Los pequeños agricultores de América Latina —los mismos que producen buena parte de los alimentos que llegan a las ciudades— están intentando adaptarse a un clima que cambia más rápido que sus posibilidades, pues las sequías, las lluvias extremas y las inundaciones los golpean cada vez con más fuerza, mientras el financiamiento internacional apenas les alcanza para sobrevivir.
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Bajo esa premisa, un nuevo informe de la Alianza Agricultura Familiar por la Acción Climática (FFCA) revela que se necesitan más de 26.000 millones de dólares al año para que los campesinos de la región puedan implementar medidas de adaptación frente al cambio climático.
El dato es tan claro como alarmante: las pequeñas parcelas agrícolas, que producen la mitad de las calorías que alimentan al planeta, sustentan los medios de vida de 2.500 millones de personas —más de un tercio de la población mundial—. Sin embargo, son también las más vulnerables a un sistema climático cada vez más errático.
Por ejemplo, en los últimos treinta años, los desastres vinculados al clima han provocado pérdidas por 3.8 billones de dólares en cultivos y ganado a nivel global, equivalentes a 123.000 millones de dólares por año, una cifra que no deja de aumentar.
En este escenario, los campesinos se están adaptando prácticamente solos. Según el informe elaborado por la consultora Climate Focus para la FFCA, los pequeños productores están gastando de sus propios ahorros cerca de 368.000 millones de dólares anuales en medidas de adaptación: construir reservorios de agua, proteger suelos, diversificar cultivos o comprar semillas más resistentes. Esa cifra no incluye el trabajo no remunerado que muchos destinan a estas labores. “Esa autofinanciación los deja en una posición muy frágil: se endeudan, agotan sus reservas y siguen siendo los más expuestos”, advierte el documento.
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