Estaba nervioso. Tenía una estampita religiosa con los colores del Fluminense y un rosario en la mano. Ese hincha del Fluminense que enfocaron las cámaras aferraba con fuerza a ambas cosas, como pidiendo ayuda divina para que el equipo brasileño, a pesar del asedio del Al-Hilal saudí en los últimos minutos del duelo de cuartos de final, se convirtiera en el primer semifinalista del Mundial de Clubes que se juega en Estados Unidos.
En el cielo lo escucharon. El cuadro brasileño, que juega en el mítico estadio Maracaná, ganó el duelo contra los árabes y, contra todo pronóstico porque decían que los equipos europeos serían los que lucharían el título, se metió entre los cuatro mejores. Por eso las lágrimas de sus aficionados en las tribunas. Ese fue el motivo del llanto de alegría de jugadores como Thiago Silva o Jhon Arias.
El equipo con la plantilla más modesta de los ocho que se metieron en cuartos de final (valorado en 85 millones de euros), venció a uno que contaba con figuras como el portugués João Cancelo, el francés Kalidou Koulibaly o el marroquí Yassine Bounou, dirigido además por el entrenador italiano Filippo Inzaghi, quien llevó al Inter de Milán a dos finales de Champions en los últimos tres años.
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