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La inestabilidad como estrategia

A la postre, Qatar fue la clave fundamental para que Hamás aceptara un acuerdo con el que se sentía incómodo.

hace 22 horas
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  • La inestabilidad como estrategia

Por David E. Santos Gómez - davidsantos82@hotmail.com

El freno de la masacre de Gaza –aún con las reiteradas violaciones del cese al fuego denunciadas tanto por el gobierno de Israel como por Hamás— es un triunfo para la política exterior de Donald Trump. Detener el asesinato sistemático de civiles tras dos años de enfrentamiento y más de 67.000 muertos es un alivio en medio del infierno. Un respiro que, además, nos lleva a aceptar que cualquier acuerdo entre las partes es frágil e inconcluso y que cualquier promesa de paz en Medio Oriente es una apuesta siempre al borde del naufragio: hay demasiados palestinos e israelíes radicalizados que están interesados en que todo fracase y que las balas y las bombas vuelvan al terreno para, con la sangre, obtener beneficios políticos. Una paz inestable, sin embargo, es preferible a la carnicería de la que fuimos testigos desde finales del 2023.

Los últimos meses del conflicto llegaron aparejados con una crítica internacional cada vez más fuerte hacia el gobierno de extrema derecha de Benjamín Netanyahu y su expreso interés por la desaparición de Gaza e incluso de Cisjordania. El reconocimiento del Estado Palestino por países que históricamente fueron aliados de Israel como Gran Bretaña, Francia o Canadá, obligó a un replanteamiento de la estrategia bélica de Tel Aviv. Sin embargo, el punto final solo podría llegar desde Washington. “Ha sido suficiente”, dijo Trump ante las cámaras internacionales y en cuestión de horas los bandos buscaron un punto de encuentro. Dos gotas rebosaron la paciencia de la Casa Blanca: la insistencia de una parte del gabinete de Netanyahu de anexionarse Cisjordania y el bombardeo israelí a Doha, capital de un aliado clave de Estados Unidos en la región. La incomodidad con un Netanyahu salido de control llegó a tal punto que en la visita del primer ministro al Salón Oval Trump lo obligó a pedir excusas públicas al Emir de Qatar (le pasó el teléfono, le dijo qué tenía que decirle al qatarí y le tomó una foto que luego publicaría en las redes sociales de la Casa Blanca). A la postre, Qatar fue la clave fundamental para que Hamás aceptara un acuerdo con el que se sentía incómodo.

En Donald Trump las formas y el fondo se entremezclan. El estilo es parte de la argumentación. Son esas características de su diplomacia inexistente, su evidente desprecio por los equilibrios democráticos y su desbalanceada brújula moral, las que han llevado a su país a una crisis política sin precedentes. Son estos rasgos, al mismo tiempo, los que le permiten saltarse los canales tradicionales para obtener resultados a corto plazo y obligar a las contrapartes a seguir sus dictados o sus caprichos.

En el enorme horror del Medio Oriente, por ahora, la pausa del conflicto permite celebrar. La pregunta que flota en el ambiente es qué tan estable puede ser un acuerdo impulsado por una personalidad inestable. Bastó una frase para detener el conflicto y bastará otra para que vuelvan los bombardeos.

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