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¿Subirán las tasas de interés?

La economía global aún navega entre ciclos de volatilidad, cambios en precios de commodities y decisiones de grandes bancos centrales que no son del todo predecibles.

hace 14 horas
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  • ¿Subirán las tasas de interés?

Por David Yanovich - opinion@elcolombiano.com.co

En los corrillos de los economistas ya se habla de la posibilidad de que en 2026 suban las tasas de interés. La inflación se ha moderado y hay expectativas de tasas a la baja, pero esto es en la superficie. La verdadera tensión no está en las variables de hoy; está en las fuerzas que avanzan lentamente debajo, configurando un entorno en el que un aumento de tasas no solo es posible, sino técnicamente plausible.

El primer elemento es la inflación subyacente. Aunque la cifra total ha cedido, la estructura de precios revela rigideces que no desaparecen con facilidad. Servicios, arriendos, educación, tarifas reguladas: todos muestran una dinámica que resiste la desaceleración. Es un tipo de inflación que no responde al clima ni a choques transitorios, sino a la estructura misma de la economía. Y cuando la inflación subyacente permanece elevada, la política monetaria enfrenta un dilema: bajar tasas podría desanclar expectativas; mantenerlas o subirlas, en cambio, se convierte en una herramienta preventiva.

A esto se suma un componente que cada año define buena parte del ritmo inflacionario: el salario mínimo. Un ajuste de entre el 11% y el 13%, como lo está pensando el gobierno, tiene un efecto inmediato y peligroso en los ajustes de muchos costos empresariales y contratos. No es simplemente un número; es un ancla que se replica en miles de decisiones privadas. Si el ajuste para 2026 resulta superior al crecimiento de la inflación y la productividad, la presión sobre los precios será inevitable.

El frente fiscal agrega otra capa de complejidad. En un entorno de déficits amplios y necesidades de financiamiento crecientes, las primas de riesgo suelen ajustarse al alza. Esto encarece el costo del crédito soberano y privado, y eleva la tasa neutral, esa consistente con un crecimiento estable y una inflación en meta. Cuando la tasa neutral sube —por mayor riesgo, mayor endeudamiento o condiciones globales más restrictivas— la política monetaria tiene menos margen para reducir tasas sin estimular una depreciación abrupta o una reanimación indeseada de la inflación.

El entorno externo completa el cuadro. La economía global aún navega entre ciclos de volatilidad, cambios en precios de commodities y decisiones de grandes bancos centrales que no son del todo predecibles. Una depreciación del peso, incluso moderada, se traduce rápidamente en inflación importada. Y frente a ese tipo de inflación, la herramienta más efectiva sigue siendo la tasa de interés.

Por eso, aunque la situación actual parece propicia para la estabilidad o incluso para reducciones graduales, el equilibrio es frágil. La combinación de inflación subyacente persistente, presiones salariales, riesgos fiscales y vulnerabilidad externa construyen lo que podría ser una tormenta perfecta para la tasa de interés.

La tensión, en última instancia, no reside en la tasa vigente, sino en el modo en el comportamiento de estos factores. La economía rara vez se mueve de manera abrupta; lo hace por acumulación de fuerzas. Y es precisamente en esa acumulación donde se define el rumbo de 2026.

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