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La abstención sigue marcando en las elecciones de los Consejos de Juventud, donde votó apenas el 12% de los habilitados

Treinta años después de su creación, los Consejos de Juventud aún no logran conquistar la participación de las nuevas generaciones, pese a los esfuerzos por consolidarlos como espacios reales de representación.

  • ’Grandes X Elección’, es eslogan que impulsó la última jornada electoral juvenil. FOTO: COLPRENSA
    ’Grandes X Elección’, es eslogan que impulsó la última jornada electoral juvenil. FOTO: COLPRENSA
hace 42 minutos
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Los Consejos de Juventud surgieron como una apuesta para acercar la democracia a las nuevas generaciones, pero tres décadas después de las primeras elecciones de 1994, su alcance sigue siendo limitado: no solo por la capacidad de incidencia de quienes resultan elegidos, sino también por el bajo número de jóvenes que participan en las urnas. Incluso hay quienes tienen una duda: ¿justifica tan baja participación el esfuerzo y la logística que demanda este proceso?

Contexto: Sin complicaciones, pero con poca participación cerraron las elecciones de Consejos Municipales y Locales de Juventud

Aunque el dato de participación —12,81 %— mejora ligeramente frente al 10 % registrado en 2021, sigue evidenciando una brecha preocupante entre la población joven habilitada (más de 11 millones de personas entre 14 y 28 años) y la que realmente se involucra en estos ejercicios de representación. En Antioquia, por ejemplo, votaron 140.677 jóvenes; en Bogotá, 102.861; en Valle, 117.873; en Cundinamarca, 105.845; y en Atlántico, 94.217.

Ese contraste entre el despliegue nacional y la baja participación resume el desafío central de estos comicios. Más allá de las cifras, los resultados dejan ver que la tarea no termina con abrir las urnas. A partir de esto, surgen cinco conclusiones que ayudan a leer lo que realmente dejó estas elecciones de los Consejos de Juventud.

1. El valor simbólico es mayor que el político

Los Consejos Municipales y Locales de Juventud fueron concebidos por la Ley 1622 de 2013 (modificada por la 1885 de 2018) como espacios autónomos de participación y concertación juvenil. Sus miembros —jóvenes elegidos democráticamente— actúan como interlocutores frente a las administraciones locales, sin sueldo ni poder de decisión formal, pero con la tarea de representar las agendas de su generación.

En la práctica, sin embargo, su incidencia política es limitada: no tienen voto en los concejos municipales ni pueden ejecutar recursos. Su peso radica más en el gesto democrático que en los efectos tangibles sobre las políticas públicas.

2. La pedagogía sigue siendo insuficiente

Nicolás Molina, profesor de ciencia política en partidos y sistemas electorales lo resume así: “Muchos jóvenes ni siquiera sabían que había elecciones; otros pensaban que era algo infantil o simbólico”. Esa falta de información y de valoración social explica por qué, pese a la cobertura mediática y a los llamados oficiales, la participación apenas creció dos puntos en cuatro años.

Según Molina, la tarea pendiente recae en las administraciones locales y en los Enlaces Municipales de Juventud: no basta con organizar elecciones, hay que darles sentido. En Medellín, por ejemplo, el Consejo de Juventud ha sufrido históricamente deserciones: el de 2000–2003 empezó con 17 consejeros y terminó con cinco.

3. Los partidos tradicionales predominan

Aunque los Consejos se pensaron como una alternativa a la política tradicional, los resultados de 2025 muestran que los partidos Liberal y Conservador y Centro Democrático concentran la mayoría de los votos. En Medellín, se consolidaron junto con algunos movimientos como Creemos y sectores del Pacto Histórico.

Infográfico
La abstención sigue marcando en las elecciones de los Consejos de Juventud, donde votó apenas el 12% de los habilitados

Para Molina, el fenómeno revela una paradoja cultural: “Incluso los jóvenes que se perciben como apáticos de la política tradicional siguen utilizando los partidos como el medio para canalizar sus candidaturas”. Es decir, el desencanto con las estructuras no ha eliminado su centralidad, sino que la reproduce en clave juvenil.

4. La abstención no debería justificar el desmonte

Cada elección de los Consejos implica una logística nacional: más de mil municipios, más de 10.000 mesas y cerca de 12 millones de tarjetones. Su costo es alto, pero, como plantea Molina, “la democracia es costosa en cualquier país”. Más que una pregunta por el dinero, el debate debería centrarse en la eficiencia pedagógica del proceso: ¿sirve este ejercicio como semillero de ciudadanía? La respuesta, aunque todavía parcial, apunta a que sí.

La existencia misma de los Consejos es una forma de aprendizaje colectivo: votan adolescentes desde los 14 años, aprenden a organizar listas y convivir con la diversidad política. Ese capital simbólico no se mide en porcentajes de participación, sino en formación cívica.

5. Los Consejos de Juventud son un laboratorio electoral

Pese a su limitada visibilidad, los CMLJ han permitido ensayar fórmulas que hoy se discuten para la política “de adultos”: las listas cerradas con alternancia de género, las curules especiales para poblaciones étnicas y víctimas, y los mecanismos de representación mixta entre partidos, organizaciones y movimientos independientes.

Lo que hoy parece un ejercicio menor podría servir para ajustar reglas de representación en procesos nacionales. En palabras del profesor Molina, “estos consejos son un experimento democrático que vale la pena mantener, revisar y fortalecer, no eliminar”.

Mientras tanto, la abstención sigue siendo el dato que resume el reto de fondo: los jóvenes no se sienten convocados por una política lejana. Y aunque los Consejos de Juventud movilicen a una minoría comprometida, su sostenibilidad dependerá de que el país —instituciones, partidos y ciudadanía— entienda que la democracia no se basa solo en las urnas.

Solo cuando esa confianza se traduzca en participación constante, estos espacios dejarán de ser un experimento y se convertirán en una verdadera escuela de ciudadanía.

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