La Clínica de Heridas, un programa del Hospital San Juan de Dios en Marinilla, se ha convertido en un ejemplo de perseverancia y fe para pacientes con úlceras crónicas que han vivido durante años con dolor, aislamiento y resignación debido a su condición.
Este proyecto pionero nació como una idea hace más de 15 años y se consolidó oficialmente en 2023, con la implementación de tratamientos especializados que antes solo estaban disponibles en hospitales de alta complejidad en Medellín.
Ese mismo año, tras una asesoría técnica de la empresa Convatec, se inició una fase piloto con cinco pacientes y, en apenas tres meses, la mayoría de ellos logró cerrar completamente sus heridas.
Los resultados fueron tan positivos que el programa fue aprobado de forma oficial y se fortaleció con un equipo interdisciplinario que hoy atiende a cerca de 30 pacientes por día.
“Hicimos inicialmente un estudio de costeo donde tuvimos en cuenta todo lo que se había invertido desde la cápita del hospital durante tantos años en un paciente, el costo de tantos años de una curación convencional que no mostraba evolución. El ahorro con este programa es grandísimo. En un solo paciente evidenciamos un ahorro de $30 millones para la EPS”, explicó Paula Alejandra Marín Gómez, coordinadora de enfermería.
¿Qué motivó crear el proyecto?
la Clínica de Heridas surgió como respuesta a un problema persistente en el territorio. El personal médico identificó que había pacientes con úlceras crónicas que llevaban entre 15 y 20 años padeciendo esta enfermedad, sin un pronóstico alentador y con diagnósticos que casi siempre terminaban en lo mismo: la amputación de sus extremidades.
“La úlcera crónica ocurre por una deficiencia en la circulación. A los tejidos no les llega sangre oxigenada. Entonces, ese músculo se empieza a debilitar y se vuelve propenso a una ruptura de la piel. Lo que buscamos es que ellos sepan que hay una alternativa”, explicó Alejandro Mora, médico del programa.
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Adicionalmente, el personal identificó que muchas personas con úlceras crónicas que vivían en zonas rurales, en su afán por ser curadas, preferían recurrir a medicinas alternativas, plantas medicinales, aplicarse acetaminofén triturado en las heridas, orinas e incluso chamanismo para aliviar su dolor.
“Tuvimos a un señor, quien vive en una vereda. Un día nos enviaron un video en el que se aplicaba lodo porque decía que esa era su forma de tratar la úlcera. Llevaba 37 años con esa enfermedad, que le generaba dificultad para caminar y también lo afectaba emocionalmente, porque nunca pudo conseguir pareja debido al olor que emanaba la herida. Lo trajimos a la clínica y ocho meses después, el paciente está totalmente recuperado”, añadió el médico.
Esperanza para desahuciados
En las instalaciones de la clínica han sido atendidas más de 370 personas, y cerca de 200 han sido dadas de alta. Uno de los primeros pacientes en recorrer estos pasillos fue William de Jesús Calderón Delgado, un hombre de 70 años que estuvo casi 15 años padeciendo una enfermedad que lo dejó sin poder caminar.
“Yo le pedí a Dios que me dejara morir, porque no era capaz. Me trajeron en silla de ruedas. Llevaba 17 días sin dormir por el dolor, pero llegué a la clínica y fui sanando. Cada ocho días venía y veía cómo se curaban mis heridas”, expresó Calderón.
Otra historia es la de Ana Lucía Ramírez Montoya, de 75 años, quien desde hace dos años sufría de mala circulación y llegó al hospital luego de que en varias oportunidades los médicos le aseguraran que no había esperanza y que la única opción era amputarle ambas piernas.
“Ya me habían desahuciado tres veces; me decían que no había cura. Tenía médico en casa y, de un momento a otro, me soltaron porque ya no había insumos. No perdí la esperanza. Les dije que no me las amputaría, así tuviera que arrastrarme con los pies. Entonces pedí una cita en la clínica, y ya estoy bien”, relató Ramírez.
La historia de la clínica que cura a aquellos que habían perdido la fe llegó a varios rincones de Colombia. Hay pacientes que han viajado desde Urabá, Nechí, Caldas y Medellín para ser tratados.
Una de estas historias es la de Martín Eusebio Giraldo, un hombre que llegó desde Mompox, afectado por una celulitis severa que empezó a padecer tras una cirugía de rodilla. Sumado a esto, Martín sufre de insuficiencia venosa y desde antes de la pandemia, había intentado por todos los medios que sus dolencias fueran curadas, hasta que llegó a la clínica, donde su anhelo, se volvió una realidad.
“Aquí el procedimiento es diferente, y la mejoría es bastante notoria. Muchas veces el desconocimiento hace que la gente se deje llevar por la enfermedad y no busque ayuda”, aseguró Giraldo.
El programa también atiende pacientes con heridas por quemaduras, accidentes o cirugías complejas. Cada caso es evaluado individualmente, y las curaciones para pacientes con etiología venosa se realizan dos veces por semana con apósitos de alta tecnología que aceleran la cicatrización. Esto ha permitido que el tratamiento sea menos doloroso y más humano, reduciendo el tiempo de recuperación y los gastos para los pacientes en un 90%.
“Tenemos el mayor número de pacientes con estas enfermedades. Aquí se les hace el proceso y un seguimiento. Se evidencia que hay un porcentaje muy alto con este tipo de patologías. El 70% de los pacientes que llegan al programa sufren de insuficiencia venosa”, afirmó Lorena Santa, enfermera y miembro del equipo de Convatec.
A futuro, la Clínica de Heridas busca expandirse y contar con un piso completo y equipado para atender a pacientes que no solo tienen enfermedades crónicas, sino que también requieren intervenciones quirúrgicas más complejas.