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En su libro, “Una vida, muchas vidas” (publicado en septiembre de 2021, género: Biografía), Gustavo Petro hizo un relato de sus luchas personales, confesando que probó algunas drogas en su paso como diplomático en Bélgica. En uno de sus acápites, se lee: “Con una amiga colombiana exploré, incluso, el consumo de algunas drogas, la experimentación de las sensaciones, el viaje hacia el interior, hacia lo profundo, desligado de los nexos de la sociedad, de mi propia lucha y vocación; trataba de explorar los rincones de una geografía interna... La soledad me llevó a una exploración profunda que se volvió, además intelectual”.
Entretanto, la excandidata presidencial Íngrid Betancur, contó el estado en que encontró un día a Gustavo Petro en Bélgica, cuando a la sazón ella era congresista y fue a visitarlo en asocio con Carlos Alonso Lucio, también congresista y quien era su pareja: “Él, simplemente estaba ido, estirado en el suelo. La esposa, de ese momento (Mary Luz Herrán), apenada diciendo: Bueno, qué pena con ustedes, los estábamos esperando, pero no ha reaccionado. Vuelvan más tarde”. En un pronunciamiento, el hoy presidente de Colombia se limitó a decir: “El consumo de drogas, llegó a raíz de una soledad que me condujo a una exploración profunda e intelectual”.
La verdad, es que viene creciendo la conversación de este tema de presumible adicción a las drogas y al alcohol, imputable a Gustavo Petro. Hasta ahora un run run. También se ha lanzado al ruedo, un petrista pura sangre: Álvaro Leyva Durán, su primer canciller. En un trino del 1º de abril último, expresó: “Por ello me pregunto con suma preocupación sobre los efectos dañinos de los estupefacientes y el alcohol, tratándose de la persona que lidera la cima del Estado y de algún estrechísimo colaborador suyo. ¿Qué se puede esperar ahora y en lo que resta por venir de ser aquello así? ¿Cuál sería la suerte de los colombianos y de la patria entera?”.
Petro, ha hecho aseveraciones que enmudecen, como: “La cocaína, no es más mala que el whisky” y “el azúcar es más dañino que la cocaína”. Es como si tuviera una fijación con el tema. Sobre el cierre del año 2024, Petro expresó que “por el guayabo, prometo no tomar tragos fuertes”. Para defenderse de críticas sobre su consumo de alcohol, el presidente en un discurso dijo: “No he hecho la primera fiesta desde que me posesioné en este gobierno. Aquí nadie toma un trago siquiera” (29 de enero de 2025).
Petro, apareció en Girardot (febrero de 2022) en estado de alicoramiento y reconoció que había consumido alcohol antes del evento y sacó de su arsenal de chispazos, esta tesis críptica: “Fue por el cansancio del viaje a Europa y el cambio de horario”. Y ofreció disculpas a quienes asistieron al acto. En alguna oportunidad, Gustavo Bolívar, exdirector del Departamento de Prosperidad Social (DPS) y amigo carnal del presidente Petro, intervino en redes sociales para defender al mandatario, al declarar que él estaba “embriagado, pero de amor por Colombia”. Hubo mofas y críticas a granel.
En fin, no terminarían los episodios en que aparece el presidente en ese berenjenal: todo un círculo vicioso (es decir, cuando dos cosas se explican una por otra recíprocamente, y ambas quedan sin explicación). La escritora y filósofa Carolina Sanín, se sumó a quienes piden un examen médico a Gustavo Petro: “Claro que luego sale que es neurodivergente”. De nunca acabar...
