santa Fe de Antioquia. Resulta que los dueños de un predio en la vereda Paso Real los mantenían en cautiverio a los siete animales en un espacio miserable de media hectárea convertidos en atractivos de la finca. Al percatarse que habían sido denunciados por la comunidad, los dueños de la finca intentaron liberarlos y dejarlos a su suerte sin prever los riesgos tanto a los animales como al ecosistema.
El personal de Corantioquia tuvo que desplegar un plan para evitar su fuga y una vez contenidos tuvieron que adelantar un tremendo operativo que incluyó la sedación de los animales, la realización de rigurosos exámenes y el traslado a una zona de reserva en el Suroeste de 900 hectáreas, allí les instalaron microchips para poder liberarlos exitosamente monitorearlos y estudiar su comportamiento. Todo esto cumpliendo un estricto protocolo de manejo de fauna para evitar la miopatía por captura, una enfermedad muscular que contraen derivada del estrés a los que son sometidos por la captura y que termina en cuadros mortales de degeneración y necrosis muscular, daños renales, cardiacos y neurológicos irreversibles.
En 2023 se conoció otro caso lamentable. En un predio semirural de Arboletes las autoridades encontraron 23 venados en condiciones indignas en corrales nauseabundos donde eran obligados a reproducirse, a pesar de ser individuos de una misma familia, lo que los puso en riesgo de contraer a las crías anomalías genéticas. El infame “criadero” de venados cola blanca era utilizado para vender individuos al mejor postor y que fueran “usados” como atractivos turísticos en fincas y hoteles de la región.
De las cinco especies de venados que hay en Colombia, solo el de cola blanca se encuentra en el Libro Rojo de Especies como bajo estado crítico por su cada vez más baja distribución y densidad de poblaciones.