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Desde la libertad, Uribe podrá ver cómo se resuelve en segunda instancia la sentencia a doce años de cárcel en régimen domiciliario a la que fue condenado.
Por Humberto Montero - hmontero@larazon.es
Se ha hecho justicia con el presidente Uribe. Petro no ha podido viciarlo todo y el Tribunal Superior de Bogotá ha hecho valer la cordura que millones de colombianos tenían presente en todo momento. Petro dice no entender que el presidente Uribe quede libre cuando ni tan siquiera debiera haber sido encausado, sino condecorado por prestar un servicio al país con mano firme, jugándose la vida en todo momento, como prueban los muchos intentos de magnicidio que sufrió. No contentos con fracasar una y otra vez en sus planes para asesinarlo, la siniestra más extrema trató de vilipendiarlo hasta llevarlo preso. Pero yerran de nuevo.
Petro asegura que Uribe tiene las manos manchadas de sangre y no él, a pesar de que por culpa de su política errática y contemplativa con la delincuencia y las narcoguerrillas —siendo generosos— hoy Colombia ha perdido a su senador más querido, Miguel Uribe, en quien el país tenía depositadas muchas esperanzas.
“La crítica de Uribe a Petro es absolutamente falaz”, dice el todavía mandatario, recordándole a su vez a Uribe su relación con los paramilitares. “Ahora nos echa la culpa de su error. Ya verá la Justicia qué hace con él. Yo no tengo en mi corazón odio ni venganza, aunque me hizo daño a mí y a mi familia”, aseguró Petro.
Y, sin embargo, lo único que ha hecho su gobierno es buscar desquite y hasta eso lo ha hecho mal.
Lo que sí está probado es que Petro perteneció a un grupo terrorista. No un día ni dos. Solo él sabe si de forma directa llegó a mancharse las manos de sangre ajena, pero por el mero hecho de participar de forma activa en las actividades criminales del M-19 sí podemos presumir que lo están de forma indirecta, cuando menos. Porque por mucho que en su emblema figurara una paloma, volaba sobre dos fusiles.
Ahora, desde la libertad, Uribe podrá ver cómo se resuelve en segunda instancia la sentencia a doce años de cárcel en régimen domiciliario a la que fue condenado.
“Cada minuto de mi libertad lo dedicaré a la libertad de Colombia”, dijo el presidente Uribe, de quien la Corte bogotana no aprecia “la intención de fuga abandonando el país”. “No existen indicios objetivos de evasión y en un Estado de derecho, las medidas de aseguramiento no pueden sustentarse en supuestos riesgos futuros, meramente hipotéticos o en conjeturas derivadas del reconocimiento social del acusado”, indica el tribunal.
No seré yo quien ponga la mano en fuego por nadie, pero dudo mucho de que Uribe -al que conocí siendo presidente durante una entrevista y jamás he vuelto ver- tenga intención de dejar atrás su Antioquia querida, su casa de Rionegro y el país. Me gustaría ver si en una situación similar otros harían lo mismo o saldrían corriendo rumbo a La Habana, Caracas, Managua o cualquier otro destino donde las libertades son una quimera. ¿Apostamos?