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No es papel viejo

hace 7 horas
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Por Juliana Velásquez Rodríguez - opinion@elcolombiano.com.co

“Los jóvenes nos señalaron el camino”, decía el entonces presidente César Gaviria Trujillo en la instalación de la Asamblea Constituyente en febrero de 1991. Así nació la Constitución Política de Colombia un 4 de julio, hace 34 años. Nuestra Constitución emerge de una gran conversación, diversa, difícil; pero con una gran convicción: “no somos el futuro, somos el presente. Y vamos a escribirlo”, declararon los jóvenes de la Séptima Papeleta.

Una conversación grabada en una constitución política es una promesa de largo plazo, es un marco de convivencia y una seguridad para el paso cambiante del tiempo. Es la posibilidad de escribir el presente, sin arriesgar el futuro.

Imposible no reflexionar, especialmente hoy, sobre lo que nos ha regalado esta carta fundamental que sostiene nuestra institucionalidad, regula la forma como nos relacionamos, enmarca nuestros tres poderes públicos en un equilibrio constante, que nos ha protegido 34 años de vaivenes políticos, violencias y abusos de poder.

En 1991, Colombia dio un enorme salto con la promulgación de su nueva Constitución Política. Se estableció el modelo de Estado Social de Derecho, descentralizado, participativo y respetuoso de los derechos humanos. Los colombianos logramos tener una constitución garantista con mecanismos reales de protección que reconoció una amplia gama de derechos civiles, políticos, sociales, económicos, culturales y colectivos, algo que era una utopía en la anterior Constitución.

Celebrar su cumpleaños invita, hoy, a una defensa contundente de sus instituciones. Es reconocer que han funcionado y que han visto pasar funcionarios públicos éticos, valientes, rigurosos que, muchas veces desapercibidos, han sostenido nuestra democracia. El reconocimiento no implica complacencia, ni desconocer un espacio para la oportunidad de mejora; implica confianza, apoyo y acompañamiento. Acompañamiento a los magistrados de las Cortes que han sostenido la ley a pesar de los ataques constantes y peligrosos del ejecutivo; a los congresistas que sirven como barrera protectora de reformas regresivas; a los mandatarios locales que siguen construyendo futuro, sin presupuestos nacionales y con presiones indebidas.

Nos encontramos en un momento de nuestra historia en el que se cuestiona el valor de las instituciones, se promueven reformas sin consenso y se normaliza el irrespeto a las reglas. La historia muestra que los retrocesos democráticos comienzan así: debilitando la Constitución, socavando la independencia de los jueces, poniendo en duda los límites del poder.

Hoy, tenemos un reto, una invitación y un aprendizaje.

El reto que tenemos en Colombia no está en imaginar una nueva Constitución, ese distractor solo genera caos, incertidumbre y desconfianza. El reto está en cumplir la que tenemos. Hacerla real en los territorios donde aún no llega, garantizar los derechos que consagra y fortalecer las instituciones que la hacen viva.

La invitación es a rodear los funcionarios públicos que, de manera valiente, se mantienen fiel a nuestra Carta. Quienes a pesar de la pérdida de confianza en las instituciones y arriesgando mucho, nos protegen. Esos funcionarios nos están regalando futuro y lo debemos reconocer y celebrar.

Una reflexión. Las instituciones se fortalecen y se acompañan con convicción ciudadana y espíritu cívico, con el ejercicio optimista y responsable del voto, con veeduría ciudadana en el cuidado de lo público y con una articulación constante de lo público y lo privado.

*Presidenta Ejecutiva Proantioquia

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