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El regalo de los Reyes Magos - O. Henry

Quienes sacrifican posesiones por las personas que aman son sabios como los Reyes Magos.

hace 42 minutos
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  • El regalo de los Reyes Magos - O. Henry

Por Natalia Zuluaga Rivera - nataliaprocentro@gmail.com

Cada año, en esta época, acostumbro a escribir sobre un cuento de Navidad. Hoy les traigo: “El Regalo de los Reyes Magos” del escritor estadounidense O. Henry, publicado por primera vez el 10 de diciembre de 1905.

“Delia los contó tres veces. Un dólar y ochenta y siete centavos. Y al día siguiente era Navidad. Evidentemente, no había nada que hacer fuera de echarse al miserable lecho y llorar. Y Delia lo hizo. Lo que conduce a la reflexión moral de que la vida se compone de sollozos, lloriqueos y sonrisas, con predominio de los lloriqueos.

Solo unos 1.87 Centavos para comprar un regalo a Jim. Su Jim. Había pasado muchas horas imaginando algo bonito para él -algo que tuviera ese mínimo de condiciones para que fuera digno de pertenecer a Jim. De repente se alejó de la ventana y se paró ante el espejo. Sus ojos brillaban intensamente, pero su rostro perdió su color. Soltó su cabellera y la dejó caer cuan larga era. Los Dillingham eran dueños de dos cosas que les provocaban un inmenso orgullo. Una era el reloj de oro que había sido del padre de Jim y antes de su abuelo. La otra era la cabellera de Delia.

La hermosa cabellera de Delia cayó sobre sus hombros y brilló como una cascada de pardas aguas. Por un minuto se sintió desfallecer mientras un par de lágrimas caían a la raída alfombra. Donde se detuvo se leía un cartel: “Mme. Sofronie. Cabellos de todas clases”. Subió rápidamente Y, jadeando, trató de controlarse. ¿Quiere comprar mi pelo? -preguntó Delia. - Veinte dólares -dijo Madame.

Delia empezó a mirar los negocios en busca del regalo para Jim. Al fin lo encontró. Una cadena de reloj, de platino, que proclamaba su valor solo por el material mismo y no por alguna ornamentación de mal gusto. Era como Jim: valioso y sin aspavientos. Pagó veintiún dólares y regresó a casa. Con esa cadena, Jim iba a vivir ansioso de mirar la hora en compañía de cualquiera. Porque, aunque el reloj era estupendo, se veía obligado a mirar la hora a hurtadillas a causa de la gastada correa que usaba.

La puerta se abrió, Jim entró. Se le veía delgado. Pobre muchacho, solo tenía veintidós años y ¡ya con una familia que mantener! Jim permaneció inmóvil. Sus ojos se fijaron en Delia con una expresión que su mujer no pudo interpretar, pero que la aterró. Jim, Abrazó a Delia.

Jim sacó un paquete del bolsillo y lo puso sobre la mesa. Ningún corte de pelo, haría que yo te quisiera menos, pero si abres ese paquete verás por qué tal desconcierto. Eran las peinetas que Delia había estado admirando durante mucho tiempo en una vitrina de Broadway. Las trenzas destinadas a ser adornadas con esos codiciados adornos habían desaparecido. Jim no había visto aún su regalo. Delia lo mostró con vehemencia en la palma de su mano ¿Verdad que es maravillosa, Jim? Dame tu reloj, quiero ver cómo se ve. Jim se dejó caer en el sofá y sonrió. Vendí mi reloj para comprarte las peinetas”.

Los Reyes Magos trajeron al Niño regalos de gran valor, pero aquel no estaba entre ellos. Solo quienes sacrifican sus posesiones materiales por las personas que aman son tan sabios como los Reyes Magos que trajeron regalos a Jesús e inventaron la tradición de dar regalos en Navidad. ¡Felices pascuas de Navidad!

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