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Por Rubén Darío Barrientos G. - opinion@elcolombiano.com.co
Un examinador político hizo el trasunto: “de la rareza a la proliferación”. Hoy son la masa. Dice el analista Javier Duque D., que “pensadas como un mecanismo excepcional para ampliar la democracia, las firmas se han convertido en un potpurrí de dirigentes cívicos, terceras fuerzas, políticos en apuros, tránsfugas, oportunistas y pescadores de incautos, que nos tienen confundidos. Un retrato tragicómico”. Seguimos viendo el florecimiento de aspiraciones bajo movimientos que recolectan firmas de manera callejera (apoyo de un grupo significativo de ciudadanos, es el eufemismo), que son los huérfanos de avales de partido. De los 105 precandidatos a la presidencia, hay 69 independientes que hicieron pública su intención de aspirar al primer cargo del país por firmas.
Para inscribirse por este mecanismo a las elecciones de mayo próximo, se requieren como mínimo 635 mil rúbricas. Ya las tienen listas los exministros Mauricio Lizcano (1.250.000 firmas), Daniel Palacios (900.000 firmas), David Luna (750.000 firmas) y Mauricio Cárdenas (700.000 firmas); la exalcaldesa Claudia López (850.000 firmas), Leonardo Herrera (600.000 firmas) y el empresario Santiago Botero (1.000.000 de firmas). Abelardo de la Espriella, dice que recogerá 3.000.000 de firmas y en la fila india, están también: Vicky Dávila, Sondra Macollins, Jaime Araújo y Luz Zapata. Y el desvergonzado e imputado exalcalde Daniel Quintero —inmerso en un maremágnum— anunció que pretende inscribir un comité ciudadano para buscar presentarse a la presidencia por el mecanismo de firmas. Se acaba el tiempo.
Los defectos de este mecanismo, se vuelcan a firmas que no corresponden a la cédula con el nombre o porque no son legibles los datos que dicta el ciudadano en la planilla de recolección. Los apelativos de los movimientos son rimbombantes: “Firme Luna presidente”, “Imparables”, “Firme con Lizcano Colombianísimo”, “Romper el Sistema”, “Una Nueva Historia”, “Reset Total Contra el Narco y los Corruptos”, entre otros. No tengo nada contra ellos. Además, son personas con lomo y de gran travesía en importantes posiciones asumidas. Simplemente, quiero decir que prefiero candidatos de partidos políticos fuertes, con avales incluidos. Hay varios ejemplos de personas con el respaldo de firmas, que ostentan saltimbanquis políticos y que hoy quieren aparecer como “cívicos” ante la ciudadanía.
En Colombia estamos en pañales en materia de grandes colectividades políticas. No solo porque se adolece de magra ideología, sino también por cuanto en nuestro país no existe la militancia carnetizada y aquí, por ejemplo, en las consultas de los partidos votan propios y extraños y hasta se dan el lujo algunos de pujar los resultados con personas que llegan a revolcar los guarismos, según la conveniencia. La recolección de firmas, como está hoy, requiere de una reglamentación. Es ridículo que una persona eche su “firmita” para una campaña y unas cuadras más arriba lo aborda otro y tira también su “firmita” para ese contrario. Casi que el eslogan es el de que “a nadie se le niega una firma”.
En la revisión de la registraduría no se deberían permitir firmas dobles, triples y hasta múltiples. Eso requiere tatequieto. Reclamamos un acto de decencia. Se ha dicho que firmar no es adherir: entonces, presenciamos el desfile de los “firmones”. La registraduría tendrá que revisar una millonada de firmas. Hay muchos candidatos que perdieron el aval y andan recogiendo firmas. Plan B, dirían en el pueblo.