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Conversaciones sobre la vejez

Me parece curioso que con la conversación del envejecimiento sobre la mesa hace ya tanto tiempo, hoy veamos pocos proyectos de lugares de retiro

hace 55 minutos
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  • Conversaciones sobre la vejez

Por Amalia Londoño Duque - amalulduque@gmail.com

Son muchos los dolores que uno vive en silencio, algunos por vergüenza a admitirlos, otros porque pueden herir susceptibilidades y la mayoría porque hemos creído que es mejor no mencionarlos y pasar derecho por ahí cuando sean demasiado rumiantes.

Hay uno de esos dolores silenciosos, que se combina con miedo y que usualmente llega cuando uno ya es adulto. Es un dolor que aparece en momentos familiares, en un almuerzo, en una llamada a saludar o “tomando el algo” como dicen en estas tierras montañosas.

Es un dolor que aparece cuando uno ve, que para levantarse de la silla, el papá ya necesita ayuda o que también se asoma cuando los fines de semana la mamá llama angustiada por la soledad.

Es el dolor de la vejez, pero desde el otro lado.

No el dolor que sentimos cuando somos viejos, sino el dolor que aparece cuando vemos a los que más queremos envejecer.

Y ese dolor, cuando la familia no es muy grande, es además de silencioso: íntimo. Adquiere una categoría personal que tras una evolución del tiempo y cuando empiezan las cotidianidades a comunicar, nos enfrenta a la culpa y dilemas existenciales a los que usualmente cuando no hay con quien conversar, se les aparta del pensamiento.

¿Cuándo nos convertimos en cuidadores?

Yo creo que exteriorizarlo ayuda porque supongo que por ahí habrá mucha gente sintiendo lo mismo.

Pero en el sentido práctico, no hay ayudas.

El dolor de ver envejecer a los papás (o en muchos casos aplica a otros familiares), se manifiesta en dolores, enfermedades, conversaciones, miradas y silencios.

No pasa de un momento a otro, estalla cuando nos reconocemos espectadores de un momento que ya no tiene retorno y quedamos perplejos buscando respuestas que no llegan.

Todo esto para poner sobre la mesa el cuidado y la vejez. ¿Cómo quisiéramos envejecer? ¿Por qué las ciudades deben transformarse para tener más espacios públicos accesibles para el adulto mayor? ¿Cuándo van a priorizarse las políticas públicas y los programas sociales para esta población de la que haremos parte todos tarde o temprano?

Me parece curioso que con la conversación del envejecimiento sobre la mesa hace ya tanto tiempo, hoy veamos pocos proyectos de lugares de retiro.

Pensar por ejemplo en cambiarles el nombre y que se dejen de llamar asilos, sería una gran oportunidad para al menos, ir cambiando de idea.

Hoy, cuando la ciencia asegura que viviremos más años, deberíamos –sobre todo en Colombia– hacer más por la población más vieja. No digo hablar más de la vejez, porque ya hemos hablado mucho.

Hay que hacer.

Nos contaron la historia y nos educaron de tal forma que la idea de vejez que tuvimos fue representada por una decadencia física o por que se apagaba la vitalidad.

Pero ahora estamos intentando pensar en lo que sabemos que vendrá, para que en ese momento podamos envejecer con curiosidad, con vitalidad, con oportunidades y sobre todo, aliviando esa carga en nuestros hijos.

Educándolos para entender que ese dolor no es propio, que a la vejez llegaremos todos. Que el cuidado podría ser una decisión, pero en el entre tanto, sí necesitamos ciudades, empresas y comunidades pensando en eso.

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