La gastronomía tradicional colombiana está de luto. Este sábado 5 de julio falleció en Cali Maura Hermencia Orejuela de Caldas, cocinera tradicional, maestra, gestora cultural y símbolo vivo de la cocina del litoral Pacífico. Tenía 87 años.
Nacida en Guapi, Cauca, y formada como pedagoga en la Normal de Señoritas, Maura entendió desde pequeña que el fogón era más que un lugar para preparar alimentos: era un templo de memoria y resistencia. Aprendió de su madre, de su abuela y de las mujeres de su comunidad, con quienes tejió una tradición oral y culinaria que nunca dejó de transmitir.
Durante más de medio siglo enseñó con sabor y con alegría. Fundó en 1968 el restaurante Los Secretos del Mar, considerado el primer lugar en Cali que puso en valor la cocina del Pacífico como identidad. “Los caleños no sabían comer ni pescado ni camarones”, contó entre risas. Su propuesta pedagógica convirtió cada receta en una clase de historia, en una herramienta de orgullo y pertenencia para las nuevas generaciones.
Su nombre fue sinónimo de resistencia: desde los fogones del Festival Petronio Álvarez, donde impuso las cocinas en vivo desde 2013, hasta el Congreso Gastronómico de Popayán, donde fue homenajeada con el premio Vida y Obra Álvaro Garzón y se convirtió en imagen del evento. “No cocinaba solo por cocinar, cocinaba con alma, con historia, con raíz”, recordó Enrique González, presidente de la Corporación Gastronómica de Popayán.
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Publicó el libro Sabor a Maura, participó en espacios académicos y comunitarios, y fue reconocida con galardones como la Orden al Mérito Vallecaucano (2017) y el Premio Marie-Antoine Carême (2019) por su trayectoria. Sin embargo, sus más grandes logros fueron las sensaciones que su comida provocaba en aquellos que la visitaban; las lágrimas de una mujer que probaba el sabor de una niñez lejana o el brillo que aparecía en los ojos de un joven que aprendía a preparar encocado y entendía, de golpe, su origen.
Para Maura, cocinar era un acto político, un ritual de ternura y una forma de enseñar a vivir. “La cocina puede sanar el cuerpo, pero también el alma”, decía. Y lo hizo. Su filosofía se resumía en una frase que repetía con frecuencia: “El ingrediente más importante es el amor. Cocinar es honrar la vida”.
El alcalde de Cali, Alejandro Eder, la despidió como “una de las más grandes matronas del Pacífico colombiano”, y la chef Leonor Espinosa escribió: “Maura me enseñó tanto... la gran cantadora, cocinera, pero sobre todo, contadora de cuentos”.
Su hija, Patricia Caldas, confirmó su fallecimiento a causa de problemas respiratorios. “Murió tranquila, rodeada de sus seres queridos. Ella era todo para mí”, expresó.
Hoy, cada casa donde se sofríe cebolla larga, cada olla que hierve leche de coco, cada cucharón que sirve mariscos con alegría, es un altar encendido para ella. Porque Maura no solo cocinaba: alimentaba la memoria de un pueblo.