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Sobre vientos y gripes

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Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com

Estación Pañuelo, a la que llegan los griposos clásicos (de nariz tapada), los que hablan de ron con leche caliente para disminuir el malestar, los que se atiborran de pastillas sin saber si estas elevan la presión arterial o dañan los riñones, los que solo beben agua y duermen esperando a que todo pase, los que tratan de conciliar el sueño colocando la espalda contra cojines para respirar mejor, los que estornudan encima de otros y para colmo miran feo, los que exprimen tres limones en un aguardiente y con ojos llorosos se lo toman, los que mantienen las mejillas coloradas de tanto estregárselas con papel para higiene nasal, los que meten la cara en los vapores de una infusión de eucaliptus y salen sudando, los que tosen y a veces parece que siguieran el ritmo de algún tango, los que dicen tengo gripa y se la pesqué a la vecina (sin dar más explicaciones o posando), en fin, entre los griposos hay gente para estornudos, ardores en el pecho y bronquios vueltos pedazos debido a la contaminación. Y en este mundo de gérmenes flotantes (variaciones del COVID dicen unos), la más agripada y disminuida es la verdad, que también se enferma de otras cosas, y le valen de poco las bufandas y los jarabes expectorantes.

Los vientos traen y llevan pájaros, unos son lluviosos como los alisios y los monzones y otros secos y calurosos como el siroco, conocido como el chamsin o del levante, por aquello de que cuando sopla hace pensar en el infierno. Y mientras soplan o se enloquecen, las condiciones climáticas cambian, aparecen enfermedades endémicas o importadas, se vuelve a las viejas pócimas (hoy empaquetadas y con patente farmacéutica) y, así, lo que más se nota es gente con gripa, enfrentando otra gripe que es la mental, la producida por los vientos de la mentira, la mezquindad y los bichos de redes informáticas, que son gérmenes que no paren de reproducirse y carcomerse entre ellos.

La gripa, como la mentira, es enfermedad que no se ha podido curar. Se le pueden rebajar los síntomas, ponerla a reposar, pero el malestar se mantiene vivo. Y en el caso de la gripe que ataca a la verdad, hoy en día más virulenta y peligrosa, con más fiebre y delirios, crece (el malestar) y pone a respirar mal, a ver las cosas como no son y entonces fluyen todo tipo de mitos y propagandas que tratan de ignorarlo todo acerca de la historia, la justicia y la dignidad. Y ahí vamos, gripientos (palabra que suena mejor que griposos).

Acotación: todo comienza tosiendo, con algún escalofrío, buscando una pastilla. Pero si no se le para bolas, la gripe se toma todo el cuerpo. Es el mismo proceso de la mentira que, libre, envilece la verdad y al final la convierte en locura y alta temperatura.

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