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Si bien Andrónico ha defendido el legado de Evo y fue bajo su sombra que creció como dirigente, hoy se deslinda para crear su propia figura.
Por David E. Santos Gómez - davidsantos82@hotmail.com
Los años de la primera presidencia de Evo Morales, de 2006 a 2010, fueron una luna de miel sostenida para el político indígena. Su popularidad se acercaba con frecuencia al 70 por ciento. En años de mandatarios carismáticos y con altos números de aprobación entre sus ciudadanos (Kirchner, Lula, Correa, Uribe e incluso Chávez) Evo logró consolidar su partido, Movimiento al Socialismo (MAS), con una base popular real y leal. Fueron los años de la reformulación de la constitución boliviana, de un crecimiento anual promedio del PIB cercano al 5 por ciento, de la nacionalización de empresas de gas y petróleo. Bajo el enorme flujo de dinero chavista, Evo, Chávez y Correa -y su Socialismo del Siglo XXI- se creyeron inmortales.
No hay que hacer hincapié en lo que pasó después. Ese desastre lo hemos visto en vivo con la realidad de Ecuador y el penoso sufrimiento de Venezuela. El primero giró a la derecha con fuerza y el chavismo, en manos de Maduro, consolidó su deriva autoritaria y es hoy un sistema totalitario de partido único.
Bolivia, por su parte, es un caso de explosión interna particular. La izquierda gobierna con Luis Arce, el que fuera ministro de economía de Evo en sus horas más gloriosas e impulsado por él mismo como un heredero de su legado. A pesar de esto, nada más llegar al poder, Arce rompió su vínculo con Evo y el MAS se fracturó. De un lado, el expresidente y sus seguidores declararon traidor al mandatario. Del otro, Arce y su gobierno insistieron en que Evo saboteaba su programa. El enfrentamiento del ala “evista” contra el ala “arcista” desgarró a la izquierda boliviana.
El choque de los dos grandes líderes, uno más radical y el otro más moderado, parecía dirimirse en las elecciones presidenciales que se celebrarán en agosto próximo. Sin embargo, una tercera fuerza al interior de la misma colectividad despegó con enorme popularidad en los últimos meses. Se trata de Andrónico Rodríguez, el joven presidente del Senado, quien lanzó su candidatura desligada de las dos grandes figuras. Con solo 37 años, la izquierda de su país se entusiasma con la idea de una cara renovada en una arena marcada por Morales desde hace dos décadas. Si bien Andrónico ha defendido el legado de Evo y fue bajo su sombra que creció como dirigente, hoy se deslinda para crear su propia figura.
La pregunta que ronda la vida boliviana es si un joven que nació en 1988 podrá recomponer la maltrecha izquierda o si, por el contrario, construirá su propia historia desde la desaparición del modelo que impuso Evo y siguió Arce. Lo que dicen las encuestas es que ningún candidato inscrito podría ganar en una primera vuelta. El centro y la derecha, por su parte, creen que nunca como ahora han tenido la posibilidad de darle el golpe político definitivo al MAS. Sus candidatos celebran que en el bando contrario coqueteen con la autodestrucción.