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Hacer de Medellín una gran zona azul

En nuestra ciudad, en menos de quince años, las personas mayores serán casi el doble que todos los niños, niñas y adolescentes.

  • Desde el Hotel Nutibara, una mirada al centro de Medellín, donde se mueven a diario alrededor de un millón de personas. 2019. FOTO: Juan Antonio Sánchez.
    Desde el Hotel Nutibara, una mirada al centro de Medellín, donde se mueven a diario alrededor de un millón de personas. 2019. FOTO: Juan Antonio Sánchez.
  • Medellín pasó de ser apenas una aldea en los albores del siglo XX, y ha experimentado en pocas décadas una transformación urbana, cultural, económica y social que hoy sigue asombrando al mundo. Foto: Camilo Suárez Echeverry. Archivo El Colombiano
    Medellín pasó de ser apenas una aldea en los albores del siglo XX, y ha experimentado en pocas décadas una transformación urbana, cultural, económica y social que hoy sigue asombrando al mundo. Foto: Camilo Suárez Echeverry. Archivo El Colombiano
  • El mundo envejece, y Medellín no es ajena a esta tendencia. FOTO: Esteban Vanegas. Archivo El Colombiano.
    El mundo envejece, y Medellín no es ajena a esta tendencia. FOTO: Esteban Vanegas. Archivo El Colombiano.
  • FOTO: Camilo Suárez Echeverry. Archivo El Colombiano
    FOTO: Camilo Suárez Echeverry. Archivo El Colombiano
hace 4 horas
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¿Seremos capaces de demostrar que una ciudad no está condenada a producir estrés, violencia, soledad y enfermedad, sino que puede ser incubadora de vínculos, bosques, salud y buena vida?

Decía Philip Zimbardo, en su libro La paradoja del tiempo, que nuestra relación con el pasado, el presente y el futuro determina no solo nuestra psicología, sino también nuestra salud y nuestro bienestar. Medellín es una ciudad con un pasado corto, un presente admirable pero contradictorio y un futuro brillante. Siempre fue acelerada, pasó de ser apenas una aldea en los albores del siglo XX, y ha experimentado en pocas décadas una transformación urbana, cultural, económica y social que hoy sigue asombrando al mundo y abrumándonos a quienes vivimos en este valle.

En los últimos cincuenta años, los medellinenses hemos afrontado la más profunda de las crisis, hemos creado una ciudad moderna, nos hemos expandido aceleradamente —para bien y para mal— y hemos logrado, con resiliencia, innovación social y mucho trabajo, comenzar a sanar nuestras más viejas y dolorosas heridas. La relación que tenemos con nuestro pasado va siendo cada día más sana, y hemos aprendido a mirar el presente con realismo y compromiso. Ahora debemos pensar concienzudamente cómo queremos diseñar nuestro futuro. Para ello, tendremos que responder a preguntas como estas: ¿cuál es nuestra máxima aspiración como sociedad? ¿Cómo queremos medir nuestro éxito?

Esta ciudad hermosa, contradictoria, admirable y aún con retos podría en este momento soñarse un nuevo salto, más ambicioso que nunca. ¿Qué pasaría si Medellín se propusiera ser la primera zona azul urbana a gran escala en el mundo? Nuestra ciudad puede convertirse en un lugar para envejecer bien, una guardiana del tiempo vital de su gente, una serie de barrios, espacios, conexiones y experiencias que, como un antiguo y colorido tejido, cobijará cada etapa de nuestra vida bajo un entramado que priorice, por encima de todo lo demás, el cuidado y el bienestar.

El demógrafo Michel Poulain y el médico Gianni Pes descubrieron que la longevidad no es una casualidad o un milagro genético: es un patrón cultural. De su investigación nacieron las llamadas zonas azules, luego popularizadas por Dan Buettner con sus libros y su serie de Netflix. Cerdeña en Italia, Okinawa en Japón, Nicoya en Costa Rica, Icaria en Grecia y Loma Linda en California. Allí la gente supera los cien años con una salud sorprendente, gracias, entre otros factores, a cuatro pilares: alimentación consciente, actividad física cotidiana, comunidad sólida y un propósito vital claro. Lo más interesante es que estas comunidades no solo tienen más centenarios sanos, sino que son lugares con altísimos niveles de bienestar y salud colectivos, para todas las edades.

Medellín pasó de ser apenas una aldea en los albores del siglo XX, y ha experimentado en pocas décadas una transformación urbana, cultural, económica y social que hoy sigue asombrando al mundo. Foto: Camilo Suárez Echeverry. Archivo El Colombiano
Medellín pasó de ser apenas una aldea en los albores del siglo XX, y ha experimentado en pocas décadas una transformación urbana, cultural, económica y social que hoy sigue asombrando al mundo. Foto: Camilo Suárez Echeverry. Archivo El Colombiano

La aspiración de una metrópoli

El mundo envejece, y Medellín no es ajena a esta tendencia. Según la ONU, la población mayor de sesenta años se duplicará para 2050. En nuestra ciudad, en menos de quince años, las personas mayores serán casi el doble que todos los niños, niñas y adolescentes. Es un hecho que envejecemos más rápido de lo que habíamos previsto. Por eso es clave pensar en cómo queremos envejecer; allí está el secreto, quizás, para la adaptación al cambio demográfico. ¿Sanos y felices o enfermos y deprimidos? La realidad demográfica nos exige imaginación, articulación y creatividad para rediseñar nuestras políticas y nuestras formas de vivir juntos. Pero, sobre todo, nos invita a darle permiso a la esperanza para conquistar el lugar desde el que pensamos el futuro. Todas las cosas son creadas dos veces, leí alguna vez. La primera en nuestra imaginación y la segunda, más definitiva, en la realidad.

¿Se imaginan una Medellín donde sea común ver centenarios bailando en los parques, leyendo en bibliotecas, aportando su experiencia en iniciativas comunitarias y empresariales? La zona azul de Medellín debe comprender que la longevidad sana comienza en la infancia y se construye durante toda la vida. Nadie llega a los cien años con vínculos sanos si no fue abrazado, cuidado y educado desde niño. Nadie llega con el cuerpo sano a la vejez sin cultivarlo con buen sueño, ejercicio y sana alimentación con décadas de anticipación.

Medellín podría ser la primera gran ciudad que demuestre que la longevidad plena no es privilegio de comunidades rurales aisladas, sino un proyecto posible en un entorno urbano, complejo y diverso como el nuestro. ¿Seremos capaces de demostrar que una urbe no está condenada a producir estrés, soledad y enfermedad, que puede ser incubadora de vínculos, salud y sentido de vida en todas las edades?

El mundo envejece, y Medellín no es ajena a esta tendencia. FOTO: Esteban Vanegas. Archivo El Colombiano.
El mundo envejece, y Medellín no es ajena a esta tendencia. FOTO: Esteban Vanegas. Archivo El Colombiano.

Una cultura de bienestar

Luego de definir este sueño colectivo, debemos desplegar iniciativas masivas de intervenciones urbanas, sociales, institucionales y culturales para que ocurra lo que queremos que ocurra. “Para arar bien, unce tu arado a una estrella”, le oí alguna vez a William Ospina. Sueños y trabajo, unidos y coordinados, nos darán los frutos esperados. Estas son apenas algunas ideas de proyectos e intervenciones que desencadenarán la transformación en la zona azul más grande del mundo:

Intervenciones urbanas en barrios. Andenes y bulevares, ciclorrutas, canchas deportivas, parques para el encuentro, transporte público que incentive el caminar y terrazas para conversar y tomar algo al final de la tarde.

Intervenciones naturales urbanas. Bosques, parques verdes, parquecitos, matorrales en las vías. Que nadie camine más de quince minutos sin chocarse con un espacio natural, exuberante, aprovechando nuestra ubicación andina y tropical, que atrae y nutre la diversidad.

Alianzas público-privadas para fomentar la buena alimentación y el ejercicio. Los restaurantes, almacenes de cadena y empresas de consumo podrían ser los principales aliados de esta transformación.

Proyectos de vivienda y hábitat que fomenten la vida en comunidad, la sana relación con la naturaleza, la mezcla de usos y la movilidad sostenible.

Un sistema local de salud que integre el cuidado y los buenos hábitos con la salud primaria accesible, rápida y cercana, que prevenga y use la alta complejidad solo cuando sea necesaria.

Semillas de una nueva ciudad

Imaginemos una ciudad donde el Gobierno priorice la esperanza de vida en la buena salud como el principal indicador de desarrollo, como sugiere el economista francés Éloi Laurent. Una ciudad cuyas empresas y economía crezcan generando equidad, donde el empleo y el trabajo dignos, de buena calidad y remuneración, sean un objetivo tan importante como el PIB per cápita y la rentabilidad empresarial.

Desde Comfama aportamos ya algunos granitos de arena. Hemos comenzado a sembrar las semillas de esa Medellín sana y longeva. Cada sede, evento cultural y parque recreativo que propiciamos es un tercer lugar para el ocio, el encuentro y la vida en comunidad. Ofrecemos a la ciudad, en alianza con Sura, un modelo de salud centrado en la prevención y la cercanía. Promovemos el empleo con propósito, el cual nutre el espíritu además de generar ingresos. Hacemos de la educación un viaje interminable. Guiamos a las familias en su ahorro para que proyecten su futuro con seguridad. Impulsamos a las empresas a ser su mejor versión, espacios para el florecimiento humano y el capitalismo consciente que integran la salud, la diversidad y la inclusión en sus culturas.

FOTO: Camilo Suárez Echeverry. Archivo El Colombiano
FOTO: Camilo Suárez Echeverry. Archivo El Colombiano

Hace tres años, incluso, experimentamos con la comunidad del proyecto de vivienda Curazaos, en Apartadó, un modelo de hábitos inspirados en las zonas azules. Durante ocho meses, basados en ciencias del comportamiento, promovimos hábitos de alimentación consciente mediante pedagogía, intervenciones culturales y acceso a agua potable, entre otros. Diseñamos contextos que invitaron al movimiento con actividades como yoga, aeróbicos y caminatas. Fortalecimos la conexión comunitaria a través de huertas, compostaje, lectura y cine. Impulsamos el trabajo con propósito con mentorías y ferias de emprendimiento.

Los resultados fueron reveladores: participaron voluntariamente doscientas diez personas y el 22 % de ellas logró controlar sus excesos en alimentos y sustancias como el alcohol; el 16 % mejoró el sueño, el 11 % empezó a comer más balanceado y, lo más importante, la comunidad comenzó a reconocerse como tribu, como una red que cuida y se deja cuidar. Esa experiencia nos enseñó que crear una zona azul implica sembrar confianza, transformar contextos, adaptar cotidianidades. Además, nos dio pistas importantes sobre el efecto que pueden tener el diseño urbano y las ciencias del comportamiento en la calidad de vida de las personas. Si en Urabá se pudo detonar un proceso como este, ¿qué pasaría si Medellín entera se atreviera a rediseñar su vida citadina bajo estas premisas?

Escribió Italo Calvino: “Las ciudades, como los sueños, están construidas de deseos y de miedos”. Si Medellín decide colectivamente desear la longevidad sana y diseñarse como una zona azul que fomente la salud, la comunidad y la unión de lo urbano con lo natural, será capaz de lograrlo y demostrará que las ciudades pueden reinventarse. Podrá ser heredera de lo mejor que las grandes urbes han ofrecido a lo largo de la historia —conexión, comercio y cultura— y creadora, al mismo tiempo, de una nueva magia: una plataforma para el bienestar, la vida sana y el cultivo de comunidad. Podrán decir, quizás, que somos demasiado idealistas. ¿Pero es que se ha logrado algo de verdadero valor sin ser idealistas y hasta un poco ilusos?

Volviendo al psicólogo Zimbardo y su idea de la relación con el tiempo, sintetizada con esta sabia frase: “Que el pasado nos dé raíces, el presente nos dé energía y el futuro nos dé alas”, hagamos con esta visión del futuro un par de alas grandes, fuertes y brillantes que nos eleven y nos lleven a este horizonte que redefinirá para siempre el concepto de éxito de una ciudad no solo como un lugar rico y poderoso: también como un caldo de cultivo para maximizar la esperanza de vida en buena salud, lo cual implica asimismo la maximización del bienestar y la felicidad. ¿Qué más se podría desear sino llegar a los ochenta, noventa o cien años con un cuerpo agradecido, una familia amorosa y unos buenos amigos, sentados al final de la tarde en un parque conversando de los viejos buenos tiempos y compartiendo los nuevos proyectos que, no importa la edad, estamos comenzando a acariciar con ilusión?

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