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Débora Arango y el MAMM

Una reflexión sobre el patrimonio, la ley y la misión cultural del Museo de Arte Moderno de Medellín.

  • La artista donó al museo 244 piezas entre los años 1986 y 1987. FOTO Camilo Suárez
    La artista donó al museo 244 piezas entre los años 1986 y 1987. FOTO Camilo Suárez
hace 3 horas
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*Mauricio Ortega Jaramillo

La reciente controversia en torno a la decisión del Museo de Arte Moderno de Medellín de transferir algunas obras de la maestra Débora Arango a otros museos nacionales ha generado una intensa discusión pública.

El MAMM, en su compromiso con la transparencia, ha considerado oportuno explicar el alcance y la motivación de esta decisión, no solo para disipar dudas, sino para reafirmar un principio que orienta toda su labor: preservar, difundir y dignificar el arte colombiano.

Para comprender el sentido de esta decisión, es necesario recordar la estrecha relación entre Débora Arango y el MAMM. En vida, en los años 1986 y 1987, la maestra vio en el Museo un lugar de ruptura y modernidad, donando 244 piezas a la institución por considerarla capaz de sostener debates incómodos y promover la libertad expresiva.

Hoy los museos funcionan como redes, no como bóvedas. En el mundo, las transferencias y préstamos entre instituciones son prácticas habituales que amplían el alcance educativo y simbólico de las obras. Las obras de Débora Arango no pierden valor al exhibirse en otros espacios; al contrario, lo multiplican al encontrarse con nuevas miradas, por eso el interés del MAMM de compartir parte del legado con algunos de los grandes museos públicos del país, como el Museo Nacional de Colombia y el Banco de la República.

El MAMM no solo ha cumplido con la ley; fue por iniciativa suya que estas piezas fueron declaradas Bienes de Interés Cultural (BIC) de carácter nacional, bajo la Ley 397 de 1997 y sus posteriores modificaciones. Dicha declaratoria otorga un Régimen Especial de Protección, que impone deberes al propietario, pero no prohíbe su enajenación. El numeral 4 del artículo 11 de la Ley 397 de 1997, modificado por el artículo 7 de la Ley 1185 de 2008, lo explica con claridad:

“Quien pretenda enajenar un bien mueble de interés cultural deberá ofrecerlo en primer término a la autoridad que haya efectuado la respectiva declaratoria (...). Esta primera opción podrá ser ejercida por cualquier entidad estatal, según coordinación que para el efecto realice la autoridad que haya efectuado la declaratoria”.

El Museo notificó oportunamente al Ministerio de las Culturas que, tras analizar la solicitud, optó por no ejercer su derecho de adquisición y, posteriormente, negó la autorización para la enajenación a las otras entidades públicas interesadas. Es claro, no obstante, que la ley no contempla impedimento alguno cuando la transferencia se realiza hacia otra entidad pública, y en tales casos, el bien no sale del dominio público del arte, sino que pasa a manos de instituciones que garantizan su custodia a perpetuidad, reforzando la función social y cultural del patrimonio.

Lea también: Volvió la Bienal de Arte a Medellín y Antioquia, ¿cómo entenderla?

Pero el MAMM no se limita al cumplimiento de la ley. Su actuación se inspira en los más altos estándares éticos y museológicos. Quienes han invocado el Código de Deontología del Consejo Internacional de Museos (ICOM) para cuestionar la decisión, omiten que dicho código, lejos de prohibir, contempla las transferencias de obras entre instituciones cuando estas contribuyen a su divulgación y conservación. El principio rector es claro: las colecciones no son objetos inmóviles, sino herramientas vivas de conocimiento. La circulación responsable de las obras amplía su sentido y enriquece la memoria colectiva.

Se entiende que las instituciones culturales, aún las privadas, no están exentas de escrutinio; al contrario, la crítica rigurosa fortalece la vida democrática de la cultura. Por eso se agradecen las inquietudes y cuestionamientos que este proceso ha suscitado. No obstante, es necesario que el debate se fundamente en hechos y en derecho, no en suposiciones ni en juicios de intención.

El MAMM ha actuado conforme a la ley, a la ética museológica y al propósito que lo guía desde su creación: difundir el arte moderno, estimular el pensamiento crítico y preservar la libertad creativa. Débora Arango dedicó su vida a desafiar la censura. Abrir sus puertas a nuevos públicos es mantener viva su voz, una voz que, desde la pintura y la rebeldía, sigue recordándonos que el arte es también una forma de verdad.

*Presidente Consejo Directivo Museo de Arte Moderno de Medellín

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