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Hablemos de otras cosas

Esa inquietud no se queda en las estadísticas; se cuela en nuestras vidas. Las conversaciones familiares, que a menudo terminan tocando algún tema político, han empezado a sentirse catastróficas.

08 de abril de 2025
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  • Hablemos de otras cosas

Por Amalia Londoño Duque - amalulduque@gmail.com

El día de las elecciones en que Gustavo Petro fue elegido presidente, un grupo de amigos estábamos reunidos en casa. Uno de ellos dijo: “Prefiero que apaguen las noticias y hablemos de otra cosa; no vamos a discutir lo que viene delante de los niños”.

En ese momento, me reí.

Me pareció exagerado y pensé que ninguno de nuestros hijos, todos menores de cinco años, habría entendido lo que podríamos haber comentado. No íbamos a hacer más que compartir opiniones sueltas sobre un gobierno que apenas comenzaba.

Tres años después, pienso distinto.

La OMS y otras organizaciones nos vienen alertando desde 2021 sobre nuestra salud mental: los trastornos de ansiedad aumentaron un 25% tras la pandemia, y las causas no se limitan al encierro, sino que incluyen el incremento de la inestabilidad política. En Colombia, por ejemplo, el 52,2% de los jóvenes reporta síntomas de ansiedad, según un informe reciente publicado por este periódico.

Esa inquietud no se queda en las estadísticas; se cuela en nuestras vidas. Las conversaciones familiares, que a menudo terminan tocando algún tema político, han empezado a sentirse catastróficas. La política actual está marcada por la incertidumbre: las guerras en Ucrania y Gaza, el auge del populismo con figuras como Trump o Milei, y, en nuestro país, la sensación de desgobierno que muchos perciben tras tres años de Gustavo Petro, marcados por reformas estancadas y una dolorosa polarización.

Los mayores de 60 años en Colombia, que vivieron episodios como el auge del narcotráfico, tienen una memoria histórica que los hace particularmente sensibles a este desequilibrio político. Un estudio de la Universidad Javeriana (2023) reveló que el 48% de este grupo reporta preocupación por la corrupción y la pérdida de confianza en la política.

Además, según la Fundación Saldarriaga Concha (“Misión Colombia Envejece”, 2023), el 60,5% de los mayores no usa internet, lo que limita su acceso a información diversa y los deja expuestos a medios tradicionales, a menudo polarizados y cuyo tono noticioso suele cerrar cada emisión con una sensación de zozobra y angustia.

“Yo no veo noticias por mi salud mental”, dicen algunos.

Yuval Noah Harari, a quien he citado antes en esta columna, escribió en 21 lecciones para el siglo XXI: “En un mundo donde las noticias son un diluvio constante, la ansiedad no es solo miedo al futuro, sino agotamiento por el presente”. Los colombianos hemos trasladado entre generaciones una sensación de desconfianza y miedo que para muchos es natural.

María Jimena Duzán lo expresó en una columna de Semana: “La ansiedad de los colombianos no es por lo que pasa, sino por lo que nunca termina de pasar”.

¡Y qué razón tiene!

Sin embargo, para un panorama como el nuestro, rescato las palabras de Alain de Botton en sus ensayos de The School of Life: “La felicidad no está en controlar el mundo, sino en encontrar calma en nuestras pequeñas conversaciones”.

Aunque es necesario hablar de política, tal vez ese no deba ser el tema de las charlas cotidianas que nos salvan.

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