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El pueblo que libra la Libertadores

Sangolquí es el hogar del Independiente del Valle, equipo ecuatoriano primerizo en la final de la Copa.

  • Hinchas apoyan al Independiente desde el estadio Rumiñahui en Sangolquí. FOTOS ESTEBAN VANEGAS
    Hinchas apoyan al Independiente desde el estadio Rumiñahui en Sangolquí. FOTOS ESTEBAN VANEGAS
  • Divisiones inferiores entrenan en el estadio Rumiñahui .
    Divisiones inferiores entrenan en el estadio Rumiñahui .
  • Vendedora de la plaza César Chiriboga desgrana maíz.
    Vendedora de la plaza César Chiriboga desgrana maíz.
  • Las camisetas del Nacional valen 10 dólares, mientras que las del Inependiente, 7 dólares.
    Las camisetas del Nacional valen 10 dólares, mientras que las del Inependiente, 7 dólares.
20 de julio de 2016
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Sangolquí celebra cada año en las Fiestas del Maíz y el Turismo, pero esta vez tiene otro motivo. La ciudad sede del Club de Alto Rendimiento Especializado Independiente del Valle, tiene el corazón latiendo por su equipo.

A aproximadamente 40 minutos de Quito, este municipio ecuatoriano de 75 mil habitantes, se da el lujo hoy de tener a su equipo como finalista en la Copa Libertadores, enfrentándose al Club Atlético Nacional .

Capital Mundial del Hornado

Sangolquí es un municipio agricultor de clima frío (17° C promedio), habitado por gente amable de facciones andinas. En su centro sobresalen varias edificaciones antiguas, y por ello fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación en el año 1992.

El mercado popular queda en la plaza César Chiriboga. Allí, los campesinos venden las frutas y hortalizas que cultivan en sus casas, y mientras llegan los clientes, desgranan fríjoles, arvejas o maíz para empaquetarlos por libras.

En los alrededores sobresalen diferentes cascadas, que son destino turístico, como también los son los restaurantes que ofrecen hornado, el plato estrella de Sangolquí, que es una especie de lechona.

Su pequeña cuna

El Independiente del Valle ha entrenado en su estadio, el Rumiñahui, desde que el lugar no tenía ni grama en la cancha y los jugadores pateaban el balón en una superficie de tierra, recuerda Gonzalo Correa, relator de fútbol de la estación de radio ecuatoriana Súper K.

Por su capacidad limitada de ocho mil espectadores, el campo tuvo que ceder la final al estadio Olímpico Atahualpa, en Quito, que puede reunir casi 36 mil personas. Los más fanáticos, o los más de buenas, cuentan con una entrada para esta noche.

La travesía por las boletas comenzó en la tarde del pasado domingo, cuando unas 400 personas llegaron a pasar la noche en colchones que dispusieron en plena vía.

Con la camiseta de su equipo, bajo ponchos gruesos y gorros de lana, la hinchada amaneció en las frías calles el lunes 18 de julio y completó una fila de seis cuadras que iba del ayuntamiento, hasta la iglesia central.

Por otro lado, aquellos que se quedan en la casa del finalista visten de azul a la espera del partido, que podrán ver en una de las dos pantallas gigantes que dispuso la alcaldía del cantón de Rumiñahui, cuya capital es Sangolquí.

“¡Y dale, y dale, y dale Independiente! ¡Hasta la victoria! ¡Sí, sí, sí se puede!”, gritan unas mujeres, con las camisetas del equipo en tonos rosados, mientras los niños de las inferiores entrenan.

Habitantes en euforia

Cuando la semifinal terminó 3-2 contra el Boca Juniors el pasado 15 de julio, los habitantes de Sangolquí celebraron por días con fuegos artificiales, música y baile. Tras seis años de profesionalismo, su equipo, que acaso había jugado dos veces la Copa Libertadores, había llegado a la final del torneo.

Encabezados por Max Erazo, líder de las barras del Independiente del Valle, cuatro buses con 120 aficionados partieron rumbo aeropuerto internacional Mariscal Sucre de Tabela, en Quito, a recibir a los jugadores luego de su victoria contra los argentinos.

Después del triunfo, el apoyo por el equipo aumentó. Con la ola de seguidores haciendo filas de cuadras enteras para comprar las boletas para el partido, el club anunció que donará casi un millón de dólares de los ingresos por taquilla a los damnificados del terremoto que sacudió al país el pasado 16 de abril.

Ansiedad: aficionados y jugadores se visten con la “negriazul” en su primera final de la copa, después de 58 años de existencia futbolera.

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