De acuerdo con la BBC, en los años 50, Benidorm era apenas un pequeño pueblo pesquero de la Costa Blanca, con unos 3.500 habitantes. Hoy es un referente mundial del turismo de sol y playa y la segunda ciudad del mundo con más rascacielos por habitante, solo superada por Nueva York.
El cambio comenzó en plena dictadura de Francisco Franco, cuando el régimen buscaba divisas para salir del aislamiento económico tras la Guerra Civil. El turismo apareció como una carta de salvación y, en Benidorm, la apuesta se convirtió en modelo.
El entonces alcalde, Pedro Zaragoza, desafió las normas sociales y religiosas de la época al autorizar el uso del bikini en sus playas. Fue un gesto polémico, pero decisivo para atraer a los turistas del norte de Europa, quienes encontraban en la localidad un lugar más abierto que el resto de la España franquista.
Una ciudad que creció hacia arriba
Rodeado de montañas y con escaso suelo disponible, Benidorm optó por un urbanismo vertical. En 1966 se levantó la torre Coblanca 1, primer rascacielos de la ciudad, que marcó la fisonomía que hoy caracteriza al municipio. El modelo urbanístico, diseñado en los años 60, protegió parte del suelo y reservó espacios verdes, mientras apostaba por edificios altos que garantizaban vistas al mar y eficiencia energética.
La apertura del aeropuerto de Alicante en 1967 terminó de consolidar el fenómeno: miles de turistas británicos y europeos comenzaron a llegar cada año, impulsados por los turoperadores y paquetes vacacionales.
Un modelo exitoso, pero frágil
Con más de 80 rascacielos que superan los 100 metros y más de 90.000 camas hoteleras, Benidorm se convirtió en el epicentro del turismo de masas en España. Su éxito lo hizo conocido como “Beniyork” y lo transformó en motor económico durante décadas.
Sin embargo, el modelo también acarrea desafíos. La ciudad, que tiene poco más de 74.000 habitantes, puede recibir hasta 400.000 personas en temporada alta, lo que tensiona los servicios públicos y dispara el precio de la vivienda. Aunque no se han visto protestas como en Barcelona o las islas Baleares, crece el debate sobre su dependencia del turismo y el impacto en la vida de los residentes.
A más de medio siglo de su transformación, Benidorm sigue siendo un laboratorio urbano y turístico único en Europa: un lugar donde la historia lo hizo resaltar, primero por un bikini, luego la visión de un alcalde y con ello el empuje del turismo de masas definieron el destino de esta ciudad.
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Con información de la BBC.