Tras casi tres años en los cargos más importantes que alguien podría tener en un gobierno colombiano, Laura Sarabia renunció y es la segunda vez que se va de la administración. Esta vez se trata del adiós definitivo. Hace solo unos años, Laura Sarabia hablaba en un video desde la Universidad Militar de cómo un grupo cristiano había cambiado su vida en un momento de mucha dificultad. “Yo estaba atravesando por depresión, soledad, por uno de los momentos más difíciles de mi vida y llegué a ‘Alfa’. Es mi escape de todo, cuando estoy mal, cuando estoy triste. Ellos son mi familia y esta es mi casa”.
Once años después, Sarabia escogió otra familia: la del primer gobierno de izquierda en Colombia. Lo hizo al lado de Armando Benedetti. Tras graduarse de la universidad, Sarabia caminaba entre Dios y “el diablo”. Su primera aproximación a Gustavo Petro fue la campaña electoral. Benedetti sorprendió un día anunciando desde el Congreso que apoyaría a Petro y, su principal asesora, según dijo el entonces congresista en los audios del escándalo revelados por Semana en 2023, no quería que ese fuese el candidato a sumarse en la carrera electoral.
A pesar de eso, la asesora que cuidaba a Benedetti se convirtió en una pieza fundamental de la campaña y luego del Gobierno. Su rol fue protagónico junto a Benedetti en la agenda del candidato. Viajes, destinos, hoteles, rutinas, recorridos, alianzas; Sarabia estaba al frente de todo al lado de su jefe.
Una vez en el poder, la joven asesora política logró ser la coordinadora de la administración. Sarabia era la directora de la orquesta en la ausencia del presidente, le pedía explicaciones y resultados a los ministros y los llamó incluso para notificarles la decisión de que ya no iban más. Eso sucedió con el primer grupo del gabinete que se fue: Cecilia López, Alejandro Gaviria, José Antonio Ocampo. Aunque en Colombia hubo cargos de muchísimo poder en Palacio, como el de Germán Montoya cuando se dudaba de las capacidades del presidente Virgilio Barco; o Néstor Humberto Martínez y María Lorena Gutiérrez, que tuvieron el cargo de “superministros” en el Gobierno de Juan Manuel Santos, no hubo alguien tan joven que centralizara tanto poder en los gobiernos recientes del país. Por su tiempo al frente y las responsabilidades que tuvo, Sarabia fue la persona más poderosa de toda la administración Petro.
En esas primeras comunicaciones públicas en las que Petro se estrenaba como jefe de Estado en la televisión, Sarabia aparecía a su lado más cerca que la vicepresidenta Francia Márquez. Pero esa cercanía no solo fue una imagen televisiva, sino la notificación de quién era más importante. Benedetti quedó relegado a un cargo de embajador en Venezuela y Laura pasó a ser la sombra del presidente.
Luego empezaron los escándalos. En la primera parte del Gobierno, Laura Sarabia encontró en la entonces periodista Vicky Dávila, a quien se convirtió en su crítica más dura. Dávila publicó la historia de Marelbys Meza que fue el primer gran terremoto. A Sarabia se le habían perdido alrededor de 30 millones de pesos en dólares de su apartamento. También había documentos del Gobierno en un maletín negro. Meza era una de sus empleadas domésticas y por la gravedad del robo, la seguridad de Palacio la llevó a un polígrafo que tiempo después dijo fue contra su voluntad. La niñera fue además incluida en un falso expediente del Clan del Golfo para poder interceptarla también de manera ilegal.
La exempleada había trabajado con Benedetti años atrás y se había ido a Caracas con el embajador. Semana entrevistó a Meza y el caso recorrió las portadas de toda la prensa, incluyendo las de EL COLOMBIANO. No era para menos. Una empleada del servicio doméstico había sido tratada como una delincuente sin pruebas, obligada a hacer un polígrafo en un edificio presidencial y fue chuzada ilegalmente por equipos del Gobierno del cambio.
Meses después, un domingo en la noche cuando las personas alistaban la rutina del lunes, esa revista publicó casi dos horas de grabaciones entre Benedetti y Sarabia. Solo se escuchaba la voz del primero pero era evidente que se trataba de una discusión por el poder en la que se amenazaba la continuidad del propio Gobierno.
“Al tigre no se le encierra porque sino el tigre salta y busca una salida. Nos caemos todos y vamos presos, yo hice 100 reuniones y conseguí 15.000 millones en campaña. Si no es por mi no ganan, o es que quieren que diga, hijueputa, quién fue el que puso la plata (sic)”. Esas eran algunas de las frases que Benedetti enviaba en audios a la entonces jefe de gabinete.
El embajador estaba molesto porque no quería ese cargo, sino el de ministro del Interior y no lo recibían en Palacio con la misma relevancia que antes. Tan dura fue esa pelea que la noche del 1 de junio de 2023 el presidente los reunió a los dos en un lugar en Bogotá para que hicieran sus descargos. Allí hablaron y aparentemente hicieron acuerdos que duraron poco.
Otros escándalos
La otra historia que publicó este diario fue la del hermano de la excanciller, Andrés Sarabia. El joven de 25 años empezó a tocar las puertas de entidades públicas y a llevar amigos empresarios para relacionarlos con algunos directivos. El caso más visible fue el de un viaje que realizó en un avión privado de un empresario barranquillero a un concierto de Karol G en Medellín. En ese avión estaban Andrés Calle, entonces presidente de la Cámara, y la vicepresidenta del Fomag, Daniela Andrade Valencia. Sarabia se hizo amigo del presidente de Positiva y de otros tomadores de decisiones que tenían influencia en contratación, cambió su estilo de vida a uno más costoso y las preguntas se volvieron inaplazables.
En el último año la relación Sarabia y Benedetti trascendió a una guerra de misiles balísticos en los medios y en la Fiscalía, sin antecedentes de casos similares. No se había visto a dos funcionarios dentro del Gobierno amenazándose, denunciándose y filtrándole a los medios historias uno en contra del otro con la posibilidad de que las autoridades judiciales tomaran acciones.
Finalmente, por decisión de Petro ambos salieron del Gobierno. Los dos regresaron poco tiempo después. Sarabia como directora de Prosperidad Social, y luego de nuevo al DAPRE. Benedetti como embajador ante la FAO de Naciones Unidas en Roma.
Fuentes aseguran que el plan de aquella noche en la que Petro se le escapó a su propia seguridad para reunirse con ambos empezó a cumplirse en noviembre pasado cuando Benedetti regresó al país a “reclamar su espacio político”. Volvió a Bogotá tras dejar Roma y pasar unos días de rehabilitación en México. Aceptó en una entrevista en Cambio que era adicto a las drogas. En su primera visita en la Casa de Nariño dijo a los medios con un nuevo “look” que sería un alto asesor del Gobierno y que su oficina estaría en el tercer piso “al lado del despacho del presidente”.
Sarabia rápidamente fue relegada, salió del DAPRE y el presidente la nombró canciller de la República. Duró cinco meses.
El comienzo del fin
Sarabia no cambió el poder en Palacio junto al presidente por cualquier cargo; se convirtió en la canciller más jóven en la historia política de colombia con 30 años. Días antes de su posesión (el 29 de enero), estalló una crisis sin precedentes que por poco rompe las relaciones entre Estados Unidos y Colombia.
El motivo fue una protesta de Petro en la madrugada de un domingo porque venían vuelos de deportados desde ese país esposados de pies y manos. Hubo una serie de intercambios en redes entre el mandatario colombiano y el presidente Donald Trump, quien alcanzó a amenazar con subir aranceles a Colombia, lo que habría ocasionado una crisis económica para nuestro país. Finalmente, el entonces canciller saliente Luis Gilberto Murillo, la anunciada canciller Sarabia, el ex vicecanciller Jorge Rojas y el embajador en Washington, Daniel García-Peña, lograron gestionar a través de canales diplomáticos –Sarabia, incluso, llamó al expresidente Álvaro Uribe– y desactivaron la “bomba” política. Vendrían más.
Una vez asumió el cargo, la joven ministra emprendió tareas loables como intentar mejorar las condiciones de los funcionarios de carrera diplomática y nombró a Daniel Ávila, quien había trabajado en administraciones pasadas, como su vicecanciller de relaciones exteriores, quien solo duró tres meses en el cargo. Sarabia llevó a su equipo de confianza en Casa de Nariño, más de 30 personas, para la Cancillería, a la cabeza de la experimentada periodista María Elena Romero y un grupo de funcionarios jóvenes.
Al mismo tiempo, quien era la funcionaria más influyente en el Gobierno, a quienes los medios y el sector privado consideraban un puente, perdía poder en Palacio, es decir con el presidente Petro. El poder en Presidencia se repartió entre los ministros Benedetti y el de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo; este último logró que nombraran tres fichas suyas: Angie Rodríguez (directora del Dapre), Augusto Ocampo (secretario jurídico de la Presidencia) y José Alexis Maecha (subdirector del Dapre). A pesar de que el Palacio de San Carlos, sede la Cancillería y la Casa de Nariño quedan a pocos metros en el centro de Bogotá, a la ministra relaciones exteriores la relegaron poco a poco.
A principios de febrero estalló otra crisis en la que su nombre fue protagonista. Un grupo numeroso de miembros del gabinete de la línea más petrista le querían expresar al presidente, antes de un Consejo de Ministros, su molestia por la presencia de Sarabia y Benedetti en dos cargos tan importantes. Inexplicablemente, el mandatario decidió emitir esa reunión en vivo y en directo, a través de canales privados, públicos y en plataformas. Aquello fue relevador. En más de seis horas hubo récord de audiencia para ver, como si fuera una telenovela, las acusaciones mutuas, el llanto y las quejas entre funcionarios.
“No me parece en este Gobierno las actitudes de Laura Sarabia con nosotros, conmigo, que me ha tocado decirle: ‘Respéteme, que soy la vicepresidenta”, dijo Francia Márquez y la secundaron Augusto Rodríguez (UNP), Susana Muhamad (Ambiente), Alexander López (DNP) y Gustavo Bolívar (DPS). Las quejas se centraron en Benedetti y Sarabia, pero el presidente Petro solo defendió al primero diciendo que su mayor virtud es que “es loco” y que se parece al difunto líder guerrillero Jaime Bateman. Sobre Sarabia ni un elogio o referencia.
Desde entonces, la canciller intentó avanzar en sus apuestas al frente de la política exterior pero al mismo tiempo decidió volver a declararle la guerra a Benedetti. Sarabia asistió a la Fiscalía por un proceso penal contra el ministro por presunto maltrato a la mujer y montó una puesta en escena, con abogadas cargando carpetas rotuladas con otros presuntos delitos de su otrora jefe, que daba cuenta de todo menos de un buen ambiente laboral al interior del gabinete.
“En mi última declaración a la Fiscalía entregué audios y conversaciones con Armando Benedetti, incluso audios que no han sido conocidos por la opinión pública. Le he pedido a la Fiscalía escucharme en los próximos días para ampliar la investigación”, dijo Sarabia a mediados de abril. Como respuesta, también en un performance, Benedetti contestó tapándose la boca. Pero días después, cuestionado por reporteros, el ministro se refirió a ella diciendo que “desde que dejó de ser mi secretaria no me importa lo que ella haga o diga”. La guerra fría entre ambos siguió hasta que hubo una tregua reciente en la convención de Asobancaria en Cartagena a principios de junio.
Sin embargo, la relación entre la canciller y el jefe de Estado no era buena. Hubo dos desautorizaciones públicas antes de la gota que derramó el vaso que fue el tema de los pasaportes. Primero, el reconocimiento al presidente Daniel Noboa en Ecuador: Sarabia no tardó en felicitar su reelección mientras que Petro guardó silencio y luego salió a desautorizar a su canciller sin reconocer la victoria de su homólogo.
Segundo, frente al acuerdo de la Ruta de la Seda entre China y Colombia: el presidente dijo públicamente que no estaba de acuerdo, como hizo Sarabia, en convocar a la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores y también hubo diferencias semánticas sobre el título del documento porque, según Petro, la relación con esas potencias debía ser “de tú a tú”. El alcance del alejamiento llegó, incluso, al punto de que la canciller no viajó en el avión con el presidente y sus ministros entre ciudades en China sino que tuvo que tomar tren: “No había cupo en el avión para mí”, le dijo Sarabia a este diario en ese momento.
¿Sin pasaportes?
La relación entre Petro y Sarabia, sin embargo, terminaría empeorando por cuenta del tema de la expedición de los pasaportes, que ya cobró la cabeza del polémico excanciller Álvaro Leyva y ahora de la canciller Sarabia.
EL COLOMBIANO conoció detalles de lo que sucedió en las últimas horas. La ministra, que estuvo en Sevilla (España) junto al presidente en días recientes, viajó hasta República Checa para la apertura de la embajada de Colombia en Praga. Desde allí, tuvo una llamada telefónica con el jefe de Estado expresando lo que ya le había dicho al polémico jefe de gabinete Alfredo Saade en reuniones previas: ella iba a renunciar si desde Presidencia insistían en no extender el contrato de fabricación de los pasaportes con Thomas Greg & Sons (TGAS) bajo la figura contractual de urgencia manifiesta sino hacerlo a través de la Imprenta Nacional con la Casa de la Moneda de Portugal.
El presidente no cedió y ella tampoco pues “la querían poner a firmar algo que podría traerle problemas legales”, dice bajo reserva un asesor de la Cancillería.
El problema, frente a lo que viene, es que la Imprenta Nacional no tendría la capacidad en el corto plazo de realizar esa compleja tarea, según le informó el propio Ministerio de Relaciones Exteriores a la Procuraduría en documento enviado el 25 de junio. Allí se señala que se necesitan por lo menos 35 semanas de empalme y capacitaciones y que los tiempos no dan pues el contrato con TGAS termina el 31 de agosto.
En Presidencia confían, según dijo Saade, en que TGAS deberá dejar 600.000 libretas de pasaporte, lo que le daría al Gobierno entre cinco y seis meses de maniobra mientras se hace el empalme para garantizar la elaboración de los documentos que deben cumplir con estándares internacionales de calidad. El lío va más allá pues Saade ni ningún funcionario de Presidencia puede tomarse atribuciones legales para expedir pasaportes pues lo debe hacer el Fondo Rotatorio de la Cancillería.
El presidente, empecinado y sin un plan sensato, terminará buscando a cualquier funcionario que obedezca sus instrucciones sin importarle la improvisación y los riesgos ya no solo jurídicos sino prácticos para millones de colombianos que necesitan el pasaporte como un documento obligatorio para salir del país.
A poco más de un año de terminar su mandato, el presidente Petro perdió a una de sus funcionarias más leales, eficientes y cuestionadas; una joven que nunca fue elegida por voto para ningún cargo, pero que alcanzó acumular un poder inédito para una sola persona en el alto Gobierno. Sarabia fue mucho más una “hormiguita organizadora (sic)” como dijo Petro, en tono machista, despidiéndola este jueves.
Más bien, Laura Sarabia se lleva muchos secretos y para la historia quedará que no se puede analizar al Gobierno Petro sin hablar de ella.